SOROLLA. UN JARDÍN PARA PINTAR

05/07/2017


 

 
 

La alberca, Alcázar de Sevilla

1910
Museo Sorolla

 

Presentación

Sorolla. Un jardín para pintar es una exposición que descubre al público una faceta poco conocida de uno de los pintores españoles más universales, Joaquín Sorolla, y su pasión por los jardines.

Dentro de su programación cultural, la Obra Social "la Caixa" presta especial atención al arte de los siglos XIX y XX. El paso entre estos dos siglos es uno de los momentos especiales en el desarrollo de la sensibilidad contemporánea, y en este sentido se convierte en una época determinante para entender nuestra cultura actual. Enmarcado en ese momento especial en la historia del arte, Joaquín Sorolla representa uno de los nombres esenciales de la pintura española, y por ello la entidad ha apostado por este proyecto, que nos descubre aspectos nuevos de su producción y que ayudan a resaltar su importancia.

Coorganizada conjuntamente por la Obra Social "la Caixa" y la Fundación Museo Sorolla, Sorolla. Un jardín para pintar es una exposición diseñada especialmente para CaixaForum Sevilla. Esta muestra inédita invita a todos los visitantes a descubrir gran parte de la obra que Sorolla hizo sobre los jardines. La exposición supone una nueva colaboración con la Fundación Museo Sorolla tras las exitosas muestras organizadas recientemente, Sorolla. El color del mar y Sorolla. Apuntes en la arena (ver enlaces), que se han podido ver estos últimos años en diferentes centros CaixaForum.

La exposición relata, a través de más de 170 obras procedentes en su mayor parte del museo dedicado al pintor, cómo éste concibió su jardín de artista en su casa de Madrid como un espacio para la belleza, el deleite sensorial y la creación pictórica. Sus lienzos de patios y jardines en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada le enseñaban a mirar y a comprender el jardín español, conforme iba concretando su propio espacio. Esta lección le permitía plasmar en su casa aquellas soluciones que sentía más satisfactorias para su propia pintura, trasplantando a su jardín las composiciones, perspectivas, motivos, elementos, colores, sonidos y olores que amaba en sus lienzos. Así fue creando un refugio a la medida de sus pinceles, un paraíso personal que recrear en sus últimas y esenciales pinturas. La lección de los patios y jardines andaluces resultará crucial para la configuración del "jardín de artista" que Joaquín Sorolla construye en su casa de Madrid. No solo copia algunos rincones concretos de los jardines sevillanos y granadinos que tan bien conoce, sino que, además, trasplanta a su jardín las fuentes, los azulejos, las columnas, las estatuas, los árboles frutales y las plantas ornamentales apasionadamente buscadas y traídas desde Andalucía.

La pretensión principal de Sorolla. Un jardín para pintar es profundizar en el conocimiento de todo el proceso de creación del jardín y transmitir al público visualmente la idea de toda la atención y el trabajo que Joaquín Sorolla le dedicó, enriqueciendo la visión de los cuadros con el trasfondo del propio ardor con que Sorolla acometió su tarea. La muestra presenta a un Sorolla maduro, que a lo largo de sus últimos años, en medio de los esfuerzos que le exige la realización del gran encargo de los murales de Visión de España para la Hispanic Society de Nueva York, encuentra el tiempo para pensar un jardín, trazarlo, plantarlo y cultivarlo, y sentarse por fin a disfrutarlo pintándolo -pues para Sorolla descansar y gozar eran lo mismo que pintar-: un Sorolla a la vez pintor y jardinero, como lo fueron otros pintores de su tiempo. Y finalmente, la de llamar la atención sobre los aspectos específicamente botánicos del jardín, que son los que le prestan todo aquello que Sorolla más estimaba: color, variedad, movimiento, vida.

Sorolla comienza a pintar los jardines del Real Alcázar de Sevilla y de la Alhambra de Granada en cada uno de sus viajes a Andalucía. Entre 1909 y 1911, coincidiendo con sus dos exitosas giras americanas, Sorolla comienza a cumplir uno de los grandes sueños de su vida: unir en un solo espacio su estudio y su casa, su pintura y su familia, todo ello amparado por un bello jardín. El actual Museo Sorolla de Madrid es la culminación de ese sueño, y su jardín constituye una de las obras maestras más importantes del artista.

A partir de 1911 y hasta que deja la pintura, en 1920, Sorolla dedicará una parte fundamental de sus esfuerzos creativos a la ideación y recreación de su jardín. Este periodo coincide precisamente con la mejor y más moderna pintura de jardines: es el momento en el que Monet desarrolla sus series en torno a los nenúfares; Renoir pinta en Les Collettes, en la Costa Azul; Bonnard compra Ma roulotte, en Vernonnet, en 1912; Kandinsky y Gabriele Münter son ávidos jardineros en la casa que comparten en Murnau, y Matisse adora pintar el jardín desde 1911 cuando comenzara retratando Issyles-Moulineaux.

 

 
 

Jardín de la Casa Sorolla

1920
Museo Sorolla

 

Un jardin para vivir. Un jardín para pintar

En 1909, a su regreso de los Estados Unidos, tras el éxito de sus exposiciones en Nueva York, Búfalo y Boston, Sorolla encarga el proyecto de su casa al arquitecto valenciano Enrique María de Repullés y Vargas, y recién obtenida la licencia para construir, en 1911, tuvo la oportunidad de comprar más terreno para ampliar el solar inicial. De este modo, reformado el proyecto, lo que iba a ser un pequeño un jardín cuadrado delante de una casa rectangular, se convirtió en una casa en forma de "L", abrazada por un jardín con la misma forma, como un yin y un yan. A esta hermosa casa se trasladó la familia a finales de 1911.

Aunque sus jardines fueron pensados para ser pintados y para disfrutarlos en familia, también debían cumplir su misión como espacio para la vida social, pues recibirían a su elegante clientela antes de adentrarse en el estudio, y a los amigos más cercanos para agradables tertulias y tés, al sol o bajo el pórtico del primer jardín en invierno, y a la fresca sombra de la pérgola en verano.

En vida de Joaquín Sorolla el jardín no estaba todavía cercado por los altos bloques de pisos actuales, el sol lo bañaba generosamente y florecía en abundancia, regalando su perfume pero sobre todo los colores que, sin duda, Sorolla había escogido con sus ojos de pintor.

 

 
 

Antiguo jardín del Alcázar de Sevilla

1910
Museo Sorolla

 

Primer jardín. Sevilla

El impacto que los jardines del Alcázar de Sevilla hicieron en Sorolla es fácil de percibir por la fuerza con que algunos de los motivos de jardín sevillano se manifestaron luego en el del pintor.

Los cuadros que representan el Jardín de Troya -o Rincón del Grutesco-, con su pórtico clásico, la escalera decorada con azulejo que le da acceso y la fuente de mármol se confunden fácilmente con los del propio jardín delantero, o primer Jardín, de la casa de Sorolla. Aunque éste, como el patio de la casa, fue trazado por el arquitecto, se ve la voluntad de Sorolla en la elección de esos motivos.

También la contundencia de los setos del Alcázar, tal como Sorolla los pinta, tiene su trasunto en este jardín, así como la brillante policromía de los azulejos que cubren el banco (sevillanos éstos, de la antigua casa Mensaque) y las contrahuellas de la escalera del pórtico, y también la forma de enmarcar el paso al segundo jardín con dos altas columnas rematadas en figuras escultóricas.

La fuente de mármol, con su taza lobulada, es otro recuerdo de la del Jardín de Troya. La actual fue colocada en el año 1914; antes hubo otra, que nunca gustó a Sorolla, y que desmontó colocando su taza redonda en el estanque del tercer Jardín.

 

 
 

Jardines de Carlos V, Alcázar de Sevilla

1910
Museo Sorolla

 

El patio andaluz

Fue trazado por el arquitecto a la vez que la casa y el primer jardín, como patio de luces para la zona interior de la casa. La composición del patio es la tradicional en cruz, con cuatro parterres y una fuente en el centro, cuyo diseño parece directamente inspirado en una de las fuentes que Sorolla pintó en el Alcázar.

Las especies escogidas son cipreses y adelfas. A juzgar por las numerosas veces que pinta cipreses en los patios de la Alhambra es indudable que la forma de estos árboles, con su fuerte acento vertical, le produjo una poderosa atracción; una elección en principio apropiada para las reducidas dimensiones del patio, aunque nunca llegaron a lograrse bien. La adelfa, tan valenciana, llegó a tener, si hemos de creer los cuadros de Sorolla, un momento de extraordinario esplendor.

Los azulejos garantizan la permanencia del color en todo tiempo: azules de la fábrica trianera de Mensaque los de la fuente; verdes y amarillos, de la fábrica talaverana de Ruiz de Luna, los de las galerías. Y la cerámica alegró siempre sus paredes, en estantes con cacharros y en numerosos azulejos antiguos enmarcados.

 

 
 

Rosas

Hacia 1900
Museo Sorolla

 

Segundo jardín. Roma y Granada

El segundo jardín, bisagra entre el primero y el tercero y ángulo de la "L" que forma el conjunto, fue el último en construirse. Seis años pasaron desde la inauguración de la casa hasta 1917, fecha en que al parecer quedó terminado. Las primeras ideas de Sorolla muestran una planta muy cuadrada, con una gran fuente de pie alto en el centro. El deseo del pintor de colocar una pérgola transformará la planta dándole un sentido longitudinal. Finalmente la pérgola se hará en el tercer jardín y se sustituirá por una columnata, que separa los jardines segundo y tercero en la actualidad.

La planta quedó definida como longitudinal con el diseño de los parterres y el canalillo o riad que discurre entre ellos, desde una fuente hundida de taza redonda, como las que Sorolla había visto en la Alhambra, hasta un pequeño estanque. El elemento definitivo para cerrar la perspectiva llegó con el regalo de una estatua romana, un togado que Sorolla recibió en 1916.

Todavía en 1917, en su último viaje a Granada, Sorolla busca en la Alhambra algunas ideas para su "nuevo jardincillo", que ese mismo año queda el jardín terminado. Curiosamente, siendo el jardín que más preocupó a Sorolla, como demuestran los numerosos dibujos en anotó sus ideas, fue luego el que menos pintó: el cuadro que aquí se presenta es el único que conocemos del conjunto de este jardín.

 

 
 

Reflejos de una fuente

1908
Museo Sorolla

 

El tercer jardín

El tercer jardín se construyó a la vez que el primero (1911): su rasgo principal era un estanque que, con su reflejo, multiplicaría la luz de este espacio, muy encerrado por la tapia de la casa vecina y por la propia casa de Sorolla. Lo preside un grupo escultórico. En este jardín los parterres se dejaron en principio sin rebordes y durante un tiempo creció con aspecto algo salvaje.

En 1915 Sorolla acometió la reforma de este espacio para colocar una pérgola y regularizar los parterres con bordes de obra rematados con aliceres alegre de cerámica blanca y azul. Alrededor del estanque se plantaron lirios blancos y morados, rododendros, hortensias y azaleas, y en un parterre lateral alhelíes rosados que Sorolla pintó varias veces.

La pérgola se convirtió en un lugar de reunión y así la vemos en sus cuadros, con sus mesas y sillas de mimbre blanco. Sigue siendo hoy el lugar favorito de los visitantes.

 

 
 

El Grutesco, Alcázar de Sevilla

1910
Museo Sorolla

 

Ejes, perspectivas y transiciones

El "paraíso doméstico" diseñado por Sorolla establece, pues, cuatro espacios claramente diferenciados: cuatro jardines, cuatro conceptos, cuatro funciones perfectamente imbricados y encadenados a través de una fuerte estructura axial. Así, los dos ejes articulados en "L" siguen la forma de la parcela y unen los jardines entre ellos mediante circulaciones en codo y visuales oblicuas que permiten un descubrimiento lento y pausado de las relaciones inter-espaciales: el jardín se van desdoblando incesantemente, desvelándose ante el espectador.

El trabajo de Sorolla residirá en desarrollar un complejo proceso proyectivo en el que el jardín salta de las dos dimensiones del lienzo a la realidad física del jardín, en un proceso de ida y vuelta que generará un sin fin de posibilidades pictóricas, fuente de inspiración para muchos de sus cuadros. Unos reducidos metros cuadrados se convertirán en infinitas instantáneas fugaces de momentos aún más transitorios, intuitivos, despreocupados, alegres; construcción intelectual de una necesidad vital del artista.

 

 
 

Fuente del Alcázar de Sevilla

1908
Museo Sorolla

 

Elementos y detalles

Los jardines fluyen uno detrás de otro a través de los ejes y sus elementos focales, de sutiles perspectivas con elementos de transición y puntuación: escalones que salvan los desniveles, columnas que subrayan las conexiones entre cada jardín y su vecino, fuentes, solados, bancos y tiestos de cerámica de vivos colores. Mención especial debe hacerse a las esculturas, actores principales de la vida de jardín que, marcando ejes de perspectiva, aportan sensualidad y movimiento frente a la trama axial del jardín.

Cada uno de los detalles que aún hoy podemos ver del jardín que soñó el pintor está meticulosamente pensado por la mirada del artista que tiene ya en su cabeza la idea de los cuadros que en él pintará cuando esté construido, plantado y florecido. Es la recuperación de la esencia de nuestros jardines en el llamado jardín neo-español, del que Sorolla será precursor.

 

 
 

Jardines de Carlos V en el Alcázar de Sevilla

1908
Museo Sorolla

 

Las especies del jardín

Son numerosas las especies vegetales que pueden identificarse en los cuadros pintados por Sorolla y en las fotografías tomadas en su casa de Madrid. Los jardines que visita y tiene ocasión de pintar en sus numerosos viajes por España, le brindan la oportunidad de descubrir el potencial estético de muchas de las plantas que posteriormente enviará a Clotilde con instrucciones precisas sobre cómo utilizarlas en su propio jardín. Éstas constituyen piezas fundamentales en la composición de perspectivas y transiciones, dotando de fuerza a sus escenografías, y le permiten volver a demostrar su maestría en el tratamiento de la luz ahora tamizada a través de las hojas de los árboles.

A esa intencionalidad estética y sensorial de las plantas utilizadas y retratadas por Sorolla se une una segunda lectura que nos habla de siglos de descubrimientos botánicos, avances en las técnicas de jardinería, esquemas de plantación heredados de otros tiempos y reminiscencias simbólicas que Sorolla fusiona con gran acierto para constituir un documento único y personal.

 

 
 

Patio de la Justicia, La Alhambra de Granada

1909
Museo Sorolla

 

Del 5 de julio al 15 de octubre de 2017 en CaixaForum Sevilla (Camino de los Descubrimientos,
esquina con la calle de Jerónimo de Aguilar) Horarios: lunes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas.

 

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Fuente árabe del Alcázar de Sevilla

1908
Museo Sorolla

 

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