RESTAURACIÓN DE UNA TALLA DEL SIGLO XVIII DE LANZAROTE

26/12/2020


 

 

Los trabajos están siendo realizados por Salomé Figueroa, restauradora de arte en la especialidad de escultura, en las imágenes de San José con el Niño Jesús que forman un conjunto escultórico conservado en la ermita de San Marcial del Rubicón (o de Limoges) de la localidad de Femés (Lanzarote), declarada BIC. La restauración está siendo financiada por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias.

Según Figueroa, la restauración está dando muchas sorpresas: en un primer momento, la autoría que se estaba manejando era la de fray Marcos Gil, artista del siglo XVIII (ver enlace); sin embargo, al ir descubriendo la técnica constructiva y la morfología anatómica de las tallas, ambos aspectos no se corresponden con la factura y el estilo de Gil, autor de obras como el San Vicente Ferrer del Museo Diocesano de Arte Sacro de Teguise.

 

 

Esta intervención, por tanto, sirve como una oportunidad para abrir una nueva vía de investigación sobre los artistas que trabajaron en Lanzarote. De hecho, hay muchas posibilidades de que San José con el Niño sea una obra manufacturada en la isla, lo que constituiría un caso único por ahora. Dada la excepcionalidad del dato, la Dirección General de Patrimonio está empeñada en seguir esa vía para conocer más sobre la pieza.

Ambas esculturas estaban afectadas sobre todo por una enorme acumulación de suciedad y por grandes levantamientos con riesgos de pérdidas, de ahí que en el momento de empezar el tratamiento, lo primero que se hizo fue consolidar todo el material que ha llegado hasta nosotros de cara a su preservación.

 

 

Un tratamiento que, por lo demás, ha sido diferente para cada imagen. En el caso del Niño Jesús, la suma de aceites y barnices aplicados a lo largo del tiempo para abrillantar la talla, entre ellos uno a base de clara de huevo, ha provocado la creación de una costra muy compacta de un tono parduzco de apariencia muy oscura y oxidada, que además era mucho más fuerte que la pintura original, cuya capa es muy fina, por lo que ha habido que hacer muchos tests de limpieza previos y tener mucha gestión y cuidado para hallar el método más adecuado con el fin de conservar esa capa de pintura primitiva.

La imagen de San José ha ofrecido todavía más curiosidades: su dorso tenía muchos repintes, se comprobó que había sido hecha a partir de piezas de maderas o tablas encoladas, y tanto los orificios por xilófagos que tenía, de gran tamaño, como remates del propio volumen del encolamiento de las tablas se rellenaron con una mezcla de serrín y engrudo; la cual, dada la dureza y la escasa porosidad de las maderas empleadas en su ejecución, enseguida se fue despegando llevándose consigo la policromía, el oro y la preparación utilizadas para encarnar y decorar la obra. Es por ello que, en este caso, la restauración haya contemplado en primer lugar la eliminación de toda esa mezcla al constituir la principal causa de alteración de la escultura.

Para Salomé Figueroa, es muy importante la conservación y puesta en valor de estas imágenes, no solo por la recuperación de sus tonos y colores originales, y sobre todo de su fuerza y de su consistencia estructural inicial, que es lo que va a permitir que perduren en el tiempo para las generaciones futuras, sino también por la información añadida que proporcionan así a la sociedad, haciéndolas más cercanas y más suyas.

 

 

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