LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO (I)

Con información de Carlos Reyero (17/01/2023)


 

Dentro del marco de la festividad del santo eremita, hablamos de un asunto que ha sido motivo de inspiración para los artistas, especialmente los pintores, desde el Renacimiento y hasta la actualidad. Trata sobre las acometidas del demonio que sufrió San Antonio Abad o San Antón en tres etapas decisivas de su vida -cuando se retiró a una tumba, cuando se estableció a vivir en el desierto y cuando se fue a vivir a orillas del Mar Rojo- y que pusieron a prueba su riguroso ascetismo y su espiritualidad.

 

 

El tema de las Tentaciones de San Antonio fue muy habitual en las artes plásticas de finales del siglo XIX. Por entonces, esta iconografía, que procedía de la tradición artística, se recuperó para representar el conflicto de la sumisión al deseo, que aparece siempre en todos los discursos moralistas masculinos.

La interpretación del escultor valenciano Gabriel Borrás (1875-1943) que se conserva en el Museo de Escultura de Leganés (Madrid) por depósito del Museo Nacional del Prado es realmente muy curiosa porque otorga gran protagonismo a las figuras femeninas, muy inspiradas en modelos reales. Es una obra realista, influenciada por la plástica de Rodin que utilizaba modelos del natural sin tamizar por el filtro clásico.

Las mujeres muestran una gran sensualidad, que en la escultura se traduce en un detalle muy interesante y contradictorio con el sentido estable de la misma, y es que las mujeres flotan, lo que se relaciona con el carácter evanescente del deseo sexual, la idea de que el deseo está ligado a una especie de desmaterialización, de falta de consistencia. Es algo que resulta especialmente llamativo en esta obra y que se halla vinculado a la tortura que supone la pérdida de los límites del mundo en los mencionados discursos.

Satán tiene también gran protagonismo en esta obra. Le habla al santo al oído, le cuenta algo, es la palabra en este caso la que está suscitando el deseo. Por lo tanto, la obra de Gabriel Borrás enlaza con dos ideas de finales del XIX, que son la de la mujer fatal y la idea satánica del deseo. Las mujeres, de alguna manera, son consideradas hijas de Satán, salen de su pensamiento y se hacen visibles a San Antonio Abad.

La escultura, modelada en yeso (254 x 175,5 cm), obtuvo medalla de segunda clase en la Exposición Nacional del año 1901. Para los críticos decimonónicos, la escultura, tanto por la sensualidad de sus materiales como por su carácter tridimensional, era el mejor medio artístico para expresar el erotismo del desnudo femenino.

 

 

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