FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES


 

 

A Francisco de Goya se le considera el padre de la pintura contemporánea y uno de los mayores genios que ha dado el arte mundial. Nacido en Fuendetodos (Zaragoza), en 1746, veinte años después se traslada a Madrid, donde comienza a participar, sin éxito, en certámenes de pintura mientras practica la técnica del mural. Posteriormente viaja a Italia, donde sí son reconocidos sus grandes méritos y obtiene la mención honorífica del Certamen de Parma por su obra Aníbal en los Alpes.

En el año 1773 se casa con Josefa Bayeu y se establece definitivamente en la capital madrileña. La Real Fábrica de Tapices lo contrata como cartonista, y destacados nobles y personajes del país (la Duquesa de Alba, los Duques de Osuna, Floridablanca, etcétera) pasan por sus pinceles, forjando su fama de formidable retratista.

En 1786, asciende a pintor de cámara y, en 1795, es nombrado Director de la Real Academia de San Fernando. De esta época, en la que Goya se ve aquejado por la sordera debido a un fuerte catarro, datan obras memorables como son la serie de los Caprichos; el estremecedor Prendimiento de Cristo, versión libre del tema de El Greco que se halla en la Catedral de Toledo, y los Murales de San Antonio de la Florida.

Entre los años 1800 y 1806, Goya pinta sus obras de mayor fama universal: los retratos de Godoy y la Condesa de Chinchón, la Maja Desnuda y la Maja Vestida, y los retratos de La Familia de Carlos IV y de Fernando VII, considerado el mejor de su trayectoria junto al de su propia esposa y al del Duque de San Carlos.

Tras la Invasión Francesa, el pintor es acusado de colaboracionismo para ser, finalmente, declarado absuelto. De este periodo son otro buen puñado de obras maestras como La Carga de los Mamelucos, Los Fusilamientos de la Moncloa y el retrato del cardenal Palafox. Francisco de Goya acabaría cesando como pintor de cámara, siendo sustituido por su colega Vicente López.

Entre los 70 y los 75 años de edad, Goya realizó una maravillosa y prolífica labor. El negro, en su más amplio espectro, toma el papel protagonista de sus cuadros, más materiales y descarnados que nunca. A esta etapa de su vida pertenecen obras como el retrato de la Duquesa de Abrantes, La Asunción, La Oración en el Huerto, El Entierro de la Sardina, El Globo Aerostático, sus impresionantes colecciones de Los Disparates y Los Desastres de la Guerra (que no exhibió públicamente por temor a polémicas y censuras), y las espeluznantes Pinturas Negras, realizadas por Goya para decorar las paredes de la Quinta del Sordo, finca que el pintor había adquirido a la ribera del Manzanares y no se conserva en la actualidad.

Esta última serie de pinturas fueron pasadas a lienzo y restauradas por Salvador Martínez Cubells en el año 1873, debido al deterioro que presentaban tanto por el abandono de la finca como por haber sido realizadas al óleo, técnica inapropiada para la pintura sobre paredes.

Los últimos cuatro años de su vida Francisco de Goya los pasó en Francia (etapa conocida como la Época de Burdeos), donde siguió pintando cuadros tan célebres como La Lechera y murió en el año 1828.

 

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