BREVE SÍNTESIS DE LA EVOLUCIÓN DE LA
ICONOGRAFÍA DE JESÚS CON LA CRUZ AL HOMBRO (I)

Rafael Martín Hernández


 

Después de la iconografía de Cristo Crucificado, la representación de Jesús con la cruz al hombro o Jesús Nazareno ha sido muy interpretada por el arte cristiano y ha calado profundamente como uno de los misterios pasionistas de mayor devoción. Su composición de marcha hacia delante la ha hecho muy apropiada para ser concebida como imagen procesional, además de ser capaz de suscitar un gran fervor piadoso.

Si bien la evolución de esta representación sacra no ha sido tan estudiada como la de Jesús en la Cruz, intentaremos hacer una síntesis de los momentos históricos más trascendentales y cómo su iconografía ha sido reinterpretada en contadas ocasiones.

 

 

PALEOCRISTIANO

Las representaciones artísticas de Jesús llevando la cruz no aparecieron en los primeros años del Cristianismo. Es un hecho que la representación de la cruz no se empleó hasta su hallazgo atribuido a Santa Elena en el año 335.

La primera representación de Jesús con la cruz al hombro data del año 350. Se trata del Sarcófago 171 del Museo Pio Cristiano del Vaticano. En él se representa al Cirineo cargando la cruz con el patibulum hacia arriba en la primera de las cinco escenas. En la segunda figura la coronación de espinas y en la tercera aparece la cruz victoriosa techada por el crismón y flanqueada en el crucero por las aves de la resurrección. Bajo ésta aparecen dos soldados romanos dormidos guardando el sepulcro.

Un segundo ejemplo se conserva en el Museo Británico, y corresponde a una píxide o caja en la que se representa a Jesús tomando la cruz en el Pretorio. Del siglo IX se conoce una representación de Jesús con la cruz en el Codex Aureus del Monasterio del Escorial. En éste aparece barbado, con el cabello oscuro y con la cruz también invertida.

Durante el Románico hay un gran vacío en la representación del Nazareno, pues en este periodo no se deseaba plasmar tanto los dolores humanos de Cristo, como su carácter celestial y todopoderoso.

 

 

GÓTICO

La verdadera contemplación del Jesucristo hombre arrancó en el Gótico allá por el siglo XIII con San Francisco de Asís. Junto a ello surgió la devoción a la Cruz y a la Sangre de Cristo. La primera de las congregaciones destinadas al culto de la Vera-Cruz fue la de Santo Toribio de Liébana en 1181.

Una de las primeras representaciones de Jesús Nazareno del gótico se puede contemplar en la vidriera de la Redención de la Catedral de Chartres. En una de las escenas de la parte superior aparece Jesús llevando la cruz por primera vez por el patibulum. Ello responde a la nueva necesidad de transmitir una visión piadosa, más que simbólica, de la aceptación del martirio.

La mayoría de las obras que reproducen este tema en estos siglos son de origen flamenco y de carácter retablístico, como el altorrelieve central del Retablo de la Santa Cruz de la Iglesia de San Lesmes de Burgos, donde se refleja más el carácter humano y dramático de la escena.

 

 

RENACIMIENTO Y MANIERISMO

A principios del siglo XVI, aún con un poso goticista, encontramos importantes ejemplos, caso de los relieves que el escultor Damián Forment esculpió en varios de sus retablos para la Corona de Aragón. Uno de los más bellos es el Retablo Mayor de la Catedral de Huesca. En la calle izquierda se trata este tema con gran belleza y serenidad, preconizando los nazarenos barrocos.

En el Retablo Mayor de la Catedral de Sevilla se puede contemplar también una escena de Jesús con la cruz al hombro, obra de Jorge Fernández Alemán (1518-1526). Se trata de la más antigua de la ciudad y plantea la escena con cierto carácter simbólico, con la imagen de Cristo abrazado a la cruz invertida y con gran serenidad en la expresión.

Aunque arrancara en el Gótico, encontramos en el segundo cuarto del siglo XVI ejemplos de una nueva representación de Jesús como fuente de vida abrazado a la Cruz y exprimiendo la llaga de su costado como el del Retablo de San Pedro de la Catedral de El Burgo de Osma (Soria). Para encontrar una escena de gran formato habría que esperar al año 1587, cuando Juan de Oviedo y de la Bandera esculpió el Relieve para el Convento de Santa María de Jesús (Sevilla), repitiendo la fórmula del nazareno abrazando la Cruz por el stipes.

No será hasta mediados del siglo XVI cuando aparecerá la imagen de Nazareno de bulto redondo y con marcado carácter devocional. Muchas de estas imágenes se realizaban íntegras, ahuecándose en los casos en que estaban destinadas a procesionar. Es entones cuando destacó la figura de Pablo de Rojas como el creador del Nazareno procesional andaluz. Rojas se convirtió en el eslabón que enlazó el romanismo manierista con el naturalismo barroco, revitalizando la imagen procesional, tradicionalmente asignada a escultores menores. Una de sus mejores es el Nazareno de Priego de Córdoba, aunque ha llegado a nosotros mutilado para ser vestido y con pelo natural.

No es hasta el último cuarto del Quinientos cuando están documentados los primeros concebidos para ser vestidos. Estos solían tener el cuerpo realizado en pino, desbastado o anatomizado de forma muy somera. Estaban también provistos de articulaciones en codos y hombros para permitir asirse al madero. Uno de esos cristos es el Nazareno de Utrera (Sevilla) de Marcos Cabrera, fechado en 1597. Otro ejemplo es el Nazareno de las Tres caídas de Triana (Sevilla), de autor anónimo pero atribuido a Juan Bautista Vázquez el Viejo. Representa la iconología apócrifa de las tres caídas, tema de marcado carácter piadoso de origen en el Gótico.

Dos nazarenos de marcados rasgos manieristas son el Nazareno de la Corona y el Nazareno del Silencio, ambos también en Sevilla: el primero, propiedad de la Iglesia del Sagrario de la capital hispalense, posee una postura forzada para ser contemplado desde un único punto de vista lateral. Plantea al Nazareno abrazado al stipes soportando el peso sin aparente esfuerzo físico, como si alzara un estandarte que pregonara su victoria sobre el pecado y la muerte; el segundo, obra de Francisco de Ocampo hacia 1609-1611, a diferencia del anterior está concebido como imagen procesional y posee un marcado contraposto muy elegante y contenido, pues es una síntesis entre las fórmulas manieristas y realistas influenciadas por Montañés.

 

 

Nota de La Hornacina: Extracto de un artículo publicado en el nº 4 de la revista Carrera Oficial
(Cádiz, 2007). Agradecemos la colaboración de su director Jesús Manuel Sánchez Pavón.

 

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