TERESA DE JESÚS. LA MUJER MÍSTICA (IX)
NICOLA FUMO

Juan Dobado


 

 

Descubierta hace tiempo en mi selección y búsqueda de obra teresiana para la presente edición de Las Edades del Hombre (ver enlace), esta interesante escultura de Santa Teresa que se halla en la clausura del Convento de Santa Ana (MM Carmelitas Calzadas) de Sevilla, está firmada en un lateral de la base de la peana por el escultor Nicola Fumo (llamado también Nicolò Fumo, Saragnano, 1647 - Nápoles, 1725). Este artista italiano importó un buen número de obras a España que encajaron perfectamente dentro del gusto de la época.

Discípulo del escultor Cosimo Fanzago, de quien heredó su virtuosismo y teatralidad barroca, Fumo realizó muchos trabajos para la corte de Nápoles. Ello le sirvió de puente para la llegada de sus obras a tierras españolas; un buen número de ellas a conventos de la Orden del Carmelo, como las magníficas imágenes de la Inmaculada Concepción y San José, firmadas en 1705 y que llegaron en 1774 como dote de Sor Francisca de Santa Teresa a las Carmelitas Descalzas de Antequera (Málaga), otra pareja que perteneció a las Descalzas de Alcalá de Henares (Madrid), así como otras que se le han atribuido: un Éxtasis de Santa Teresa en La Encarnación de Ávila o, recientemente, la Virgen del Carmen de Medina del Campo (Valladolid), inspirada en la Bruna de Nápoles y que también está presente en Las Edades del Hombre.

Llegada al convento hispalense no hace muchos años, mediante donación, la presente obra se alza sobre una peana con las características propias de Fumo: tornapuntas y hojarascas que aportan airosidad a la pieza. Llama la atención sus dimensiones, 112 x 68 x 43 cm, que la acerca a las mayores que conocemos de Nicola Fumo, como el Ángel de la Guarda de Cádiz o el Nazareno Caído de San Ginés de Madrid.

Fumo presenta a la santa en actitud extática, con un acentuado contraposto, como si empezara a perder el equilibrio tras la visión contemplativa. Ataviada con el hábito carmelitano, sus manos retiran con suavidad la tela que impide ver la llama de amor vivo impresa en su corazón y que traspasa el hábito descalzo. Su mano izquierda sujeta la capa, mientras que con la derecha levanta el escapulario del pecho para que contemplemos el suceso místico. Fumo recurre en el rostro de Santa Teresa a la expresividad extática más habitual desde que la usaran Bernini y los grandes escultores del Seiscientos.

No sabemos si ha llevado querubín con el dardo, ya que no hay rastros de su presencia en la imagen. Fumo parece sintetizar la visión, mostrando más la huella del amor de Dios, perenne en la santa para toda su vida, que el momento preciso del suceso místico. La limpieza de esta talla del siglo XVIII, llevada a cabo por el Taller de Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre, para la exposición nos ha desvelado una riqueza de matices en las policromías, muy cuidadas por Fumo, especialmente en las encarnaduras.

 

FUENTES: DOBADO FERNÁNDEZ, Juan. "Éxtasis de Santa Teresa de Jesús", en Catálogo de la Exposición Teresa de Jesús. Maestra de Oración, Fundación Las Edades del Hombre, 2015, p. 474.

 

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