LA OBRA DE LUIS SALVADOR CARMONA (VIII)
SAN JUAN BAUTISTA - ESTEPA (SEVILLA)

Texto y fotografías de Juan Fernández Saorín


 

 

 

Podríamos decir que la actividad mesiánica de Jesús comienza con su bautizo en el río Jordán por parte de Juan (que significa “Yahveh ha sido gracioso”) llamado el Bautista, considerándose a éste como el Precursor de Cristo, pues era el que anunciaba su inmediata aparición. Hijo de Zacarías e Isabel, prima de la Virgen María, fue un prodigio su nacimiento pues lo hizo de una mujer que era anciana y por tanto estéril, previo anuncio por el Arcángel San Gabriel, al igual que ocurriera, poco después, con su prima María, que era virgen.

Sobre los 30 años, Juan aparece de su retiro ascético por el desierto para predicar a los pobres y a los poderosos. Algunos le creían el Mesías y otros, como los fariseos, le increpaban e insultaban. Los primeros acudían henchidos de felicidad y fe para que los bautizara en el Jordán, pero ante su fervor “respondió Juan a todos, diciendo: Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y Fuego”. (Lc 3, 16)

Todo parece indicar que la obra de San Juan Bautista llega a Estepa por mediación de Juan Bautista Centurión y Ayala, VII Marqués de Estepa, como consecuencia de la estrecha relación que mantienen tanto Carmona como el marqués con la Corte en Madrid y con la Orden Tercera Franciscana. En estos ambientes fueron en los que se debieron de conocer ambos, dado el enorme prestigio con el que contaba el afamado escultor.

Admirando esta magnífica imagen del último de los profetas que precedieron a Jesús, situada en la Iglesia de San Sebastián, podemos advertir la habilidad técnica de su autor Luis Salvador Carmona, que junto con Francisco Salzillo y Alcaraz, fue sin lugar a dudas el escultor más sobresaliente de su tiempo. Su calidad le llevó a que sus obras expresasen los diferentes estados de ánimo humanos dependiendo de lo representado. Basta advertirlos en sus Cristos del Perdón, en Jesús recogiendo sus vestiduras, sus Nazarenos, sus Piedades, o en sus imágenes de San Francisco Javier, elevando al rango de obras maestras sus místicas expresiones, así como la enorme calidad que adquirió en el tratamiento de paños y lienzos.

La iconografía del Bautista presenta escasas variantes. Básicamente, esas variantes las indica el dedo índice de su mano derecha, pues ora señala al cielo, indicando que el mensaje que porta se debe a un mandato divino, ora señala al cordero que, o bien sostiene o bien lleva a sus pies, haciendo alusión a la cita evangélica “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mi viene un hombre que se ha puesto delante de mi, porque existía antes que yo ” (Jn 1, 29-30), correspondiente al momento en el que Jesús le pide que lo bautice, reconociéndolo Juan al posarse sobre Él el Espitiru Santo que desciende del cielo en forma de paloma. En su mano izquierda suele llevar una vara o cayado, que le sirve de apoyo en su caminar por el desierto, o bien una cruz con una filacteria en la que se puede leer Ecce Agnus Dei. Va vestido con piel de camello y su pie izquierdo lo apoya sobre un pequeño promontorio rocoso.

Existe alguna excepción que confirma lo comentado como el San Juan Bautista de Alonso Cano (1634) que se conserva en el Museo Nacional de Escultura, sentado sobre una peña y con el cordero abalanzándose sobre él.

También se suele representar como niño (San Juanito), en muchas ocasiones jugando con el niño Jesús, como la delicada obra Jesús Niño con San Juanito de la Ermita de Nuestra Señora de los Santos, de Móstoles (Madrid), obra de Luisa Roldán (1691-1692). En ocasiones, también se representa solamente la cabeza del santo sobre una bandeja como, por ejemplo, la que realizara Felipe de Espinabete en 1773 y que se conserva en Valladolid.

 

 

La imagen de Estepa se encuentra señalando con la mano derecha al cordero que se halla en el lado izquierdo, levantando la cabeza en busca del rostro del Precursor. Con la izquierda porta una caña que realiza la función de cayado, y por tanto, de apoyo. Con el pie izquierdo sobre una roca, va ataviado con pieles de camello, de aspecto grisáceo la que envuelve su cuerpo con la lana hacia dentro, y ocre la que lleva por capa con la lana hacia fuera, y que sigue el modelo del retablo mayor de la Iglesia de los Santos Juanes de su localidad natal de Nava del Rey (Valladolid), que conociera y visionara tantas veces, y sobre la que, posiblemente, se inspirase; modelo que, a la vez, repitiera para la parroquial de Segura (Guipúzcoa).

Se trata de una obra plenamente barroca fechable en 1743, de 130 cms. de altura, y presenta al santo con expresión aparentemente exhausta, cercana al desfallecimiento por los rigores solares del desierto, de rostro enflaquecido, algo envejecido por la hambruna y la sed, al contrario que el que realiza para la parroquial de Segura pocos años después, algo más rejuvenecido, robusto y altivo. Ayudando a evocar ese momento lleva la boca entreabierta, las cejas arqueadas, el ceño fruncido y sus ojos abatidos, siendo, por otra parte, acusados rasgos estilísticos del escultor vallisoletano. Acaso esa boca entreabierta que puede denotar cansancio, en realidad representa a un Bautista que se encuentra predicando, de ahí que se halle subido a una peña, a la vez que se encuentra a una cierta altura en su hornacina eclesial, aparentando dirigirse a un auditorio sustituido por el espectador que lo visiona.

Es imagen de refinado modelado en el rostro, torso, brazos y piernas, de perfecto estudio anatómico, en la que deja entrever una rigurosa obsesión por el mínimo detalle, como en el prodigioso tratamiento del cabello y de la barba, casi pelo a pelo, de la boca, de la frente y de las sienes.

Carmona era un auténtico maestro en reflejar el sufrimiento humano. Sus imágenes cristíferas son muy explícitas en la expresión del dolor y tal vez por ser San Juan Bautista el que precede a Cristo, preludia a través de esta imagen el sufrimiento de Jesús. La efigie presenta un elegante movimiento arqueando su cuerpo sobre la pierna izquierda, en bello contraposto, a la vez que busca el necesario apoyo sobre la caña que sostiene. El escultor vallisoletano, que dotaba de vida propia a sus imágenes, presenta una obra de gran dinamismo y versatilidad, de compostura elegante y grácil, tan del gusto rococó, que hace creer y aparentar al contemplador que se va a mover, que va a cambiar su postura, pues este San Juan Bautista todavía se encuentra alejado de algunas de sus creaciones santeras para retablos, tratadas con cierta tibieza característica del neoclasicismo y academicismo por los que fue influenciado.

Por otra parte, me parece necesario indicar que la imagen se encuentra en un preocupante estado de deterioro por las grietas que presenta y por la alarmante ausencia de policromía que existe en bastantes partes de la misma y dada la calidad de la obra, se hace necesaria y urgente una restauración de esta magnífica talla.

 

FUENTES: DÍAZ FERNÁNDEZ, Ezequiel. "Analogía escultórica entre la obra leonesa y sevillana
de Luis Salvador Carmona", publicado en De Arte, nº 3, 2004, pp. 133-142;
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Luis Salvador Carmona, Escultor y Académico, 1990, p. 285.

 

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