SEMANA SANTA

Sergio Cabaco y Jesús Abades

 

Con el fin de contribuir a que Córdoba sea Capital de la Cultura en el año 2016, se realizó este especial formado por 20 entregas en el que haremos un repaso por el rico patrimonio de la ciudad andaluza. Los mejores historiadores e investigadores sobre la ciudad, junto con nuestras modestas aportaciones, darán forma a un interesante recorrido que podrán consultar a través del banner correspondiente en la página principal de contenidos. Al mismo tiempo, tendrán un enlace de cada entrega en la sección Atajos, donde quedará definitivamente inserto una vez concluido.

 

 
     
     
Cristo de las Penas
 
Cristo de la Salud (Via Crucis)

 

El Domingo de Ramos procesiona el CRISTO DE LAS PENAS, una interesante representación de Cristo muerto en la cruz del siglo XVI, venerada en un principio como Cristo de la Sangre y realizada siguiendo los criterios de la estatuaria gótica, imperantes en las centurias anteriores. Jesús inclina suavemente la cabeza hacia el lado derecho. La corona de espinas ha sido esculpida en el mismo bloque craneal y el cabello y la barba son lacios y trabajados mediante finas estrías. Los ojos se hallan cerrados y, al igual que las pestañas, han sido pintados en la madera. La nariz es ancha y la boca, entreabierta, permite ver la dentadura tallada. Los brazos aparecen alineados con el travesaño del madero y las manos, semicerradas, tienen los dedos muy flexionados por la rotura de los nervios. La abocetada anatomía revela estilos propios del pasado, de ahí que su catalogación se haya prestado a confusiones. El tronco de la imagen, al contrario de lo habitual, carece de cámara de aire y está realizado en un sólo bloque de madera. El sudario es una banda horizontal que forma un gran lazo en la cadera derecha. Se halla crucificado por tres clavos, montado el pie derecho sobre el izquierdo. Fue restaurado por Francisco Peláez del Espino (1984), quien desinsectó la talla, reparó y limpió la policromía, reintegró piezas perdidas de la corona y arregló dos dedos fracturados de la mano izquierda. A sus pies procesionan La Virgen de los Desamparados y San Juan Evangelista, obras del sevillano Antonio Eslava Rubio (1973) restauradas por Juan Ventura.

El Lunes Santo sale el CRISTO DE LA SALUD dentro de la Cofradía del Via Crucis. El Crucificado, que no lleva paso y es portado a hombros de hermanos nazarenos. Se halla clavado por tres clavos a un madero de sección cilíndrica y arbórea. Es obra del círculo de Roque Balduque (1590), tallada en madera de pino de Flandes. Luce potencias de plata y corona de espinas, trenzada y ramosa, labrada en el mismo bloque del cráneo. El paño de pureza es una banda horizontal y ceñida que forma un lazo en la cadera izquierda y caída vertical con cierto vuelo. La policromía de la figura es aceitunada, con livideces que delatan la muerte de Jesús en el madero. La cabeza aparece desplomada hacia el lado derecho y los miembros se encuentran agarrotados por el rigor mortis. El rostro es alargado, con los ojos policromados en la madera, la nariz afilada y los labios entreabiertos, dejando ver los dientes superiores tallados. La cabellera, al igual que la bífida barba, es larga y trabajada con finos mechones, cayendo algunos de ellos por el hombro derecho. Los brazos, con los músculos y tendones muy marcados, se alinean con el travesaño del madero, mostrando los dedos de las manos en señal de bendecir. El tórax del Varón presenta las costillas resaltadas y el vientre hundido, mientras las piernas aparecen separadas y algo adelantada la derecha con respecto a la izquierda. Los regueros de sangre se concentran en la cabeza, cuello, costado derecho, manos, rodillas y pies de la imagen, siendo cinco el número de heridas. A pesar de ciertas diferencias, el estudio anatómico y la composición nos acercan a los modelos de Balduque. Fue restaurado en 1974 por Miguel Arjona.

 

 
     
     
Cristo del Remedio de Ánimas
 
Virgen de las Tristezas

 

También el Lunes Santo desfila la Cofradía del Remedio de Ánimas. Su cortejo es muy singular, con los nazarenos portando faroles, los rezos del rosario en voz alta, los peculiares pasos (portados a ruedas; diez y nueve costaleros en los de Cristo y Virgen, respectivamente, cuidan de la dirección de los mismos), cánticos gregorianos y elementos del cortejo como la calavera coronada sobre un almohadón, simbolizando el triunfo de la muerte. Anónimo del siglo XVII, el CRISTO DEL REMEDIO DE ÁNIMAS aparece clavado por tres clavos de plata, con forma de azucena, en una cruz arbórea, provista de corteza y nudos tallados. El cabello, formado por ondulados mechones que caen por la espalda y sobre el hombro derecho, se encuentra oculto bajo una espesa peluca de pelo natural. La corona de espinas, cincelada en oro de ley por manos anónimas (siglo XVII) y adornada con motivos florales, se superpone al postizo. Es un Cristo muerto, con la cabeza levemente abatida hacia el lado derecho. El rostro, de gran dulzura en sus facciones, muestra los ojos cerrados, las cejas en forma de arco, los párpados muy abultados, la nariz semítica y los labios entreabiertos, dejando ver los dientes superiores tallados. El torso es fuerte y ancho, propio de una escultura heroica e imponente en el madero, con las costillas y los músculos abdominales muy marcados. Los brazos se hallan alineados con el travesaño del madero y las manos, semicerradas, presentan los dedos flexionados. Un faldellín de tejido brocado, anudado en el costado izquierdo, cubre el sudario original tallado en la madera. Las piernas se hallan muy unidas, con el pie derecho superpuesto al izquierdo. La policromía se encuentra muy oscurecida por el tiempo y posee abundantes regueros de sangre y gotas repartidas por toda la lacerada piel.

Respecto a la VIRGEN DE LAS TRISTEZAS, de cuidada corrección formal, se relaciona con la Abadesa del Llanto en la nobleza del porte y el expresivo dolor. Es obra de candelero para vestir del primer cuarto del siglo XVIII y perteneció a un convento de monjas cordobesas, siendo adquirida en 1975 a un anticuario de Écija (Sevilla) y restaurada ese mismo año por Miguel Arjona. El rostro, muy lloroso y compungido, se enmarca con elegante rostrillo de plata dorada, cincelado por Alfonso Luque (1986) con incrustaciones de oro y pedrería. Los grandes ojos de cascarilla, nublados por el llanto, miran hacia el infinito. Las pestañas superiores son postizas, mientras que las inferiores han sido sutilmente pinceladas en la madera. La nariz es de perfil clásico y los entreabiertos labios, emitiendo un sollozo, permiten observar los dientes superiores tallados. Lleva seis lágrimas de cristal, tres en cada mejilla. Las manos aparecen entrecruzadas, en actitud de recogido rezo, con el rosario dispuesto sobre ambas. La imagen va vestida de dama de luto, al estilo de la desaparecida imagen madrileña de La Soledad, del escultor Gaspar Becerra. Lleva un escapulario en el pecho y una corona de plata dorada, de Luque, ciñendo sus sienes.

 

 
     
     
Jesús de la Pasión
 
Jesús Caído

 

El Miércoles Santo procesiona JESÚS DE LA PASIÓN, Nazareno erguido y solo que porta una cruz arbórea. El rostro, muy hermoso, posee una acusada expresión de dolor, lo que se traduce en unas cejas levantadas y pintadas, quedando el entrecejo fruncido en forma de uve. Los ojos, surcados por profundas ojeras, están pintados en la madera, la nariz se halla perfilada al modo hebraico, los pómulos son prominentes y se encuentran visiblemente contusionados, y el bigote, partido al centro, muestra un marcado hoyito bajo entre la nariz y los entreabiertos labios, dejando visibles los dientes superiores. Cabello y barba, partidos al medio, han sido minuciosamente esculpidos, pormenorizando en los filamentos capilares. La cabellera se recoge hacia atrás y cae sobre la espalda, descubriendo ambas orejas. Las carnes, policromadas en tonos cálidos, muestran regueros de sangre poco abundantes y distribuidos irregularmente sobre el rostro hasta alcanzar el cuello. La corona de espinas, culpable de las heridas en la plegada frente, es sobrepuesta. Los tendones y venas del cuello y las manos se presentan muy marcados por los padecimientos físicos al cargar con el pesado leño; los dedos, crispados, se arquean sobre el travesaño. A pesar de su agonía, el Varón se muestra bastante erguido y en decidida actitud caminante, lo que aumenta la impresión de inestabilidad y movimiento. En líneas generales, la composición es majestuosa, aunque trasluce un profundo abatimiento y extenuación. Al girar suavemente Jesús la cabeza a la derecha y proyectar su mirada hacia abajo, la conmoción del fiel se intensifica ante sus tormentos. Es obra anónima del siglo XVII, aunque ha sido muy restaurado: en el año 1941 Juan Martínez Cerrillo le talló la corona y la cabellera en madera, ya que la primitiva era de pelo postizo, y en 2002 Antonio Bernal Redondo hizo nuevas articulaciones en los brazos, retalló la cabellera, realizó nueva corona y recuperó parcialmente la policromía original del Seiscientos.

El Jueves Santo sale la popularmente conocida como la Cofradía de los Toreros, llamado así por su vinculación con dicho gremio. Entre los hermanos que han pertenecido a ella se encuentran figuras como Manolete o Lagartijo. Su titular es JESÚS CAÍDO, una obra del círculo de Pedro de Mena (hacia 1700). En su caminar hacia el Calvario, cae en tierra por el peso de la cruz que carga trabajosamente sobre su hombro izquierdo. Posee peluca de pelo natural para realzar el naturalismo de la talla y darle mayor movimiento durante la procesión. Jesús ladea la voluminosa testa y baja ligeramente la mirada, derrotado por el esfuerzo. La corona de espinas, cincelada en plata dorada por Ángel Barbudo (1898), es superpuesta. El rostro, de recia belleza varonil, se halla surcado por finos hilos de sangre. El dramático realismo de la composición presenta semejanzas con la hechura del Cristo de la Oración en el Huerto, titular de la cofradía homónima cordobesa, vinculado a la misma escuela aunque en fecha algo más temprana. Los ojos del Cristo Caído son vítreos con las pestañas inferiores pintadas y postizas en el párpado superior. La boca, abierta y jadeante, permite ver al espectador los dientes superiores tallados. La mano izquierda abraza el travesaño del madero, mientras que la derecha se apoya sobre el rugoso suelo, en actitud de querer retomar su camino.

 

 
     
     
Jesús Nazareno
 
Virgen Nazarena

 

También en la jornada del Jueves Santo encontramos por las calles cordobesas a la Cofradía del Nazareno, tras hacer estación de penitencia el Martes Santo y en la Madrugada del Viernes Santo. JESÚS NAZARENO, tallado en álamo blanco policromado, es obra sevillana de finales del siglo XVI. Al igual que Jesús de la Pasión, representa a Jesús erguido y solo, con la cruz a cuestas, que porta sobre su hombro izquierdo y de manera inversa a la habitual. El modelado de cabello y barba, la prominente nariz, los párpados caídos y abultados, los labios carnosos y el empaque en general de la figura nos remiten a los modelos heredados de artistas como Juan Bautista Vázquez El Viejo. El Varón inclina la cabeza hacia la derecha y dirige la resignada mirada al suelo. La corona de espinas, de tipo trenzado, ha sido elaborada en el mismo bloque craneal. Los ojos y las pestañas son policromados en la madera. La boca se halla semicerrada. La mano derecha reposa sobre el travesaño del madero, mientras la izquierda se eleva para aferrar el stipes. La imagen, de talla completa y brazos articulados, aparece revestida con túnica de terciopelo rojo, bordada en oro por las Madres Hospitalarias de Montellano (Sevilla). El madero, de sección lisa y rectangular, fue labrado en plata de ley por Francisco París (1859).

De la VIRGEN NAZARENA, titular mariana de dicha corporación, Francisco Romero Zafra ha dicho que "posee gran expresividad, sentimiento y anatomía; de las Dolorosas de Córdoba, creo que es la que mejor representa su papel: el drama dulcificado". Esta extraordinaria talla, que procesiona bajo palio, ha sido considerada de la escuela napolitana del siglo XVIII y, dentro de nuestro país, del quehacer de Blas Molner, valenciano afincado en Sevilla, y del cordobés Alonso Gómez de Sandoval, activo durante el siglo XVIII. En nuestra opinión, se trata indudablemente de una obra dieciochesca, posiblemente realizada por un imaginero napolitano de la época, influido a su vez por los cánones sevillanos, y domiciliado en la ciudad de Córdoba o en la vecina Sevilla. La Dolorosa, de pie, manifiesta su dolor con la mirada elevada hacia el Padre y las manos extendidas, en señalada actitud declamatoria. Los ojos, arrasados por el llanto, son de cristal, con pestañas superiores de pelo natural. Seis lágrimas de cristal surcan sus mejillas, tres en cada una de ellas. La nariz es de perfil clásico. Los labios, muy picudo el superior al uso italiano, se hallan muy abiertos, como corresponde al dramático expresionismo barroco del que está imbuida la obra. Los dientes superiores han sido esculpidos en la madera. Pese a la violenta postura hacia arriba y al lado derecho, el cuello ha quedado prácticamente sin anatomizar. Las carnaciones son lechosas. Como suele ser habitual en este tipo de piezas, porta en sus manos los atributos del pañuelo y el rosario.

 

 
     
     
Cristo de Gracia (Esparraguero)
 
Virgen de los Dolores

 

Otra venerada imagen del Jueves Santo cordobés es el CRISTO DE GRACIA, apodado El Esparraguero por la devoción que desde tiempos remotos le profesan los recolectores de espárragos. La hechura cristífera, labrada en torno al año 1618 por escultores indígenas de Puebla de los Ángeles (México), está realizada con un armazón de lino encolado, compuesto por partes diferentes y ensambladas, sobre el que se colocaron cañas de maíz que, posteriormente, fueron cubiertas con una capa de lino encolado para modelarlas y poder aplicarle una capa de yeso con el fin de proceder a su policromado. Como es habitual en este tipo de obras de cañaheja o pasta de maíz policromada, se halla provista de peluca postiza, faldellín y corona de espinas superpuesta -en este caso, cincelada en plata dorada por Alfonso Luque (2003)- para potenciar su naturalismo. La cabeza aparece totalmente abatida a la derecha, casi paralela al travesaño del arbóreo madero. La barba, bífida y puntiaguda, ha sido labrada mediante finas estrías. Los ojos son labrados y pintados, los entreabiertos labios permiten ver los dientes superiores y ambas orejas han sido modeladas. Las limitaciones del material condicionan las precisiones anatómicas de la talla, que presenta el tórax ancho, los brazos alargados, las manos abiertas con los dedos en señal de bendición y las piernas unidas, superponiendo el pie derecho sobre el izquierdo. Se observan numerosas heridas por todo el cuerpo, con abundancia de hematomas, llagas y cardenales que convierten su policromía en un auténtico lienzo de sangre. En 1982 fue restaurada por Miguel Arjona Navarro, quien realizó una estructura metálica interna para reforzar su frágil estructura. A sus pies procesionan la Virgen de los Dolores y Misericordia, San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, imágenes anónimas de vestir pertenecientes a la escuela valenciana de finales del siglo XIX.

Por último, no podía faltar en este escueto repaso la VIRGEN DE LOS DOLORES, la llamada Dolorosa de Capuchinos y Abadesa del Llanto, icono por excelencia de la Semana Santa cordobesa. Labrada por Juan Prieto en el año 1718, se trata de una de las representaciones más logradas y devotas de la Virgen en sus Dolores que reciben culto en Andalucía. Como hemos apuntado, presenta semejanzas con la Virgen de las Tristezas, caso del rostrillo que enmarca la mascarilla, las pálidas carnaciones y el carismático modo de vestir al estilo monjil del siglo XVIII, directamente inspirado en la desaparecida Virgen de la Soledad que labrara el giennense Becerra. La Virgen de los Dolores inclina ligeramente la cabeza hacia el lado izquierdo y mantiene la mirada baja, acusando su aflicción. Los ojos, policromados en tonos castaños, son de cascarilla, con pestañas postizas en los párpados superiores. La nariz es recta y alargada, y la menuda boca, de labios finos y perfilados, se halla entreabierta y permite ver los dientes superiores tallados. Lleva siete lágrimas de cristal en alusión a los Siete Dolores de María, cuatro en la mejilla derecha y tres en la izquierda. Las manos aparecen extendidas, portando un pañuelo en la derecha y un rosario en la izquierda, aunque a veces lleva entre ambas la corona de espinas de Cristo. El candelero interno es de base ovalada. Según Ginés Liébana, "es la imagen más tradicional de la Semana Santa de Córdoba, la más poética, en esa plaza única que parece un decorado de película. Es una imagen muy especial, tiene cierta arrogancia en el gesto que la diferencia de otras Vírgenes. Ella está como estirada, basta ver el gesto de su cara y la posición de sus manos". A modo de curiosidad, mencionar que procesiona sin palio, que posee cuatro ricos mantos de salida que alterna -tres bordados en oro y uno en plata-, y que su granadino autor se vio obligado a labrar nueva cabeza al año siguiente de su ejecución, que es la que actualmente conocemos, al no ser la primitiva del agrado de la cofradía.

 

Fotografías de Antonio Arrebola Romero y Valentín Moyano

 

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