LAS SEIS PIEZAS CLAVE DE LEONARDO DA VINCI Y MIGUEL ÁNGEL

02/07/2015


 

Con motivo de la inauguración, por primera vez en México, de exposiciones de dos de los artistas más famosos de la historia del arte, Miguel Ángel Buonarroti y Leonardo da Vinci (ver enlaces), la revista mexicana de arte contemporáneo y estilo de vida FAHRENHEITº Magazine ha presentado las seis piezas clave de ambos autores, que son además los máximos representantes del renacimiento y el manierismo italianos.

 

MIGUEL ÁNGEL
 
 
1
 
 
 

Piedad


Por mediación de Jacopo Galli, a finales del año 1497, Miguel Ángel recibió del cardenal francés Jean Bilhéres de Lagraulas el encargo de realizar una Piedad en mármol con destino a una capilla lateral de la Basílica de San Pedro del Vaticano. El año 1500, después de oír que su autoría era atribuida a un escultor lombardo, se encerró una noche en la basílica vaticana y grabó en letras capitales esta inscripción sobre la banda que atraviesa el pecho de la Virgen: "Michael Angelus Bonarotus Floren. faciebat". Fue el único mármol que firmó. (Foto: Stanislav Traykov)

 
 
2
 
 
 

Capilla Sixtina


La interrupción del panel La Batalla de Cascina para la Señoría de Florencia se debió a la apremiante llamada, como todos sus arrebatos, del papa Julio II, deseoso de tener el gran sepulcro que soñaba colocar bajo la cúpula ideada por Bramante en el nuevo San Pedro del Vaticano. Al cabo de poco tiempo, el pontífice impuso una demora y, tras el disgusto de Miguel Ángel, el trueque sugerido por Bramante -con cierta intención de enfrentarle con graves dificultades, ya que nunca había practicado el fresco- de realizar la pintura de la bóveda de la Capilla Sixtina en vez del sepulcro. (Foto: Sergi Ribas)

 
 
3
 
 
 

David


Hacía años que la Señoría de Florencia trataba de hacer realidad esta estatua, de más de cuatro metros de altura, con destino a uno de los contrafuertes de la antigua fachada de la Catedral de Santa Maria del Fiore. En 1460, la obra se había encomendado a Agostino di Duccio, pero éste no pudo tallar el gran bloque de mármol asignado. La obra fue continuada por Antonio Rossellino, que también abandonó la tarea. Miguel Ángel concluyó el David en dos años (1502-1504) y con él logro superar toda la estatuaria antigua conocida, alcanzando la cima del clasicismo. (Foto: Yves Turgeon)

 
 
 
 
LEONARDO DA VINCI
 
 
1
 
 
 

La Virgen de las Rocas


La Virgen de las Rocas, con el Niño Jesús, San Juan y el ángel señalando con el índice de su diestra al Infante abrazado por la Virgen, es un prodigio compositivo inserto en un esquema cerrado, triangular, casi equilátero, con un vértice de lirios en primer término elaborado con la precisión de un naturalista flamenco como Van der Goes, de quien desde 1475 los pintores florentinos ya conocían su Tríptico Portinari. Todo el cuadro está atravesado por una sutil línea en zigzag que, como hilo de araña invisible, sigue las direcciones de las manos, alguna en escorzo nunca olvidado por la pintura posterior. La escena está bañada por una luz hermética y misteriosa que se filtra a través de una gruta sugestiva y fascinante, como receptáculo geológico de una tierra virgen que da sonoridad y pureza a la voz revelada.

 
 
2
 
 
 

La Gioconda


Según Vasari, La Gioconda es la joven esposa del florentino Francesco de Giocondo, Monna Lisa, aunque hay quien ha buscado, sin pruebas, otros modelos. La enigmática y fresca sonrisa de Monna Lisa es la primera incorporación al Renacimiento, demasiado serio y tímido en los rostros del Quattrocento, de la sonrisa bienhumorada que Leonardo captó magistralmente en esta dama, representada en medio cuerpo y con las manos plegadas sobre el brazo de un sillón. Leonardo llevó consigo el cuadro a Francia cuando fue llamado por Francisco I, el cual lo adquirió para la colección real. Expuesto en el Louvre, fue robado en 1911 y recuperado en 1913.

 
 
3
 
 
 

La Última Cena


Pese a la ruina que, en vida del propio Leonardo Da Vinci, produjo en La Última Cena su ocurrencia de aplicar temple de huevo sobre el enfoscado en lugar de buon fresco, una ruina que luego fue aumentada por humedades, mutilaciones y calamitosas restauraciones, esta obra representa, en el marco perspectivo y geométrico del recinto, el triunfo de la nueva maniera grande. La monumentalidad otorgada a Cristo y a los apóstoles resalta por la doble iluminación frontal y de fondo que potencia actitudes, rostros y manos gesticulantes, en respuesta a la advertencia de Jesús de que un traidor está sentado a su mesa. Cada una de las cabezas de los apóstoles es un retrato tomado del natural en dibujos previos, de una precisión pareja con la profundidad de las más dispares interioridades.

 

FUENTES: AA.VV. "El Renacimiento (II) y el Manierismo", colección Historia del Arte, Barcelona, 1996.

 

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