EL CRISTO DE LA EXPIRACIÓN DE MÁLAGA. CINCO IMÁGENES PARA UNA ADVOCACIÓN

Rafael Rodríguez Puente


 

 

 

Que la malagueña efigie del Cristo de la Expiración de Mariano Benlliure es una de las más sobresalientes creaciones de la escultura procesional del siglo XX es una afirmación que pocos historiadores cuestionan. Su equilibrada composición, el estudio preciosista del cuerpo, el magistral equilibrio de los volúmenes y el excelente tratamiento de la policromía , en tonos suaves con acentuación en los entrantes, todo ello resuelto con una impecable destreza técnica, dice mucho de esta pieza, ejecutada en madera de pino rojo.

Sin embargo, hasta su llegada a Málaga, en 1940, la hermandad no tuvo todas consigo, a la hora de hacer frente al encargo de una imagen cristífera que cumpliera las expectativas creadas en el seno de la corporación que presidía Enrique Navarro Torres. Y es que, como diría el entonces hermano mayor y presidente de la Agrupación de Cofradías, en una carta enviada a José Luis Estrada Segalerva (1), destinado entonces en Madrid en la secretaría particular de la Jefatura Provincial de Falange Española Tradicionalista y de las JONS (brazo político del régimen franquista), y quien hizo las veces de intermediario para la adquisición de un crucificado del escultor Juan Cristóbal, el Cristo debería ser "una verdadera obra de arte, pero ha de ser así, cosa mediana no, decididos a que sea una cosa definitiva" (2).

La odisea, aunque con final feliz, para conseguir la talla ansiada comenzó en 1929, cuando desafortunadamente se sustituyó la primitiva imagen que se daba culto en la parroquia de San Pedro, anónima del círculo granadino, muy en la línea del Cristo de la Expiración (1622-1623) de la localidad almeriense de Adra (3) y del crucificado del Desamparo o de Fariñas (1631) de la parroquia de San José de Madrid, ambas obras de Alonso de Mena, por otra efigie, junto con María Magdalena, de resultado mediocre, salidas en 1929 de los talleres de Font e Hijo de Madrid (4). Este grupo fue procesionado por espacio de tres años, siendo destruido durante los sucesos de 1931. Mejor suerte corrió la Virgen de los Dolores, cuya cabeza fue salvada hasta en dos ocasiones.

Restablecida la Semana Santa de 1935 y ante las ansias por recuperar el culto público, la hermandad adquirió de forma apresurada un nuevo crucificado que carecía de valor artístico, igualmente reportado desde tierras madrileñas, efectuando su salida procesional desde la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.

La Guerra Civil estallaría en 1936 y un nuevo revés hizo tambalear de forma extensiva los pilares cofrades. Reorganizada nuevamente la cofradía, y como quiera que la última de las figuras cristíferas al parecer no logró salvarse de la quema, los hermanos de la Expiración, por mediación de Salvador Ceano Martín, pusieron sus miras en el mallorquín Miguel Ferrer Tous, conocido popularmente como "Cristet", artesano de la ciudad de Manacor, quien apunto de cumplir los 76 años, "recibió de la Real Archi-Cofradía de Nuestro Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, de Málaga (España) la distinción inmerecida de tallar una imagen del Santo Cristo en actitud de estar expirando; encargo que gustosamente acepto" (5). Según consta en un acta notarial otorgado por el propio imaginero ante el notario Tomás Sastre Gamundí, la imagen se talló en madera de ciprés, "de un árbol cortado en el predio Son Costa del término municipal de Montuiri" (6), ejecutado en 60 días y con un coste de 3.000 pesetas.

Una vez la pieza en Málaga, previo a la Semana Mayor de 1939, la decepción se hizo palpable entre los miembros de la junta de gobierno. Había sido un error confiar en un artesano desconocido, con irregular trayectoria artística y con más buenas intenciones que experiencia en el campo de la escultura procesional. Desgraciadamente, volvió a caerse en los mismos errores del pasado, dado que el resultado de la nueva talla no mejoraba a las anteriores. Así las cosas, el crucificado de "Cristet" fue retirado tras la Semana Santa y rápidamente comenzaron las gestiones para la adquisición definitiva del titular. Esta vez no se quería fallar. Enrique Navarro tenía claro de lo que perseguía y no era otra cosa que una excelente imagen acorde con la categoría de la corporación.

 

 

El crucificado que nunca llegó a Málaga

Una vez más, se quiso recurrir a la capital de España, y es en mayo de 1939 cuando entra en escena el escultor Juan Cristóbal González Quesada (1897-1961), conocido en los ambientes artísticos como "Juan Cristóbal". Este reputado artista, natural de la localidad almeriense de Ohanes, llegó a ser becado para trabajar en el taller de Mariano Benlliure. Aunque su producción se centraba principalmente en obras de carácter público y funerarios, Juan Cristóbal cultivó la escultura procesional durante la posguerra, dado que las necesidades económicas de entonces, unido a la gran demanda existente en la creación de piezas imagineras para abastecer a las cofradías, que contaban con el apoyo del Régimen, le hicieron interesarse por este campo del arte. En este sentido, su aportación escultórica para la Semana Santa se centra en la provincia de Córdoba, al efigiar un Cristo yacente para Villa del Río, amén de los Nazarenos de Nueva Carteya y Bujalance.

Por mediación de José Luis Estrada, la Archicofradía inició los contactos con Juan Cristóbal. En una misiva enviada a Estrada, el hermano mayor de la corporación manifestaba conocer un Cristo en Madrid que, según le habían hablado, "es una obra de arte" (7). En consecuencia, Enrique Navarro, en el caso de que la pieza tuviera el valor deseado, pedía la mediación de Estrada "para adquirirlo, hablando con el escultor y dándonos detalles de dicha obra" (8). Y así fue lo que sucedió. Los contactos se sucedieron. Desde Madrid se insistía en que el Cristo "es magnífico, de lo bueno, bueno de verdad", realizado por Juan Cristóbal "a escondidas durante la denominación roja, todo él de una pieza, a excepción de los brazos como es natural, y tallado en madera de caoba. Los tonos de color que le han dado, son magníficos. A mí me llevaron al estudio y me quedé extasiado en su contemplación; mientras más se le mira, más gusta. En época normal, este Cristo costaría una fortuna, pero Juan Cristóbal, como todo el mundo aquí, necesita hacer dinero y nos habló de que podría cederlo en 40 ó 50.000 pesetas. Creo que no debe Vd., caso de que les interese, descuidarlo; deben verlo, hablar con él y apretar sobre el precio, pues la impresión que tengo, es que, aunque sea mucho, se podría obtener más ventajas. Por no soliviantarle, he preferido no decirle una palabra sobre el interés que Vds. tienen" (9).

La curiosidad por la obra del escultor almeriense y las ganas por zanjar el asunto de la compra del crucificado era una constante que planeaba en el pensamiento de los hermanos de la fraternidad. Sin embargo, Enrique Navarro no debió verlo del todo claro, y ante el temor de que volviera a errarse en la decisión final, solicitó a Juan Cristóbal unas fotografías de la imagen, a lo que éste negó remitirle, aludiendo que "la habitación donde lo tengo instalado no reúne condiciones para hacerlo debidamente y sacar la obra de allí me originaría de momento un gran trastorno; todo el taller está lleno de obra, actualmente entre otros bustos hago un retrato del general Varela" (10) e insistió en que lo más acertado sería que una comisión se trasladara hasta su obrador "y así se formarán idea completa de la importancia de la obra" (11). Igualmente, pedía celeridad a la hora de tomar una decisión, "ya que son varias las personas que constantemente vienen a interesarse por la obra" (12).

Entre tanto, y pese a que las negociaciones continuaron con Juan Cristóbal, se iniciaron igualmente los contactos con otros reputados escultores del panorama nacional, como lo fueron José Capuz (1884-1964), José Pascual Ortells (1887-1961) y Mariano Benlliure (1862-1947). El interés por la talla de Juan Cristóbal se desvanecía, mientras iba cogiendo fuerza el nombre del artista valenciano. El 11 de junio de 1939, Enrique Navarro comunicaba a Juan Cristóbal que su junta de gobierno había decido la contratación de Mariano Benlliure, a lo que el almeriense replicó siete días después indicando que el día 14 "ormalicé el contrato de la compra del Cristo en el precio de 50.000 pesetas a mi excelente amigo D. José Minguijón, quien lo ha donado al pueblo de Campo de Criptana. Mi gusto hubiera sido que fuese a Málaga cuya procesión y esplendor son proverbiales en Andalucía y España, pero el cariño y el manifiesto que le profeso a este señor, son tantos que no he podido negarme a complacerle. Ahora bien, yo no quisiera ni defraudar a Vds. con su propósito de adquirir una obra de este estilo y envergadura para las procesiones de Málaga, ni privarme tampoco del placer de enaltecerme sirviéndoles para este fin. Y me comprometo en un plazo que ha de ser el necesario para terminarla antes de la procesión del año próximo, de hacerles un Cristo no ya similar, sino superior a éste" (13).

Efectivamente, el contrato expedido a Minguijón estaba fechado el 14 de junio de 1939. Sin embargo, en el mismo se advertía que la pieza había sido ejecutada a instancias de éste "por haber sido destruida la venerada imagen del Cristo de Villajos" (14), patrono de Campo de Criptana (Ciudad Real), cuando en realidad ya había sido ofrecido a la Archicofradía de la Expiración de Málaga en el mes de mayo. Conjeturas aparte acerca del motivo de su realización, lo cierto es que la hechura de este crucificado no convenció a la cofradía malagueña y Enrique Navarro dio carpetazo al asunto, felicitando a Juan Cristóbal por la venta "de su magnífico Crucificado que cada día lo recuerdo con más admiración y después le agradezco mucho el interés que en la suya me demuestra de estar dispuesto a laborar con su arte, por el resurgir de nuestra inmortal Semana Santa, lástima que la decisión de la Hdad. no permita de momento poder aceptar su admirable disposición. Con todo interés haré conocer su arte a todas las Cofradías para ver si Málaga puede enriquecerse con algunas obras suyas" (15).

A propósito de la venta a Campo de Criptana, la efigie fue rechazada por los vecinos de la Villa, ante la disimilitud evidente con el crucificado destruido en la Guerra Civil. Con tal motivo, el sacerdote Tomás Urda alentó en enero de 1940 a un grupo de cristianos a formar una cofradía entorno a este Cristo, que se denominó de la Expiración, haciendo su salida procesional sobre unas sencillas andas en la Semana Santa de ese mismo año, si bien poco duró la trayectoria de esta corporación, al ser disuelta de inmediato, no volviendo a reorganizarse hasta 1946. Durante los años de inactividad cofrade, la imagen fue incluida en el cortejo del Santo Entierro.

 

 

 

El Cristo de Benlliure

Las gestiones con Benlliure ya estaban avanzadas. Desde los últimos días de la primavera de 1939, las comunicaciones con el artista eran continuas. El 1 de junio, Mariano Benlliure escribía a Enrique Navarro para comunicarle que "con mucho gusto le participo que gustosamente estoy decidido por completo a modelar el Santísimo Cristo de la Expiración, con cuyo encargo me hicieron ustedes en su reciente visita a mi estudio y que ejecutaré a un tamaño algo mayor del natural según me indicaron Vds." (16). Los cimientos para la nueva obra ya estaban puestos. En esa elección por hacerse con los servicios del mejor escultor habían sido descartados Juan Cristóbal, José Capuz y José Pascual Ortells, éste último muy molesto por no tener opción al encontrarse ausente de su taller en la visita realizada por Enrique Navarro a la capital de España. Incluso, el artista castellonense, que había sido alumno de Marino Benlliure y que por aquellas fechas andaba labrando la Virgen de la Soledad de Almería, arremetía duramente contra su maestro, al afirmar que "Benlliure tuvo su época hoy le pasa lo que pasaría al Gallo si pretendiese torear; vive de lo que fue empleando los antiguos modelos, pero crear obras de Arte a los ochenta años y chocheando..." (17).

Enrique Navarro enviaba una carta al maestro, expedida el 15 de junio de 1939, para advertirle que en la próxima visita a su taller se concretará el precio y la forma de pago por la hechura de la imagen, dejando entrever inteligentemente que la cuantía había de ser asequible, ya que "nuestra Cofradía tendrá que hacer el milagro del pan y los peces para pagar su inapreciable valor. Son muchas las Cofradías a las que la Agrupación tiene que empujar para llegar a aquella Semana Santa famosa y todas y cada una tienen poco más o menos el mismo problema que el nuestro, ya que la horda quiso destruir lo que tantos años costó hacer. Por ello me interesa mucho hacerle constar que esta Obra debe ser asequible a nuestros medios y recordará que en este punto insistía yo mucho" (18).

Esa habilidad a la hora de negociar el precio supuso que la hermandad se ahorrara una cantidad importante, con respecto a la obra de Juan Cristóbal y, al mismo tiempo, se beneficiara de una pieza que, como dirían Adrián Risueño y Luis Cambronero en el informe elaborado por la Real Academia de San Telmo, posee un valor artístico extraordinario, "que rebasa los límites remotos de los más cálidos elogios. Es la contextura somática de la divina efigie de Cristo, tallada por Benlliure, un arquetipo doctrinal de humanidad divinizada, o de divina humanidad, cuya realidad anatómica nos imprime el sentimiento humano del dolor, por la tortura de la carne, mientras la expresión del semblante, misericordioso, sereno, sin el menor asomo de flaqueza en el Martirio Redentor, mueve a la Fe y a la piedad, y al misticismo acrisolado, que nos recuerda el texto de San Juan en su capítulo 3º... Es la dulcedumbre del rostro la que nos habla de ese modo con la mirada puesta en lo infinito, cuando le acaban de clavar en el madero y exclama: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (19).

En poco más de seis meses desde que se hiciera efectivo el encargo, el Cristo de la Expiración era ya una realidad. Si el 29 de octubre, su autor se encontraba labrando directamente del natural los brazo y las manos, al igual que hiciera con el Nazareno del Paso, la figura se encontraba totalmente esculpida antes de que finalizara el mes de enero de 1940, a falta de aplicarle la policromía y ajustarlo en la cruz, quedando concluido el 24 de febrero. Días después, la imagen fue expuesta en Madrid, con asistencia de personalidades de la época, caso del ministro de Venezuela, el marqués de Ardales y el poeta José María Pemán, entre otros, hasta que, por fin, la pieza fue trasladada en un camión del ejército, junto con el titular de la Archicofradía de la Esperanza. Eran las doce y media de la noche del 2 de marzo de 1940, cuando se terminaron de colocar las dos efigies en el camión. Benlliure se sentía orgulloso de sus dos obras para la "bella Málaga", como le gustaba decir, y suspiraba por verlas "en ese ambiente suntuoso de la famosa Semana Santa malagueña" (20).

La solemne bendición se celebró el 10 de marzo, en la Santa Iglesia Catedral Basílica, por parte del prelado de la diócesis, Balbino Santos Olivera. Previamente, el día 5, se exponía la obra en las instalaciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, mientras que el Miércoles Santo fue el día más esperado, al procesionar por vez primera el crucificado de Benlliure y a su paso por la entonces plaza de José Antonio, hoy de la Constitución, "el público tributó una cariñosa ovación al ilustre escultor don Mariano Benlliure, que se encontraba en la Tribuna, quien visiblemente emocionado correspondía a los aplausos del público" (21).

Tras la Semana Santa, el secretario del artista valenciano, José Tallaví, manifestaba a Enrique Navarro que "hoy han llegado el maestro y su esposa y no hacen más que hablar de la forma en que han sido acogidos y tratados los breves días pasados en esa bella y querida Málaga. Como de ustedes lo esperaba todo, nada me sorprende y en cambio me llena de gratitud por el cariño que profeso a don Mariano y a mi Málaga, al servicio de la cual he puesto cuanto he podido. Por la prensa, fotografías me doy cuenta del desbordamiento de afecto y admiración y de la grandiosidad de los momentos pasados ahí, en donde la gente ebria de admiración y devoción al mismo tiempo, no ha hecho más que vivir esas horas para su imagen y para el autor" (22).

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) José Luis Estrada Segalerva fue alcalde de Málaga desde el 31 de enero de 1947 hasta el 29 de enero de 1952. Igualmente, llegó a ser presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (1955), delegado de Hacienda (1965) y presidente del desaparecido C.D. Málaga en tres etapas (12/06/1950-16/04/1952; 13/08/1953-3/11/1955; y 27/06/1957-17/03/1958), amén de destacar su labor como historiador local, publicando obras como Efemérides Malagueñas (1971) y Catálogo General de Málaga (1973). En 1946 fue presentador del pregonero de la Semana Santa de Málaga, pronunciado por el canónigo Andrés Coll Pérez, en el teatro Cervantes.

(2) (A)rchivo (C)ofradía de la (E)xpiración de (M)álaga. "Gestiones para nueva imagen del Cristo antes del actual", comunicación fechada en 1939.

(3) RODRÍGUEZ PUENTE, R.: "El referente escultórico de la Pasión", en VV.AA.: Artes y artesanías de la Semana Santa andaluza, Ediciones Tartessos, Sevilla, 2004, pp. 332-334.

(4) CLAVIJO GARCÍA, A.: "La Semana Santa malagueña en su iconografía desaparecida", en VV.AA.: Semana Santa en Málaga. Editorial Arguval, Málaga, 1987, p.44.

(5) A.C.E.M. "Gestiones...", escritura de acta notarial otorgada por D. Miguel Ferrer Tous, fechada en 27-febrero-1939.

(6) Ídem.

(7) A.C.E.M. "Gestiones...", comunicación fechada en 27-febrero-1939.

(8) Ídem.

(9) A.C.E.M. "Gestiones...", comunicación fechada en 4-mayo-1939.

(10) Ibídem, comunicación fechada en 9-junio-1939.

(11) Ídem.

(12) Ídem.

(13) A.C.E.M. "Gestiones...", comunicación fechada en 12-junio-1939.

(14) DÍAZ-ROPERO, C.: “El Cristo de la Expiración de Campo de Criptana (Ciudad Real), en VV.AA., Pasos. Pasos Corporación Editora. Madrid, 2000, pp. 34-35.

(15) A.C.E.M. "Gestiones...", fechada en 30-junio-1939.

(16) Ibídem, comunicación fechada en 1-junio-1939.

(17) Ibídem, comunicación fechada en 28-mayo-1941 y destinada a Francisco Gómez de Mercado.

(18) Ibídem, comunicación fechada en 15-junio-1939.

(19) A.C.E.M. "Gestiones...". Informe de la Real Academia de San Telmo de Málaga. Comunicación fechada en 11-marzo-1940.

(20) A.C.E.M. "Gestiones...", comunicación fechada en 14-febrero-1940.

(21) Diario Sur, Málaga, 9-marzo-1940.

(22) A.C.E.M. "Gestiones...", comunicación fechada en 12-marzo-1940.

 

 

Fotografías de Rafael Rodríguez Puente

 

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