EL BELÉN QUITEÑO DEL CONVENTO DE LAS CARBONERAS EN MADRID

Javier García Martín (15/12/2012)


 

 

Con la colonización del continente americano la vieja Europa introdujo pronto en los territorios conquistados el estilo, las maneras y las corrientes en las que por aquel momento se movía el arte.

La imaginería barroca, clara y concisa para los fines evangelizadores, viaja en barco al Nuevo Mundo donde acabará siendo asumida como estilo propio por los nativos sin pregonar planes ni proyectos.

Nace así un estilo artístico mestizo, verdaderamente sincrético al aportar los indígenas, en mayor o en menor medida, rasgos, motivos y vestimentas propias de la cultura local.

 

 

De esta manera nace el Barroco de la llamada Escuela Quiteña, cuya actividad se circunscribe a la antigua Audiencia y Cancillería Real de Quito en tiempos de la colonia española.

De aquella escuela del siglo XVII proviene este belén. Se trata del conjunto escultórico que representa el Nacimiento de Cristo, perteneciente al Convento del Corpus Christi (MM Jerónimas, llamado de las Carboneras por recibir un lienzo de la Inmaculada Concepción hallado en una carbonería cercana) de Madrid desde su fundación en el año 1605. El grupo se exhibe cada Navidad tras las rejas de la clausura.

Aunque no existe documentación al respecto, tradicionalmente se ha indicado que pudo llegar al convento desde Sevilla junto con otros bienes donados por una devota.

 

     
     
 

 

El conjunto se divide en tres escenas: la principal compuesta por la Virgen y San José a ambos lados del Niño Jesús, la del "caballero de la estrella" que guía a los Magos y el "heraldo" que anuncia la llegada del Mesías y, finalmente, la de los tres Magos de Oriente montados a caballo.

La escenografía se completa con la mula y el buey y dos ángeles o querubines que parecen asir sus manos para sostener algún tipo de cortinaje o realizar alguna ofrenda.

La decoración, que varía cada año, incluye en esta ocasión dos pequeños lienzos que representan la Huida a Egipto y la Anunciación. Dos pequeñas lamparillas de aceite iluminan la recogida escena engalanada con ornamentación vegetal y algunas granadas como símbolos de Resurrección.

 

     
     
 

 

La iconografía de este brillante misterio nos hace imaginar la Navidad en las iglesias, conventos y palacios de España antes de la introducción del popular pesebre napolitano durante el reinado de Carlos III.

Es el Barroco de ida y vuelta, el que partía en galeones desde Andalucía (Montañés, Mesa, Tacca, Pereira y tantos otros) y volvía transformado, con los ojos almendrados de tanta luz, de tanto visto. El viejo Misterio representado por el Nuevo Mundo.

 

 

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