FERNANDO BOTERO

Marisa Oropesa (17/09/2023)


 

 

Si algo nos enseña la historia del arte es que los maestros siempre tienen en común su capacidad de beber de las fuentes del pasado. Fernando Botero (Medellín, 1932 - Montecarlo, 2023) conoce la obra de los grandes creadores y, en lugar de interpretarlos, los hace suyos, pero con su particular punto de vista. "El problema de la pintura no es crear distintos temas, sino hacer los mismo que han hecho todos, pero en forma diferente. El mismo hombre o la misma mujer, el mismo caballo, el mismo árbol, la misma naturaleza muerta, pero vistos con otro sentimiento, con otros ojos", afirmó.

Esos ojos, esa personalidad, son las que nos atrapan y nos llevan a asegurar, sin ninguna duda, que estamos ante las creaciones de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo. Botero dominó el uso de los colores y del volumen. En referencia a la vivacidad de su paleta cromática él mismo nos decía: "yo uso un colorido que es posiblemente exagerado, pero mantiene cierta relación con la realidad".

Su mundo mental esconde así un halo de melancolía que pareciera estar guiado por Saturno a la vez que la sensualidad se apodera de las formas volumétricas que emplea. Unas formas que podemos apreciar tanto en sus pinturas como en sus dibujos y acuarelas. Y, por supuesto, en sus icónicas esculturas donde su volumen característico alcanza una mayor fuerza gracias a la tridimensionalidad de las mismas.

 

 

En las obras de Botero, vemos cómo presencias inmensas se intercalan con miniaturas en espacios reales o inventados que, a veces, parecen decorados. Creando en la tela un conjunto que parece masivo y jugando con los distintos planos, las proporciones de los objetos y los personajes que forman la composición que gozan de una integridad volumétrica. Un juego de planos y proporciones que, a veces, produce un efecto naif que nos retrotrae a la pintura de Le Douanier Rousseau.

Lejos de dejarse seducir por las producciones industriales, como hacen otros artistas internacionales, Fernando Botero prefería el oficio entendido en un sentido clásico. No recurrió a ayudantes ni a talleres. Creía en la relación directa con el lápiz y con el pincel.

Hablamos de un acto casi revolucionario cuando decidió decantarse por la figuración alejándose del "action painting" que primaba, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, como el informalismo. Botero no sucumbió a la moda predominante y optó por ser fiel a sus creencias pictóricas. Él mismo reconoció que sus estancias en Europa fueron decisivas para definir su personalidad: "Desde que empecé a pintar tenía un gran interés en el volumen. Cuando llegué a Europa leí mucho a Bernard Berenson, el famoso crítico estadounidense que escribió la historia del Renacimiento italiano e hizo un gran elogio del volumen. Me sentía identificado completamente con esas ideas."

 

 

Alejarse de las corrientes estilísticas fue lo que hoy nos permite hablar de Botero como un creador que fue capaz de cimentar su propia personalidad, siempre coherente y en evolución, convirtiéndose en una de las figuras más destacas del panorama artístico internacional.

Su pintura es el resultado de la unión de tres elementos: el tema, la composición y el color. Precisamente, la armonía compositiva que alcanzó se debe a esa conjunción y da lugar a que adquiriese un estilo que responde al conocimiento profundo del arte y a distintos periodos de experimentación.

En todas sus creaciones existen temáticas recurrentes que le acompañaron desde los años sesenta hasta nuestros días, como los iconos cristianos, la tauromaquia, los desnudos o las naturalezas muertas, demuestran que Fernando Botero fue capaz de abordar, al mismo tiempo, los grandes temas de la historia del arte y la vida cotidiana, siempre realizando sus propias interpretaciones.

 

 

Son, principalmente, contenidos que nos llevan a sus raíces colombianas, donde las relaciones humanas, la música y el baile están presentes. "Todo arte es autobiográfico", señaló Federico Fellini, lo cual podemos comprobar en las obras de Botero, plenas de esa esencia colombiana presente en su niñez y juventud.

En ocasiones, Botero puede parecer satírico y siempre está alejado de lo grotesco. Enfatiza unas masas que nos recuerdan a Rubens, pero su obra es en realidad el resultado de un profundo conocimiento del arte occidental y de la tradición muralista mexicana unido todo ello a su compromiso con su alma antioqueña.

Según Fernando Botero, "siempre he dicho que lo que yo pinto es improbable, pero no imposible", y es gracias a esa imaginación por lo que ha logrado que su universo sea identificable a primera vista y que su trazo sinuoso y voluminoso le haya llevado a tener su propio estilo, conocido como "boterismo". El crítico Reed Johnson lo describe así: "Sus humanos rubenescos, paisajes rotundos y floreros voluptuosos, instrumentos musicales y otros objetos inanimados son tan identificables que prácticamente son una marca registrada."

 

 

Fernando Botero. Sensualidad y melancolía. Ese es el título de la exposición inaugurada en el Centro Cultural Las Claras de Murcia (Calle Santa Clara, 1) el pasado jueves 14 de septiembre, un día antes del fallecimiento del artista colombiano en Montecarlo a los 91 años como consecuencia de una neumonía. La muestra podrá visitarse hasta el próximo 26 de noviembre en horario de 11:00 a 14:00 y de 18:30 a 21:00 horas (lunes a viernes, domingo solo mañana, sábado cerrado). Visitas guiadas los miércoles, previa reserva en el teléfono 968 23 46 47.

 

 

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