Gil del Pozo, escultor y ebanista, ha labrado, desde sus precoces inicios hasta su maestría, una singular personalidad artística. Tallada con pulsos de manos recias que se ablandan delicadas al acariciar cada veta, esculpe raíces, troncos y nudos. Los transforma en un fantástico y poliédrico universo de formas con corazón de madera, creando seres a los que insufla el aliento de una nueva vida cada vez que sopla las virutas.

En sus obras, escultura de bulto, relieve, retablo, miniatura o mobiliario, la gubia deja patentes las huellas de su oficio, imaginado entre sueños dibujados sobre serrín en el taller de su abuelo maderista. Huellas ahondadas a golpe de filo, a paso de azuelas y legras, surcando venas de abeto con impulsos de joven emigrante a la medieval Berna de aires alpinos. Huellas de maestro regresado de la diáspora a su arborescente edén del Bierzo.

Gil del Pozo Estébanez (Ponferrada, León, 1967) cursó estudios de bachillerato en su localidad natal. A finales de los años 80 se trasladó a Berna (Suiza), ciudad en la que residió durante cuatro años. Durante ese período compatibilizó trabajo con aprendizaje en el taller del reconocido maestro ebanista Hans Peter Raihen. Atraído por la escultura realizó sus primeras obras y participó en diversas exposiciones.

A mediados de los 90 regresa al Bierzo, tierra inspiradora de su creación e idílica arboleda en la que ejerce su oficio. Ha sido profesor en diversos talleres de empleo de la Comarca; su obra, de marcada impronta personal, ha sido expuesta en diferentes exposiciones y museos y se halla dispersa en diversas colecciones particulares.

Actualmente ultima los trabajos de entallado y ensamblaje de los retablos que ha esculpido para la ermita de Santa Elena, en Lomba, en el municipio cabreirés de Benuza (León), encargados por aquel Ayuntamiento tras un desgraciado incendio que arruinó la ermita.

Poseedor de los secretos de un quehacer, docente y artístico, que ejerce con la vocación y el amor propios de quienes alcanzan la inspiración en la larga soledad del taller, Gil del Pozo ha forjado un estilo propio. Un estilo que, enraizado en los cánones clásicos va desde el realismo figurativo al surrealismo.

Entre guerreros estelares de castaño milenario, princesas de cerezo, venus esculpidas sobre cedro de cementerio, caballos con alma de negrillo, hélices de álamo y aromas de tilo recién estriado, las últimas creaciones de este artista leonés habitan el Museo del Bierzo junto a la vieja higuera del patio.