LUISA ROLDÁN

Jesús Abades


 

La gente la conoce como La Roldana, pero su genio vuela por encima de cualquier subordinación paterna y su categoría artística está a la altura del mejor proyecto escultórico que pueda ofrecerse a un artista. Su talento es hoy en día incuestionable, y su legado de obras, irrepetible. Una escultora como ninguna otra en nuestro país. Posiblemente, una de las mejores escultoras del mundo.

Todas las creadoras que han trabajado después de Luisa Roldán en el ámbito del arte sacro, tienen con ella una deuda, pues demostró, en un entorno hostil para toda iniciativa femenina, que la mujer no sólo podía llevar a cabo una labor escultórica igual o superior a la masculina, sino también desplegar una versatilidad especial a la hora de recrear los estados anímicos del alma, que no por tratarse de una creación divina deja de ser menos humana.

Pese a que la historiografía misógina se empeñara en encasillarla durante muchos años en lo almibarado y lo ingenuo, acreditó sobradamente una preparación capaz de abordar con soltura todo tipo de iconografía, incluyendo las más atormentadas y cruentas por su índole pasionista. La historiografía pretendidamente feminista tampoco ayudó a ponerla en su sitio, pues levantó un falso mito de víctima sometida a los desplantes de un marido vago y tirano que, como el tiempo ha confirmado, poco tuvo que ver con la realidad. Había que tener una buena razón de peso en su época para que una hija se casara en contra de la voluntad patriarcal y esa razón probablemente fue un amor contundente que se mantuvo hasta el final de sus días.

La situación política de un imperio que se dirigía imparable hacia su ocaso hizo que económicamente la suerte nunca estuviera de su lado y que, llegando al borde de la muerte, todavía andara con la mano puesta ante una nobleza decadente para ver aliviados unos apuros que casi la tuvieron durante temporadas sin comer. Por el contrario, la sociedad de su tiempo, nada proclive a ensalzar las virtudes de su género más alla de la belleza y la modestia, la colmó de halagos y méritos que cimentaron su leyenda.

Pese a que su celebridad ha perdurado a lo largo del tiempo, actualmente su figura se mantiene más gloriosa que nunca gracias a la justicia cometida en torno a su trayectoria y las nuevas obras que se le han adjudicado. Incluso algunos capillitas sin firma documental por delante, siguen atribuyendo con firmeza su titular mariana a Luisa Roldán, sin importar que la titular sea poco menos que un engendro de pastelón. Irritaciones de historiadores aparte, tal convencimiento revela un prestigio imperecedero de la escultora, más valioso aún que todos los reconocimientos hechos a título póstumo.

 

Fotografía de Elena González Pérez

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