LUIS AGUDO

Jesús Abades (30/07/2025)


 

"Todos los encargos ilusionan, pero si la obra parte de cero, supone un reto que motiva mucho más a la hora de trabajar"

 

 

Cuéntanos sobre tus inicios, que por lo que sabemos no fueron en un principio en el mundo del arte, al menos académicamente hablando.

Desde pequeño siempre me ha gustado el tema de la Semana Santa. Al principio estudié una diplomatura en Económicas por temas familiares, ya que mi familia quería "un hijo que fuera alguien en la vida", en palabras textuales de mi padre. Y aunque terminé Económicas y me diplomé, a mí aquello no me gustaba, porque desde niño tengo esa sensibilidad propia de los artistas, que entre otras cosas, nos fijamos en detalles que otras personas no se fijan. Ya como estudiante universitario empecé a hacer trabajos de pintura en Córdoba, sobre todo costales cuando surgió la moda del costal pintado con los titulares o los emblemas de la cofradía en cuestión. Con el dinero que ganaba me fui pagando Económicas, carrera que estudié en una universidad privada y que acabo por la memoria de mi padre, que falleció antes de acabarla. Se lo prometí y la terminé por él. Pero nada más licenciarme, decido hacer lo que a mí siempre me ha gustado, que es la imaginería. Entonces, después de no ser admitido en todos los talleres que visité, decido entrar en la Escuela de Arte de Córdoba y conseguir el título de Técnico Superior de Artes Aplicadas a la Escultura.

Una vez que curso dicha formación, hago mi proyecto final con un proyecto que ha estado en varias exposiciones y se titula "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen", que además fue matrícula y tuvo bastante repercusión; de hecho, se acaba de desarrollar para Filipinas en su versión de imaginería. Una vez realizado ese proyecto, me abren las puertas de un taller de imaginería en Sevilla, donde estoy un año aprendiendo el oficio y sus técnicas, y entrando en contacto con este mundillo, disfrutando verdaderamente muchísimo con todo. Al conseguir mi primer encargo, una custodia con ángeles para Córdoba, debo volver a mi ciudad natal, donde consigo entrar en otro taller de imaginería para colaborar con un trabajo de su propietario, algo que también me sirvió mucho de cara a mi formación. Además, en Córdoba conocí una corriente artística muy opuesta a la sevillana. En Sevilla aprendí una vertiente más clásica, barroca e histórica, y en Córdoba las nuevas tendencias que surgieron a finales de los 90 con Bernal y Romero Zafra, quienes crearon una escuela a nivel de modelado y, sobre todo, de policromía.

Esos talleres de imaginería que te abrieron las puertas fueron los de Salvador Madroñal en Sevilla y José Antonio Cabello en Córdoba. ¿Qué es lo que más te marcó de cada uno de ellos?

Madroñal era muy perfeccionista en los acabados. Exigía muchísimo a la hora de terminar una pieza: en cada detalle, en el acabado de la lija, en el acabado del pulido... que se notara una mota de polvo era para él un error. También me hizo mucho hincapié en que nunca me conformara con lo hecho, porque siempre podría hacerlo mejor. Más de un trabajo de volumen con el que yo quedaba muy contento, luego él lo machacaba y me decía que lo repitiera, algo que las primeras veces me cabreaba mucho, pero con el tiempo entendí que llevaba razón, que nunca hay que conformarse con lo que se puede mejorar. Y luego otra cosa que aprendí de Madroñal fue el respeto enorme por este oficio, cosa que a él se lo enseñó Álvarez Duarte, quien a su vez lo aprendió de Buiza. Este oficio y los secretos que conlleva es algo que me ha costado mucho conseguir, porque, como te dije, antes de que Madroñal me admitiera en su taller, fui a otros veinte y todos ellos me cerraron las puertas. Además, tengo unos recuerdos muy bonitos y mucho cariño a esa etapa en Sevilla.

Respecto a Cabello, con él aprendí una faceta más técnica, porque cuando entré en su taller estaba metido en un proyecto muy ambicioso con el que tocaba todos los palos: estofados, talla, barro, policromía... Si en Sevilla todo fue más específico y concreto, el tiempo que estuve con Cabello trabajé muchas disciplinas, cada una con sus técnicas. También me llevé una destacable amistad con José Antonio, quien además trabajó para una cofradía mía.

Aunque dices haber aprendido de dos estilos diferentes, el sevillano y el cordobés, vemos que en tu corta trayectoria de momento te has decantado por este último.

Quizás eso se vea mejor desde fuera. A mí personalmente me encanta la pintura. El pintar ayuda mucho a la hora de interpretar volúmenes. De hecho, cuando realizaba mi última imagen para Espiel, quienes venían con frecuencia a verla al taller se sorprendían del cambio del estuco a la policromía, pues el color en este tipo de obras es fundamental. Algunos también me preguntaban si podía trabajar como la mayoría de los imagineros barrocos, terminando la policromía de la imagen otra persona, y yo contestaba que no, porque cuando a mí me encargan algo, lo consigo comenzando y terminando la obra en mi cabeza, desde el barro hasta la policromía final.

Entonces, en el color, que como digo para mí es muy importante, sí que me decanto por la llamada "nueva escuela cordobesa". Sin embargo, esa escuela trabaja con policromías que se trabajan mucho más sobre la base para evitar que una encarnadura no se escore, y a mí en cambio me encanta trabajar la pintura a nivel de volumen y matices: que un labio, por ejemplo, lleve zonas de luces y sombras, trabajar con distintos tonos sobre la misma base... Entonces, en el color quizás sí me sienta más cómodo por la vía cordobesa en cuanto a resultados, pero en cuanto a volúmenes, cuando estoy trabajando el modelo, tiendo mucho más a referentes barrocos del canon clásico.  

 

 
     
     
Cristo de la Humildad y Cristo del Perdón
Fotos: Valentín Moyano

 

¿Cuál fue tu primera obra de envergadura?

El Resucitado para Carmona (Sevilla). Fue iniciativa de un sacerdote foráneo que estaba destinado en la localidad. Hubo un concurso donde se presentaron varios artistas con sus bocetos. Tras una votación de las cuatro parroquias, porque el Cristo lo pagó el pueblo, mi proyecto fue el elegido. Al ser una obra para el entorno sevillano querían un canon barroco, pero también algo que no estuviera ya hecho. Yo creé una imagen que se levanta y comienza a andar, que deja caer el sudario que cubrió su cuerpo mortal y que lleva en su lábaro una técnica tan cordobesa como el cordobán, en una pieza que realizó Inmaculada Valenzuela. Finalmente, el Cristo llamó muchísimo la atención, y aunque yo iba mucho con pies de plomo, la verdad es que me alegré mucho de ese encargo.

Desde que trabajaste con Angulo en una custodia mariana, no sabemos si has vuelto a trabajar con algún orfebre. Tampoco, ya que estamos con materiales distintos a la madera, si te han propuesto una pieza de tipo monumental que figure concluida en bronce, acero, piedra, etcétera.

El encargo de la custodia responde a un modelo ya hecho y que se quería repetir pero sin copiarlo, ni en el tamaño, ni en la forma. Yo ya había trabajado con Angulo, pero en piezas menores, que además eran meras reproducciones en barro de modelos previos, no a nivel de diseño como en el caso de la custodia.

A mí me gusta mucho dibujar. Yo he dibujado cosas para cofradías, como un manto para Villanueva de Córdoba o un banderín para Murcia. Lo último ha sido el diseño de unos fanales para mi Pro-Hermandad del Traslado al Sepulcro de Córdoba, precisamente cincelados por Angulo.

Respecto a los monumentos, hubo un proyecto muy importante en Córdoba, que finalmente no salió y que contemplaba dos estatuas a tamaño real en bronce que iban a ser colocadas en el famoso puente romano de la ciudad, aunque no quiero dar más detalles porque, como se abandonó la idea a falta del visto bueno, creo que es mejor que no se sepa más.

Con el Nazareno que realizaste para un oratorio privado de Córdoba, dentro de la dulzura de tu estilo, introdujiste unos elementos historicistas en la cruz y el atuendo.

Su origen está en el busto de terracota policromada que modelé en mi casa durante el confinamiento por la pandemia y se publicó en La Hornacina en agosto de 2020. El cliente llevaba tiempo consultando distintos escultores para encargar un Nazareno y no se decidió hasta que vio mi busto publicado en vuestra plataforma. Yo lo había concebido en el pasaje de la Coronación de Espinas y la idea, de llevarse a cabo a tamaño natural, era hacerlo sentado, pero no hubo problema en adaptarlo a la iconografía de Jesús con la cruz a cuestas. Mi idea fue concebirlo apartando la cruz para resaltar la importancia de Cristo y el mensaje de confianza que ofrece, por encima del instrumento de su crucifixión. Al cliente le encantó la propuesta y me dio mucha libertad a la hora de terminar una imagen para la que, además, conté con la colaboración de un amigo que es director artístico y trabaja en cinematografía. Gracias a sus consejos se optó por una especie de casulla blanca, que estaba rota, deshilachada y montada como una túnica, por lo que el efecto fue muy real.

Nombraste antes la imagen del Cristo del Perdón para Filipinas, que, por petición expresa del cliente, tuviste que tomar como referencia el proyecto de fin de carrera que hiciste en el año 2012 y por el que obtuviste matrícula de honor. No sé si eso te frustró, porque querías haber reflejado otra composición, o bien te alegró por haber podido llevar ese proyecto a un tamaño mayor, a un material distinto y, sobre todo, a un destino de primer orden como son las procesiones filipinas.

A día de hoy todos los encargos me hacen ilusión, y ojalá vengan muchos más, pero es cierto que, si la obra parte de cero, supone un reto que me motiva mucho más a la hora de trabajar. En este caso ese reto ya estaba superado. Al contactar conmigo el cliente desde Filipinas, me preguntó por la imagen del proyecto y su historia. Cuando le conté que Cristo aparecía humillado y avergonzado, con la cara tapada por las atrocidades humanas, atado no a una columna sino a una serie de imágenes en blanco y negro que muestran esas atrocidades (guerras, atentados, etcétera), le encantó la propuesta y lo único que me pidió es que el rostro de Jesús fuese visible en su obra. El resultado fue diferente, porque la imagen de Filipinas está rezando, mirando al cielo y suplicando al Padre. Fue también una imagen muy especial para mí, ya que se la dediqué a un familiar muy cercano que falleció sin verla terminada pero que vio los bocetos a dibujo que hice de ella y acertó al señalar el que finalmente más gustó al cliente.

 

 
     
     
Obras para belenismo

 

Una obra la de Filipinas que tuvo mucho éxito y repercusión cuando la publicamos, al igual que el Cristo de la Humildad para Espiel (Córdoba), que representa a Jesús siendo despojado de sus vestiduras en el monte Calvario y que, parecer ser, contará con unas figuras de misterio que también correrán a tu cargo.

Desde un principio los miembros de la Hermandad no me hablaron de una imagen sola, sino de un misterio. Por eso el Cristo se concibe acompañado de un grupo de figuras, en una posición que ahora puede parecer rara, pero cuando aparezca con el soldado romano que le tira por detrás del brazo derecho y empuja de forma agresiva su hombro izquierdo, se va a entender esa posición que busca el contrapunto entre la dulzura, bondad y generosidad del Señor humillado frente a la violencia del romano y de un par de figuras más que también están contempladas en un misterio que, si todo va bien, se empezará el próximo mes de septiembre.

Comentarte también que la Hermandad, para el Cristo, tenía como referente el Despojado que hizo Romero Zafra con destino a Cádiz, una imagen ya muy iconizada en el pasaje procesional del Despojo de las vestiduras, pero yo creo que se pueden hacer obras sin salirse del contexto de tal o cual pasaje y que no te recurran a otras anteriores, es algo que me pongo siempre como reto ante esas circunstancias y que creo, al menos en el caso de Espiel, que se consiguió.

Has cultivado iconografías sacras que no suelen ser habituales en trayectorias tan relativamente cortas como la tuya. ¿Cuál es la que siempre has tenido en mente y todavía no has hecho?

Una Piedad. Yo tengo dos proyectos frustrados: uno es un Crucificado que tengo en el taller, del que no te puedo decir cuál iba a ser su destino, y otro es una Piedad con una conexión muy bonita entre Madre e Hijo, cuyo boceto también tengo en mi taller y, finalmente, tampoco salió. El Despojado no lo considero un proyecto frustrado porque al final he podido hacerlo para Espiel, pero en principio había un proyecto de encargo sobre este tema con destino a Cataluña, lo que me hubiera hecho mucha ilusión porque de niño viví diez años en Barcelona, pero como ya digo, gracias a la Hermandad de la Humildad de Espiel, pude quitarme esa espinita y plasmar en gran parte lo que tenía en mente. A ver si Dios quiere y pronto me puedo quitar las otras dos espinitas, sobre todo la de la Piedad.

Por último, Luis, no nos gustaría despedirte hasta una próxima ocasión sin que nos contaras los proyectos que actualmente te encuentras preparando.

Hay otro proyecto para Filipinas, del que no te puedo comentar la iconografía pero sí decirte que no será procesional como el anterior. También hay un proyecto para el obispado de Córdoba, con destino al museo diocesano y que tratará sobre belenismo, una disciplina que también he cultivado mucho y que me gusta especialmente porque son como fotografías en movimiento a través de expresivas imágenes a pequeña escala. Y te repito el proyecto para el misterio del Despojo de Espiel que, como te he comentado, comenzará seguramente en septiembre.

 

 
     
     
Nazareno y Resucitado

 

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