ALPHONSE MUCHA


 

 

El checo Alphonse Mucha (1860-1939) consiguió su primer gran éxito como diseñador gráfico en 1894, con el cartel de la obra de teatro Gismonda, de Victorien Sardou, para la compañía de Sarah Bernhardt. A partir de elementos del arte bizantino y oriental, combinados con antiguas tradiciones centroeuropeas, Mucha creó un estilo decorativo que se caracteriza por una exuberante elegancia y una sofisticada languidez.

El éxito fue inmediato. La actriz predilecta de Victor Hugo y Oscar Wilde quedó encantada con el resultado. El cartel tuvo tanto éxito que la gente lo arrancaba de los muros. Contratado por Bernhardt para realizar los carteles de sus obras de teatro, vivió en París el esplendor del art nouveau y fue uno de sus representantes más populares. La influencia de su obra se dejó sentir en todo el mundo, y las joyas que proyectó para el orfebre Fouquet se convirtieron en piezas de colección.

Mucha fue también un pintor reconocido. En 1904 viajó a Nueva York, donde realizó numerosos retratos. Cuatro años más tarde regresó a Praga y puso su arte al servicio de la creación de una mitología eslava, fundamento simbólico del nuevo Estado checoslovaco. Mucha fue iniciado en la Gran Logia Masónica de París en 1898, y alcanzó el grado supremo de gran maestro de la Logia de Checoslovaquia. Nunca concibió su obra desde la frivolidad, sino desde un espíritu de servicio visionario.

Mucha fue un apasionado de las artes escénicas. Realizó diversas colaboraciones con el mundo del teatro como decorador, diseñador de vestuario y autor de carteles, los cuales funden drama y exotismo en unas imágenes de un delirio preciosista que resultaron decisivas en el desarrollo del art nouveau.

Por otro lado, Alphonse Mucha aplicó el sentido teatral a todas sus creaciones. Su arte funcionaba como una representación caracterizada por el artificio, la belleza plástica y la magnificencia narrativa. Viena, Munich, París, Praga, Nueva York... A pesar de que la imaginería de gran parte de sus obras remite a una naturaleza idealizada, Mucha creó su arte en el contexto de una civilización urbana, cosmopolita y moderna, que empezaba a descubrir los métodos de reproducción industrial y la cultura de masas.

La Exposición Universal de París del año 1900 supuso la consolidación del art nouveau y el punto de partida de su expansión internacional. Mucha tuvo en ella un papel muy destacado, ya que su obra estuvo presente en varios pabellones y en formatos diversos: llevó a cabo la decoración del pabellón bosnio, colaboró en el pabellón austriaco y realizó un plato promocional de la exposición y la portada del menú del banquete oficial de inauguración, entre otros encargos. La repercusión de sus trabajos se hizo sentir en todos los países de Europa y también en las grandes ciudades de Estados Unidos, nueva potencia emergente.

La figura femenina centra la mayor parte de sus carteles, pinturas y paneles decorativos. Elegantes, sensuales y seductoras, las mujeres de Mucha suelen aparecer en comunión con la naturaleza, entre motivos vegetales o en simbiosis con elementos decorativos producto de la imaginación del artista, como orlas, cenefas y vitrales. Mujer, naturaleza y ornamento se generan y confunden mutuamente. La mujer es el catalizador y la personificación de la belleza, entendida como valor absoluto que, a través del arte, trasciende hacia valores positivos y universales.

 

 

Desde muy joven, Alphonse Mucha se sintió atraído por la fotografía y el cine. Trabó amistad con los hermanos Lumière y también realizó carteles para la productora Gaumont. Sin embargo, sus fotografías no salieron nunca del ámbito privado: las utilizó como medio de apoyo para la creación gráfica y con una voluntad documental o experimental, y en ambos casos consiguió resultados estéticos muy notables. Para Mucha, la fotografía era una herramienta de composición, que le permitía estudiar la pose de sus modelos. Por otro lado, en sus viajes por los países eslavos le permitió capturar momentos, personas y paisajes con una mirada llena de humanidad, curiosa, sensible y poética. Sus fotografías tienen, por tanto, un gran valor documental.

A pesar de su carácter publicitario y decorativo, las creaciones de Mucha aspiran a la trascendencia. Amigo de Gauguin, Johan August Strindberg y del grupo de artistas asociados a la revista La Plume, que se interesaban por las ciencias ocultas, Mucha utilizó en sus obras metáforas enigmáticas y signos esotéricos. Su relación con la masonería responde a este carácter idealista y visionario. Mucha también es autor de un libro, Le Pater (1899), en el que ilustró el padrenuestro con una simbología hermética. El misterio que destilan las obras en las que evoca el ciclo de la vida tiene también un sentido religioso.

En sus años de gloria en París y Nueva York, Mucha no olvidó nunca su tierra natal, sometida al imperio austriaco y que aspiraba a ver libre y democratizada. Entre los años 1904 y 1910, vivió en Estados Unidos con el fin de reunir fondos para el proyecto de la monumental serie La Epopeya Eslava, un conjunto de obras que recrean los momentos culminantes de la historia de los pueblos eslavos desde una óptica humanista, mítica y ejemplar. Mucha emplea gran diversidad de lenguajes plásticos para construir un relato al alcance de todos, similar a las grandes sagas del cine de la época. Más tarde, para servir a la nueva República de Checoslovaquia, fundada en el año 1918, diseñó carteles, billetes y sellos.

Buena parte del éxito de Mucha, cuyo verdadero nombre fue Alfons Maria Mucha, se debe al encaje entre la turbadora belleza de sus imágenes y la eficacia del soporte empleado, el cartel litográfico, que utiliza la calle como espacio de comunicación. Mucha realizó numerosos anuncios, y sus obras decoraron envases de dulces y perfumes -anticipándose al actual packaging-, e incluso se llegó a fabricar un jabón Mucha, en una prefiguración del merchandising moderno.

Lujo, hedonismo, erotismo y fantasía son los elementos fundamentales de un discurso publicitario que busca persuadir al espectador a través de la espectacularidad de las formas, el barroquismo y la inventiva tipográfica. Mucha fue un pionero en el diseño y la comunicación destinados al gran público, con lo que superó la concepción romántica del arte y abrió las puertas a la contemporaneidad.

En el año 1900, hablar del estilo Mucha era hablar de art nouveau: tal era su influencia. Sus carteles y dibujos sirvieron de inspiración a otros artistas y también fueron objeto de copias, plagios y someras adaptaciones. El impacto de la obra de Mucha se dejaría sentir en obras selectas y en productos de difusión masiva. Las postales, que permitieron divulgar extraordinariamente sus creaciones, representan una nueva manera de relacionarse con las imágenes artísticas a través de la reproducción seriada.

Para ilustrar la difusión del estilo Mucha se presenta, como ejemplo, el modernismo en nuestro país: por un lado, artistas importantes que reciben la influencia de Mucha pero mantienen su propia personalidad, como Alexandre de Riquer; por otro, ejemplos de otros que siguieron literalmente el estilo Mucha, como Gaspar Camps, contratado por el editor de Mucha cuando éste partió hacia Estados Unidos; Lambert Escaler, que se inspiró en su modelo femenino, o Lluís Labarta, introductor del cartel publicitario en color en España.

 

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