MARCOS GIL

José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 

El dorador barroco Miguel Gil Suárez, nacido en Moya (Gran Canaria) en 1654, tuvo dos hijos frailes: Marcos, de la Orden de Santo Domingo de Guzmán, y Pedro, de la Orden de San Francisco de Asís.

El primero, después de estudiar (supuestamente) en el convento de San Pedro Mártir de Las Palmas -donde se consolidó su vocación religiosa-, profesó en 1700 ó 1701. Como confirma el historiador Sánchez Rodríguez, Marcos fue enviado a Santa Cruz de La Palma en 1702. Este autor fue el que desveló en un primer momento el verdadero apellido del religioso imaginero: Gil y no Guillén, como se había dicho hasta entonces. En aquella ciudad se le trataba ya como fraile. Fue en el Convento de San Miguel de las Victorias de la Orden de Predicadores, en la capital palmera, donde Marcos tomó los votos solemnes a los 21 años.

Clementina Calero y Ana María Quesada en la obra La Escultura hasta 1900, citan a Fray Marcos "Guillén" como un artista bien formado, "que maneja con soltura la gubia y en cuyas imágenes de talla se nos presenta como un perfecto conocedor de la imaginería flamenca, pero no sólo por lo que respecta a la escultura, sino también en el campo de la policromía". Añaden que no era extraño que el religioso fuese tan conocedor de la estatuaria flamenca a la que trata de imitar, teniendo en cuenta que aquellos modelos "los tenía más a mano", debido a las fuertes relaciones que La Palma tenía desde principios del XVI con los Países Bajos.

La obra del "desconocido fraile escultor" fray Marcos Gil (1682-1739) ejemplifica, posiblemente como ninguna otra en el Archipiélago Canario, la labor del fraile artista itinerante.

Primero como hermano y luego como padre y prior, Marcos ejerció su ministerio en los conventos de La Palma, Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife. "Este trasiego de frailes y artistas entre las diferentes islas pone de relieve un fenómeno poco destacado hasta ahora, el importante papel que las órdenes religiosas tuvieron en el Archipiélago en el desarrollo de una cultura común". Los religiosos traían y llevaban grandes ideas y formas culturales, como modelos artísticos, de un convento a otro, de una ciudad a otra, de una isla a otra.

En aquella época, en la sociedad canaria del Barroco, el arte estaba tan íntimamente ligado a la Iglesia y al servicio de su doctrina, que muchos religiosos eran artistas. Hay constancia de más frailes escultores canarios, como fray José Fernández y fray Antonio de Orbaranes (hijo del polifacético escultor, pintor, ensamblador y arquitecto Antonio de Orbarán). También el agustino fray Miguel Lorenzo Villanueva, pintor y escultor, aunque sus preferencias se inclinaron más hacia la producción ligur y las piezas de procedencia genovesa.

En San Francisco de Campeche y en la vecina ciudad de Mérida, ambas en México, fray Marcos Gil -que ya había sido ordenado presbítero en el Obispado de Yucatán entre 1707 y 1713-, desplegó también, junto a su inseparable padre Miguel Gil Suárez, una actividad que quizá algún día pueda ser conocida e identificada.

 

 

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