EL PATRIMONIO COFRADE II: ARQUITECTURA

Javier Prieto para Patrimonio y Cofradías


 

 

La constitución del patrimonio de las cofradías sigue una línea de prioridades, casi a la manera de la pirámide de Maslow: una vez que se cuenta con una imagen a la que rendir culto es necesario buscarle un espacio donde hacerlo; de esta manera, se impulsa la instalación de altares, retablos, la construcción de capillas e incluso, en algunos casos, la erección de iglesias que son propiedad de la cofradía.

La arquitectura promovida por y para las cofradías suele estar marcada por la funcionalidad de los espacios. Templos adaptados para el culto a las imágenes titulares y la organización de la vida de la cofradía, suelen contar con puertas amplias para la organización de procesiones y, en ocasiones, con espacios anexos para almacenamiento y tesoro. No obstante, insistiendo de nuevo en los múltiples matices del patrimonio cofrade, podemos hablar de varias categorías de arquitectura cofrade.

El espacio arquitectónico más común es la capilla, construcciones anexas a la iglesia titular en la que se erige la cofradía que solían ir acompañadas de una fundación para sostener su conservación. Se solían cerrar mediante rejería y acogían las imágenes titulares durante el culto diario, celebrándose las funciones en la propia capilla, mientras que para las celebraciones principales se solían trasladar las imágenes al presbiterio del templo.

En un principio, se trataban de pequeños espacios anexos a la iglesia matriz. Un buen ejemplo es la actual capilla de la hermandad sevillana de los Javieres (imagen superior), donde se fundaría la Hermandad del Silencio en el año 1340. Se trata de una capilla de planta cuadrada situada en la nave izquierda del templo, cubierta por una cúpula sustentada sobre trompas (Silencio, nº 130, pp. 42-43). A medida que avanzan los siglos, las capillas anexas amplían sus dimensiones, adquiriendo casi planta de iglesia aunque comunicada con el templo matriz. Buen ejemplo son la capilla de Nuestra Madre de las Angustias de Zamora, construida a partir del año 1581 junto a la iglesia de san Vicente Mártir, o la capilla de la citada Hermandad del Silencio de Sevilla en su actual templo de San Antonio Abad (Silencio, nº130, pp. 44-48).

De entre todas las cofradías el principal exponente en cuanto a construcción de capillas en el interior de las iglesias son las hermandades sacramentales, titulares de las grandes capillas dotadas de valiosas obras de arte destinadas a guarecer y fomentar el culto al Santísimo Sacramento.

Otra tipología de construcción recurrente eran los humilladores y ermitas, pequeños edificios construidos, por lo general, en las afueras de la localidad. Suelen estar vinculados a procesiones, rogativas y romerías, como la Ermita del Cristo de Valderrey en Zamora. Con los mismos criterios de espacio reducido se construían también pequeñas capillas urbanas, muchas de ellas perdidas por el desarrollo urbanístico, caso de la ermita zamorana de Nuestra Señora del Socorro, ubicada en las inmediaciones de la plaza de Viriato; o ampliadas por el desarrollo de la hermandad, como la capilla de la Cofradía del Baratillo en Sevilla.

Los procesos de desamortización también fomentaron la presencia de capillas en el entramado urbano, ya que muchos conventos y hospitales desaparecieron, quedando sólo en pie las capillas custodiadas por cofradías y hermandades. Es el caso de la capilla de la hermandad sevillana de Monte Sión.

 

 

La etapa de esplendor que las cofradías vivieron durante el periodo barroco propició la construcción de templos propios. Las cofradías decidían levantar sus propias sedes para albergar a sus titulares y celebrar sus nutridas funciones, motivadas además por la búsqueda de cierta independencia respecto al control de la parroquia.

Se trata de un fenómeno común en Castilla y León, especialmente en la ciudad de Valladolid, donde las grandes cofradías erigieron notables templos que actualmente simbolizan su época de mayor auge. Tenemos los siguientes ejemplos: iglesia de la Pasión, construida a partir de 1577 por la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo; de la misma época son las iglesias de la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz (imagen superior) y la de la Cofradía de las Angustias; algo más tarde, a mediados del siglo XVII, construye también iglesia propia la Insigne Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Un ejemplo singular por su gran belleza es la iglesia de la Vera Cruz de la cofradía homónima de Salamanca, erigida bajo proyecto de Gil de Hontañón a mediados del siglo XVI. Fue reformada por Joaquín Churriguera en 1714 y declarada BIC el 25 de marzo de 1983. En Sevilla encontramos dos ejemplos: la iglesia de Nuestra Señora de la O, construida por la cofradía sobre los terrenos de un antiguo hospital en 1702 (desde 1911, cedida para uso parroquial), y la iglesia de San Antonio Abad, propiedad de la Hermandad del Silencio por donación del monarca Carlos IV mediante Real Orden de 15 de septiembre de 1793.

A partir de mediados del siglo XX la nueva etapa de esplendor de las cofradías, especialmente penitenciales, provoca un nuevo proceso de reforma y construcción de templos y capillas, que encuentra su respaldo en la autoridad eclesiástica con la concesión a varios de ellos del rango litúrgico de Basílica Menor. Así, las dos grandes devociones de Sevilla inician el proceso para la construcción de templos propios: en 1949 la Hermandad de la Macarena bendice su nuevo templo de planta tradicional con gran nave central, amplio presbiterio y capillas laterales; por su parte, la Hermandad del Gran Poder bendice su nueva capilla, de planta circular, en 1965. Ambas iglesias fueron posteriormente consagradas como Basílicas, la de la Esperanza Macarena en 1966 y la dedicada al "Señor de Sevilla" en 1992. También en 1988 la hermandad malagueña del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza construyó un nuevo templo (imagen inferior) para sus titulares consagrado como Basílica Menor el mismo año. En fechas recientes ha alcanzado este rango la capilla de la hermandad sevillana del Cachorro, siendo la primera basílica del barrio de Triana.

Las cofradías no sólo tenían capillas e iglesias. La actividad de la hermandad exigía poseer dependencias anexas vinculadas a sus distintas naturalezas: hospitales para labores asistenciales (caso de la cofradía cordobesa de Nuestro Padre Jesús Nazareno), paneras o salas de pasos (caso de la Hermandad de la Crucifixión, del municipio vallisoletano de Medina de Rioseco) o las actualmente conocidas como casas de hermandad.

De este último tipo de construcciones, dedicadas a la atención de los cofrades y las tareas rutinarias de la cofradía, una de las primeras referencias la encontramos en Zamora y en el año 1503. En las Ordenanzas de Nuestra Señora de San Antolín y del Señor Santiago de la ciudad de Zamora, actual Cofradía de Nuestra Señora de la San Antolín o de la Concha, se cita la existencia de una sala donde los cofrades se reunían para compartir decisiones y mantel. La misma se encontraba en la calle Toral, situada en los aledaños de la sede la cofradía.

 

 

Nota de La Hornacina: Javier Prieto es gestor cultural.

 

Fotografía de Sevilla de Pepe Becerra para http://leyendasdesevilla.blogspot.com.es
Fotografía de Málaga de www.pasoyesperanza.com
Fotografía de Valladolid de Vicente Camarasa para http://domuspucelae.blogspot.com.es

 

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