LA OBRA DE ANDRÉS DE VANDELVIRA (Y X)
SACRISTÍA DE LA CATEDRAL - JAÉN

Raúl Gorriti Yangüas


 

 

Precede a la sacristía es el vestuario o antesacristía y en ella se hace patente de nuevo la inventiva de su autor. En el lado opuesto a la entrada, en el hastial del crucero sur, se encuentra la doble escalera que conduce a las galerías altas y a la cripta. Para su integración en la estancia y su organización, usa un arco serliano de orden jónico en el que los vanos adintelados dan cabida a las puertas que comunican con los tramos de ascenso y descenso de la escalera y, el arco semicircular central, a un profundo armario que ocupa el hueco de la misma.

Completan el muro tres escudos dentro de rectángulos moldurados: dos laterales del obispo Tavera y uno central con el escudo de la catedral jiennense. Sobre ellos, tres óculos ciegos, uno central y dos laterales menores. La portada hacia la sacristía es similar a la que comunica con la iglesia, incorporando la misma columna corintia con el detalle de un anillo decorativo en su parte alta y las hornacinas de escasa profundidad que aparecen tras las columnas y en las jambas del arco, del mismo modo que allí sucedía. En su parte superior hay una inscripción latina con el año 1563. 

La sacristía está considerada la obra maestra de Vandelvira. Una obra de madurez en la que impera el dominio de los elementos arquitectónicos con una sabia combinación entre el rigor clasicista y la libertad aportada por el Renacimiento hispano. La casi nula presencia de ornamentos escultóricos se suple con la inspiración empleada en la ordenación de las partes. En ella se auna lo tradicional con lo innovador, al mismo tiempo que conserva su fin práctico y funcional. Los muros se articulan por cinco arcos, dos mayores y tres menores alternos, en los lados mayores, y tres arcos, uno central mayor y dos laterales pequeños, en los lados menores. Cada arco da lugar a un nicho en el que se aloja la cajonería y que en el lado meridional incluye un vano adintelado. Cada arcada voltea sobre parejas de columnas que parten de un alto pedestal que en el muro se corresponden con sendas medias columnas. Todas tienen su fuste estriado con el tercio inferior contaacanalado alterno. Los capiteles son corintios y sobre ellos se introduce un elemento realmente original que cumple una doble misión: una pieza, en forma de lápida con asas laterales, que da mayor elevación al orden y consigue que puedan verse los capiteles de las semicolumnas adosadas que el liso y grueso entablamento escalonado hubiera impedido apreciar.

 

 

Sobre los arcos menores de la sacristía, y para nivelar el muro, se suman unos cueros con espejo ovalado central. Un nuevo entablamento superior, del que arranca la cubierta, está recorrido en su friso por parejas de ménsulas que se corresponden con las columnas pareadas inferiores. En ellas, unos mascarones son la única decoración figurada del conjunto. La bóveda es de cañón, pero para aligerar su arranque se repite con unos nuevos arcos la secuencia usada en las arcadas bajas. En los testeros el esquema se repite nuevamente, aunque en esta ocasión para rellenar el muro se añade un gran óculo superior. El cañón, fragmentado en cinco tramos por los arcos fajones, está decorado por recuadros simples y otros con círculos de modo alterno y, sobre los lunetos menores, pequeñas cartelas, en una de las cuales figura la fecha 1577, año en el que Alonso Barba concluyó la pieza, ya fallecido Andrés de Vandelvira.

En el origen del ordenamiento de la sacristía se han buscado diferentes conexiones: desde el orientalismo derivado del arte hispanomusulmán -a través del Patio de los Leones de la Alhambra, precedente del empleo suntuoso de las columnas, o la Mezquita de Córdoba, a la que se debería la superposición de arquería-, hasta una reinterpretación de modelos vitrubianos actualizada, pasando por precedentes del propio Vandelvira, como la portada de la Iglesia de San Nicolás en Úbeda, pero depuradas y maduradas. Sea como fuere, lo cierto es que nos encontramos ante un espacio tanto compositiva como estéticamente difícil de superar.

 

FUENTES

GORRITI YANGÜAS, Raúl. Catedrales Renacentistas, Madrid, 2005, pp. 376-386.

 

Fotografía a color de José Ramón Martínez Pérez

 

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