NESTOR MARTÍN-FERNÁNDEZ DE LA TORRE
Con información de Juan Vicente Aliaga (27/06/2025)
Fuera del ámbito insular, la figura del poliédrico artista canario Néstor Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1887-1938), también llamado simplemente Néstor, ha caído prácticamente en el olvido. Su fructífera e interesantísima trayectoria, desarrollada en los campos de la pintura, el muralismo, la escenografía, el diseño o la edición, es inusual en el contexto del arte español de principios del siglo XX. Néstor nació en Las Palmas de Gran Canaria, pero pronto se desplazó a la península, primero a Madrid, donde inició su periodo de formación, y después a Barcelona, donde vivió de 1907 a 1913, frecuentando los círculos modernistas. Bien recibido en la ciudad condal, expuso su obra en la Sala Parés, con grandes críticas de Eugeni D'Ors entre otros. En 1913 se trasladó de nuevo a Madrid donde conoció a Valle-Inclán, Lorca y a un joven Salvador Dalí que quedó prendado por la audacia protosurrealista de su obra. Viajó también a Londres, París y Bruselas y asumió los rasgos y preceptos de los prerrafaelitas, Whistler o de los simbolistas europeos como Gustave Moreau o Franz Von Stuck. Vivió en la capital francesa junto a su pareja, el compositor Gustavo Durán, durante una década. Su traslado a esta ciudad cosmopolita propició su despegue internacional, especialmente tras su exposición en la Galería Charpentier en 1930. Educado en el seno de una familia acomodada que frecuentaba tertulias artísticas y musicales, desde joven mostró una gran destreza en la práctica del dibujo, desarrollando una gran sensibilidad por la creación artística gracias al estímulo de su madre, quien consiguió que el pintor catalán Eliseu Meifrèn i Roig le impartiera clases. El empeño de Meifrèn y de la madre del artista permitieron que en 1901 se trasladase a Madrid y entrase en el estudio de Rafael Hidalgo de Caviedes, donde, al tiempo que copiaba a los maestros en el Museo del Prado, se inició en la producción de retratos y escenas de calle, además de explorar el imaginario simbolista, como puede apreciarse en Adagio (1903), obra en la que aborda el mito de Leda y el cisne, con un claro componente sexual, donde Leda, tumbada desnuda junto a un estanque, acaricia el cuello del animal que encarnaba a Zeus. También se asoma al impresionismo con Calle Mayor de Madrid (1904). Aunque la pintura fue su principal medio de expresión artística, Néstor fue un artista polifacético y abierto a todo tipo de disciplinas creativas desde muy joven. Su madre, Josefina de la Torre, y su tío, el barítono Néstor de la Torre, influyeron en su gusto por la música, y su hermano Miguel Martín-Fernández de la Torre le acercó a la arquitectura. La concepción estética de Néstor se centraba en la unidad de las artes, donde la integración de elementos como textiles, objetos, joyas, muebles, bibelots y obras de arte era esencial para crear atmosferas refinadas. En su visión, cada accesorio y detalle cumplía una función vital en la composición total. |
Durante su etapa madrileña acudió a las tertulias del Café de Levante, frecuentadas por Valle-Inclán, Zuloaga o Romero de Torres, y del Café de Pombo, donde conoció a Ramón Gómez de la Serna. Su formación continuó en Londres a partir de 1904. Allí se impregnó de la belleza del arte prerrafaelista, del cromatismo de James McNeill Whistler y de los transgresores dibujos de Aubrey Beardsley. Más tarde, viajó a París, donde se sumergió en el simbolismo. El impacto cultural y estético que supuso entrar en contacto con ambas ciudades es palpable en la obra de esta etapa temprana. De 1907 a 1913, vive en Barcelona y disfruta de su vibrante vida cultural, integrándose en los círculos artísticos catalanes gracias a los numerosos contactos que mantuvo con artistas y críticos. En estos años, se va perfilando su personal concepción del arte, marcado por un desbordante cromatismo, como en La hermana de las rosas (1908) y el Retrato de Enrique Granados (1909-1910), de ecos modernistas. Néstor se hallaba atraído por la deslumbrante arquitectura modernista de la capital catalana y sus cenáculos artísticos e intelectuales, como la tertulia a la que acudían Santiago Rusiñol, Ismael Smith o Adrià Gual. Su obra tuvo una buena recepción entre los coleccionistas locales y pronto recibió encargos importantes, como los cuatro plafones realizados para el Salón del Tibidabo, inspirados en dos poemas de Jacint Verdaguer. Durante estos años, su pintura se caracterizó por un uso vibrante del color, con ecos modernistas y por la representación de figuras de temática mitológica, como en Berenice (1909) o Hércules prepara la tumba de Pirene (1908-1909). De este modo, su trabajo se apartaba del naturalismo y el realismo para abordar un repertorio visual de cuerpos andróginos que escapaba de los cánones binarios de la masculinidad y la feminidad. Durante esta época, pese a que Barcelona era una ciudad estimulante y atractiva, también fue el escenario de comentarios maliciosos referidos a una de sus obras principales: Epitalamio (o Las bodas del príncipe Néstor) (1909), la cual llegó a exponerse en 1910 en Bruselas aun con la desaprobación de ciertos sectores críticos con la ambigüedad sexual de la pintura. Este lienzo, de grandes dimensiones (210 x 231 cm) presenta dos figuras cogidas de la mano, a la izquierda, un retrato del propio Néstor, y a la derecha, su propia versión travestida y feminizada. Néstor se mantiene alejado del naturalismo y el realismo, muy en boga en aquellos años, y ahonda en personajes ambiguos y refinados, seres etéreos y sensuales que se escapan de los cánones binarios de la época. En general, es un artista reconocido. Con El Jardín de las Hespérides (1909), una de las obras inspiradas en el poema "l'Atlàntida" de Jacint Verdaguer que se exhibió con éxito en la Sala Parés, una de las galerías más apreciadas de la Barcelona de aquel momento, enfatiza los ritmos curvilíneos que derivan de la pintura de Edgard Burne-Jones, al tiempo que incorpora una referencia velada a las islas Canarias como paraíso al que supuestamente alude el mito de las ninfas o Hespérides. Su segundo desencuentro con la crítica tuvo lugar a raíz de la exposición "Fayans Català" (1911), donde se exhibieron obras de Ismael Smith, Mariano Andreu y Laura Albéniz, además de trabajos del propio Néstor. La muestra, exuberante y esteticista, fue criticada por su decadentismo y preciosismo. En esos años el artista se encontraba plenamente inmerso en una concepción del arte por el arte, con constantes guiños literarios e imaginarios, y en la creación de una serie de figuras andróginas, como, por ejemplo, Un caballero inglés (1910) y la composición homoerótica Los vicios (1910-1913), trabajos que comparten un mismo aire con la obra de Ismael Smith y Mariano Andreu. |
Durante gran parte de su trayectoria, Néstor dio forma a un proyecto de carácter casi quimérico iniciado en 1913 y que le acompañó hasta su muerte: la construcción del Palacio del Atlántico, donde pretendía mostrar un programa iconológico de grandes pinturas dedicadas a los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego. Este proyecto dio origen a la primera obra que se convertiría en el germen del mejor conjunto pictórico de su etapa de madurez, Poema de los elementos, que contemplaba cuatro grandes murales dedicados a las cuatro estaciones y cuatro momentos del día: aurora, mediodía, crepúsculo y noche. La singularidad y ambición de este proyecto incompleto (solo tuvo tiempo de concluir las ocho pinturas del Poema del Atlántico y cinco de las ocho del Poema de la tierra) radican en distintas cuestiones como la creación de una obra de sustrato simbolista y protosurrealista, la incorporación de los principios esotéricos de la masonería, la puesta en valor de un erotismo exuberante y mayormente homoerótico, y una exaltación de lo canario, centrado en la flora y lo marítimo. En Oriente (1912-1913) podemos ver una pareja fundida en un beso sobre un fondo azul estrellado, donde la figura del turbante es, quizá, el propio autor. El estallido de la Primera Guerra Mundial impidió que Néstor se marchase a París, por lo que, a partir de 1914, se instaló en Madrid. Durante este tiempo y gracias a la amistad con Federico García Lorca, frecuentó la Residencia de Estudiantes donde conoció al futuro compositor Gustavo Durán Martínez, su pareja durante una década. Néstor hizo de su vida un acto de fe movido por una concepción de la estética dandy, pero ello no le eximió de enfrentarse a la realidad material de la existencia para conseguir independencia económica. Entre las obras que produjo bajo la demanda del mercado, se encuentran las pinturas, los dibujos y los grabados que representan el arquetipo de la mujer española ataviada con ropas tradicionales de maja o manola. Sin embargo, en estos encargos no se inclinó siempre ante los cánones de representación de una feminidad grácil y sometida a la mirada masculina, sino que sus figuras están marcadas por el simbolismo, el art decó cosmopolita y el folklore español. En obras como Mantillas (1915) o El garrotín (1928) se pueden ver mujeres musculadas con una fuerza de carácter alejada de la pasividad. En otras obras, en cambio, respeta el gusto hegemónico. Las distintas feminidades que plasmó en sus obras derivan de diversas aproximaciones estéticas: Señorita Acebal (1914) sigue la estela simbolista, Marquesa de Casa Maury (1931) está próxima al art decó cosmopolita, mientras que Requiebro (1930) se identifica plenamente con el folklorismo español. Todas ellas aportan enfoques singulares y muestran una huella femenina evidente incluso en las figuras masculinas. Como muchos artistas, Néstor supo hallar un modo de contravenir las reglas morales gracias al uso de figuras o símbolos que transgredían las normas sociales de su época. Admirador del arte clásico, la elección del sátiro no es casual. Esta divinidad campestre, con cuernos y patas de macho cabrío y cuerpo de hombre, está asociada con deidades como Dionisos, Pan y Príapo, que transmiten gran fuerza sexual. Esta energía se percibe en la carnalidad de los labios, la mirada lasciva o en los gestos concupiscentes y fálicos. El artista dio nombre a los sátiros -Taoro, Tafir, Tarajal, Tacoronte, Taburiente- y los vinculó al Valle de Hespérides, lugar mitológico que situaba en las Islas Canarias, anclando así en el imaginario colectivo sus raíces autóctonas canarias. El uso de los sátiros ocultaba también un signo masónico. En uno de ellos, visto de espaldas, se puede ver la mano derecha con el pulgar levantado y alejado del resto de los dedos para formar una escuadra, símbolo de la conciliación entre lo espiritual y lo terrenal. Tras el éxito de su primera exposición individual en Madrid en 1914, plasmó su creatividad en el campo de la escenografía. En 1915 realizó los decorados y el vestuario de El amor brujo de Manuel de Falla, con los que se distanciaba de los montajes costumbristas de la época. A partir de este momento, se estrechó su vínculo con el ámbito de la escenografía y el vestuario. Así, destaca su colaboración con la bailarina Antonia Mercé (La Argentina) en El fandango de candil (1927), obra con música del mencionado Gustavo Durán Martínez que cosechó un gran éxito en Francia y Alemania. Los decorados revelan una concepción del espacio escénico sumamente vanguardista y atrevida por el uso de la perspectiva en contrapicado y la construcción de volúmenes en diagonal, inspirándose en la estética fotográfica de la Nueva visión y el cine expresionista alemán. El talento escenográfico de Néstor radicó en la fusión de vanguardia y tradición. La eficacia de esta combinación vuelve a repetirse en la producción Triana de los Ballets españoles de Antonia Mercé y música de Isaac Albéniz que en 1929 se presentó en la Opéra-Comique de París. En julio de 1936, poco antes del golpe de Estado fascista, se llevó a escena La sirena varada (1934), de Alejandro Casona, para la que nuestro artista creó unos decorados alucinantes, surreales. |
Néstor edificó su obra con el objetivo de vivir en un mundo rodeado de belleza. La pintura mural fue una de las vías que utilizó para alcanzar este fin: su primer conjunto fueron los plafones de gran formato para el Salón del Tibidabo (1909); llevó a cabo los murales del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria (1925-1928), para los cuales concibió unos lienzos en el frontispicio del escenario con una singular estética clásica y barroca, y del salón Saint-Saëns, donde desplegó en un friso un sinfín de sensuales putti de gestos procaces que provocaron las críticas de los sectores más conservadores de la época. Su último mural, Alegoría del mar y Alegoría de la tierra, lo realizó para el Salón de baile del Casino de Santa Cruz de Tenerife (1932-1936). Apasionado por todo tipo de actividad creativa, para Néstor las artes se aproximaban y se entremezclaban hasta el punto de que todos los elementos y accesorios eran importantes y servían para crear una atmósfera refinada donde telas, cortinas, objetos, joyas, muebles, obras de arte propias y ajenas desempeñaban un papel primordial. Durante su estancia en París (1928-1934), entre sus diferentes ocupaciones, destaca el diseño del estampado de telas en el que confluyen motivos de carácter abstracto y figuras de matriz surrealista, así como los dibujos arquitectónicos de sello racionalista que concibió para el pabellón de Portugal de la Exposición Colonial de París de 1931. De vuelta en Canarias, sobresalen también los dibujos que realizó para el Albergue de la Cruz de Tejeda (1937-1938), los cuales vieron la luz gracias a su hermano, Miguel Martín-Fernández de la Torre. En 1934 Néstor regresó a Las Palmas de Gran Canarias tras su ruptura sentimental y a causa también de los problemas económicos derivados de la crisis mundial de 1929. Murió inesperadamente en 1938 a consecuencia de una neumonía. Tras su muerte fue cayendo en el olvido y se fue perdiendo su huella en el arte español debido a que el régimen franquista se apropió de su obra y la convirtió en un mero exponente del folkclore canario, y a causa también del declive que experimentó el simbolismo que el artista canario practicó en gran parte de su obra. No se puede entender la trayectoria artística de Néstor sin Canarias. El mar y sus numerosas criaturas son elementos claves en su obra. Por ello, sobre todo a partir de 1934, llevó a cabo un sinfín de actividades englobadas bajo el concepto de "tipismo" con las que puso en valor la cultura popular canaria (música, danza, arquitectura, artesanía, indumentaria, deporte, fiestas) y los paisajes isleños para fomentar la llegada del turismo, entendido como fuente de riqueza. En cualquier caso, su canariedad no supuso la obediencia a una identidad cerrada, sino el aprecio por lo propio y lo local potenciado con lo aprendido en otras geografías culturales. |
Con la exposición Néstor reencontrado, comisariada por Juan Vicente Aliaga, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ( MNCARS ) pretende rescatar del olvido a un pintor inclasificable, que se movió entre el modernismo, el decadentismo y el simbolismo, y cuya obra mostró una profunda fascinación por los cuerpos andróginos, con una sensualidad y homoerotismo que desafió los estándares morales de su tiempo. El lema "ex tota vita ut opus faciamus artis necesse est" ("es necesario que hagamos de toda la vida una obra de arte"), preside la vida y la obra de este pintor canario. La muestra podrá visitarse hasta el próximo 8 de septiembre en el siguiente horario: lunes a sábado y festivos de 10:00 a 21:00 horas, domingos de 10:00 a 14:30 horas, martes cerrado. |