LA INFLUENCIA DE JUAN DE MESA
EN EL ARTE COLONIAL LATINOAMERICANO (II)

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

Muchas de las esculturas del periodo colonial en Latinoamérica han sufrido cambios en su apariencia por culpa de repintes, mutilaciones, cambios en sus advocaciones e intervenciones desafortunadas, llegando hasta el día de hoy con pocas de sus calidades estéticas originales, tal parece ser el caso de la imagen que nos ocupa.

Pese a las evidentes intervenciones sufridas, la Virgen del Rosario de la Catedral de Carora -población colonial del estado venezolano de Lara, fundada el 8 de Septiembre de 1569-, es una magnifica muestra de la escultura sevillana en madera policromada del primer cuarto del siglo XVII.

La Virgen del Rosario mide 130 cm de altura y muestra en su mayestático empaque de ancho canon, en el magnífico plegado de su ampuloso ropaje y en el perfecto dibujo de las anatomías, las excelsas calidades técnicas de un escultor evidentemente formado en el círculo de Juan Martínez Montañés, pero de mayor avance en su estilo al presentar notas de mayor naturalismo.

Por esas razones nos inclinamos a encuadrar esta imagen en el círculo del escultor cordobés Juan de Mesa, discípulo de Montañés, bien conocido por haber influido en la plástica del maestro, serena e idealizada en sus características, haciéndola evolucionar hacia formulas de un barroquismo más realista y expresivo.

La imagen venezolana, aunque se encuentra repintada, presenta un aceptable estado de conservación, no presentando perdidas de volumen y conservando rastros de la que podría ser su policromía original, por lo que bien podría ser sometida a una restauración que le devolviese toda su magnificencia primitiva. 

 

 

Podemos evidenciar la relación cercana de esta imagen con las imágenes marianas del escultor cordobés. Al igual que en casi todas ellas, la virgen caroreña cubre su cabeza con un velo que deja ver parte de la cabellera, su rostro es alargado de ojos con párpados abultados, mirada baja y nostálgica, a modo de enternecer al observador de forma similar a la Inmaculada Carmelitana, obra de Juan de Mesa. Presenta de igual forma la típica hendidura horizontal en la mitad del cuello, así como la magistral forma de plegar los paños, muy a tono del gubiado de Mesa, mostrando en los dobleces del manto que pasa por delante del cuerpo idéntica composición que la del San José de Fuentes de Andalucía (Sevilla), primera obra documentada de Mesa. El Niño, como todos los que Mesa tallara, está vestido con túnica, recordando en la composición de su cabeza el que porta en sus brazos la Virgen de la Iglesia del Hospital de la Antezana, de Alcalá de Henares (Madrid).

El tema de la Virgen del Rosario no fue ajeno a Mesa, pues en enero de 1619, en compañía del policromador de imaginería Vicente Perea, concierta la hechura de una imagen de esta iconografía junto a una escultura de San Nicolás de Tolentino con el religioso dominico Jorge de Acosta y el capitán de barco Andrés Marín Granizo, nacido en Andalucía, luego emigrado a tierras venezolanas en donde contraería matrimonio con Juana de Vílchez y Narváez, natural de Trujillo. Las imágenes, que debían estar terminadas en el lapso de dos meses y medio y tendrían vara y media de altura, costarían por su tallado 104 ducados y 52 ducados por su policromía, debiendo luego ser embarcadas en la fragata Nuestra Señora y San Francisco, nave integrante de la Flota de Tierra Firme que zarparía a fines de marzo o principios de abril, comandada por el general Fernando de Sousa. Las esculturas irían por cuenta del capitán Marín, quien comandaría el buque Nuestra Señora de la Cabeza llevando una carga de 220 esclavos angoleses con destino a Cartagena de Indias. Luego, al pasar el convoy de buques frente a la costa venezolana, los navíos destinados a esa capitanía tomarían rumbo a sus respectivos puertos de destino, dirigiéndose la fragata señalada, hacia el lago de Maracaibo.

Una de ellas, la de San Nicolás de Tolentino, tendría como destino la localidad de San Antonio de Gibraltar, pasando tras varios avatares a la ciudad de Mérida, donde ha sido localizada en su Museo de Arte Colonial por los historiadores sevillanos José Carlos Pérez Morales y Álvaro Dávila Armero del Arenal.

Del paradero de la Virgen del Rosario no se sabe nada en concreto, siendo aún unas de las obras documentadas pero desconocidas de su autor, creyendo diferentes historiadores y curiosos del arte colonial haberla encontrado en diferentes partes de Venezuela y Colombia. José Carlos Pérez Morales, guiado por comentarios del profesor Enrique Marco Dorta, relaciona la Virgen del Rosario de la Catedral de la Asunción de Margarita, en Venezuela, con aquella remitida por Mesa; no obstante, existen diferencias en las dimensiones estipuladas en el contrato. Quien esto suscribe trató de relacionarla con la Virgen de igual advocación de la Catedral de Villa de Leyva, imagen confusa de transición entre el romanismo y el realismo montañesino. De esta obra ya hemos aclarado en un anterior artículo que se trata de una escultura de los últimos años del siglo XVI, a nuestro criterio perteneciente al círculo de Juan Martínez Montañés de esa época.

 

 

La imagen de la Virgen del Rosario de Carora, cuya cofradía se remonta al año 1583, al decir de su mayordomo Carlos Gonzalo González, es a todas luces por su composición y hechura una de las obras más cercanas al escultor cordobés Juan de Mesa de las que se conservan en Latinoamérica.

Evidentemente, no se trata de la misma escultura que debió existir a fines del siglo XVI al tiempo de la conformación de su cofradía, desconociéndose hasta ahora la fecha de su llegada a la población.

Actualmente, esta magnífica imagen, que entre otras cosas es la patrona de dicha población venezolana, ha experimentado un decaimiento en su culto debido a que ha sido relegada a un segundo plano por la Virgen del Rosario de Chiquinquirá de Aregue, una obra pictórica de enorme veneración por parte de la población, que la ha convertido en patrona de la Diócesis de Carora.

Espero que este escrito sirva de punto de partida a futuras investigaciones que ayuden al esclarecimiento de la historia de esta magnífica e injustamente desconocida escultura, que a mi modo de ver invita con muchísima fuerza a soñar con la posibilidad de estar finalmente frente a la "Madonna perdida" de Juan de Mesa.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

José Carlos Pérez Morales y Álvaro Dávila Armero del Arenal, "Una obra documentada de Juan de Mesa: San Nicolás de Tolentino del Museo Arquidiocesano de Mérida (Venezuela)", publicado en Boletín del Archivo Arquidiocesano de Mérida, Enero-Diciembre, año/vol. X, numero 026, pp. 157-172.

Celestino López Martínez, "Retablos y esculturas de traza sevillana", publicado en Notas para la historia del arte, Sevilla, 1928, pp. 63-64.

Enrique Marco Dorta, "Esculturas sevillanas en Colombia y Venezuela", publicado en Archivo Español de Arte, nº 206, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Historia, 1979, p. 174.

Jaime Passolas Jáuregui, Vida y Obra del escultor Juan de Mesa, Editorial Jirones de Azul, Sevilla, p. 134.

Alberto, E. y Ariza S., Misioneros dominicos de España en América y Filipinas en el siglo XVI, 1971, p. 80.

http://www.lahornacina.com/articulosmesa4.htm

http://www.lahornacina.com/articulosmesa5.htm

 

 

Nota del autor: mi especial agradecimiento a Carlos Gonzalo González, mayordomo de la Cofradía del Rosario de Carora; a Emma Rosa Oropesa, restauradora de bienes muebles de esa ciudad; a Isabel Valle, secretaria de la Diocesis de Carora; a Edilia Vasquez secretaria de la parroquia de San Juan Bautista, y a mi gran amiga Jakeline Ferreira, por todo su apoyo y colaboración en la realización de este artículo.

 

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