TERESA DE JESÚS. LA MUJER MÍSTICA (IV)
PETER PAUL RUBENS

Con información de Fernando Moreno Cuadro


 

 

La representación de Bernardino de Mendoza liberado de las Penas del Purgatorio por Intercesión de Santa Teresa gozó de una gran popularidad, porque se amoldaba no sólo a la Contrarreforma -enlazando al mismo tiempo con uno de los grandes privilegios del Carmelo, el reconocido por la Bula Sabatina otorgada por Juan XXII en 1322-, sino también porque reconocía a la reformadora descalza -beatificada en 1614 y canonizada en 1622- como eficaz intercesora ante Cristo, ayudando de manera especial a los benefactores de la Reforma teresiana, escogiendo como ejemplo a Bernardino de Mendoza, perteneciente a una familia de gran poder e influencia en el siglo XVI, hijo de los condes de Coruña y vizcondes de Torija, don Alonso Suárez de Mendoza -heredero del marqués de Santillana- y doña Juana Jiménez de Cisneros -descendiente del fundador de la Universidad Complutense-; un aristócrata de proyección universal, no sólo como militar en Flandes y hábil diplomático en las relaciones con el Vaticano, Inglaterra y Francia, sino también como escritor.

En este bellísimo y espectacular lienzo, pintado entre 1630 y 1633 por Peter Paul Rubens (Siegen, 1577 - Amberes, 1640), observamos la luminosidad alrededor de la figura de Cristo. Teresa de Ávila aparece con un resplandor luminoso simbolizando su santidad. La Reformadora del Carmelo se ha representado no totalmente de perfil, sino levemente girada de manera que el espectador aprecia mejor su rostro. La posición de sus manos presenta una gran naturalidad, aspecto este que también podría destacarse en la figura de Cristo. El dinamismo va parejo a la ubicación de las figuras y a su relación entre ellas. Cristo prácticamente ocupa el eje central, enmarcado por unos ángeles que revolotean a su lado.

Las almas del Purgatorio aparecen muy relacionadas, de forma natural y espontánea. Junto al personaje liberado, toma también gran presencia la figura femenina ubicada junto a Bernardino de Mendoza, recreando Rubens una bella mujer rubia que parece salvarse como Bernardino, el cual adquiere de esta manera el protagonismo que le corresponde a pesar de estar ubicado en el ángulo inferior izquierdo del lienzo, en el que destaca la singular interrelación de los protagonistas en una equilibrada composición, aunque realmente quien centra la atención del espectador es la figura femenina ubicada bajo Cristo, que Göttler piensa puede simbolizar el alma de Felipa Mendes Borges, benefactora portuguesa de la nueva casa monástica de los Carmelitas Descalzos de Amberes que brindó a los mercaderes portugueses la oportunidad de rebatir con su mecenazgo las sospechas de practicar el judaísmo. La importante mecenas encargó para su capilla de enterramiento un retablo cuyo eje central es la presente obra, hoy propiedad del Museo Real de Bellas Artes de dicha ciudad belga.

Esta pintura de Rubens sería ampliamente difundida por la estampa de reproducción y daría origen directa o indirectamente a una singular serie que se amoldaba perfectamente a la Contrarreforma e incidía en los bienes espirituales logrados por los benefactores de la Reforma teresiana, constatándose asimismo su asimilación por la iconografía franciscana. Rubens trabajó frecuentemente para los Carmelitas, especialmente los Descalzos, que tuvieron una singular expansión en los Países Bajos, a donde llegaron, como otras importantes órdenes religiosas, en el contexto de la Contrarreforma, cuando la Iglesia intentaba reconquistar el terreno perdido por la crisis religiosa del siglo XVI. Rubens realizó para el Carmelo desde los diseños de ornamentos con temas marianos bordados en oro para los Calzados de Amberes a pinturas como la que nos ocupa.

 

FUENTES

MORENO CUADRO, Fernando. "Rubens y el Carmelo. Entre la estampa de invención y la de reproducción", separata del Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº 106, 2010, pp. 153-180.

 

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