LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE (I)
18/10/2023
Son múltiples los recintos sagrados en España y el resto del mundo que sustentan su razón de ser en la fuerza que les transmiten las reliquias que guardan, ya sean verdaderas o falsas. Muchas de ellas contienen objetos sagrados relacionados con las vidas de Cristo y María, así como cuerpos esqueletizados o momificados de santos, o bien fragmentos de los mismos. |
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Foto: Christian Boss |
En la iglesia de san Nicolás de la localidad suiza de Wil se venera un esqueleto que, según la tradición, es el de san Pancracio, el mártir romano nacido en Frigia (actual Turquía) que fue decapitado con tan solo 15 años de edad por su condición de cristiano. Pese al fervoroso culto que recibe desde hace más de 1.500 años, existen dudas sobre su existencia, al igual que sucede con otros mártires de la Iglesia como san Valentín o san Sebastián. Del esqueleto de san Pancracio se cuenta que fue tomado en torno a 1670 de las catacumbas romanas que están bajo la basílica de San Lorenzo fuori le Mura. Consta que en 1677 un grupo de monjas vistió el esqueleto con un atuendo que se rehízo en 1706 y 1724. En 1777, para celebrar el centenario de la llegada del esqueleto a Wil, se decidió encargar al platero Joseph Anton Seethaler la resplandeciente armadura rococó que aún luce el esqueleto. A primera vista, los huesos del esqueleto se corresponden con los de un hombre, y no con los de un adolescente de 15 años. Nunca se ha examinado la cronología de los huesos, aunque ahora sería posible con los medios analíticos actuales. Pese a lo anterior, la reliquia tiene un "certificado de autenticidad" procedente de Roma. Los llamados "santos de las catacumbas" no reaparecieron hasta finales del siglo XVI, cuando unos trabajadores descubrieron accidentalmente bajo tierra la entrada a una de las tumbas. Inmediatamente después se inició la veneración de los huesos de estos mártires. Este tipo de piedad popular fue muy bien acogido por la Iglesia católica durante la época de la Contrarreforma. Pancracio murió alrededor del año 304 bajo el emperador Diocleciano. Como muchos otros testigos de la fe, encontró su última morada en un cementerio subterráneo durante el Imperio Romano. Sus restos fueron llevados a Wil en abril de 1672 con enorme simpatía por parte de la población. Aunque en ese momento, la llamada "ciudad de los abades" ya contaba con dos santos patrones, Nicolás y Águeda, san Pancracio fue nombrado tercer patrón de Wil, tanto por la influencia que ejerció sobre sus gentes los efectos milagrosos y protectores de los restos de estos santos, como por las señales milagrosas que, desde entonces, comenzó a experimentar la ciudadanía, convirtiéndose Wil en un importante centro de peregrinación. Incluso el esqueleto llegó a procesionar varias veces, la última en 1922. Diez años antes, en 1912, el cráneo fue robado, quedando el resto del esqueleto y su estructura intactos. La consternación en la comunidad fue grande. Unas semanas más tarde, el cráneo reapareció en una bolsa de plástico colgada en la puerta de la iglesia. A día de hoy todavía se desconoce la autoría del robo. En 1999, el santo de las catacumbas incluso viajó a París, donde formó parte de una exposición titulada "La mort n'en saura rien" ("La muerte no sabrá nada"), dedicada al culto a las reliquias y al comportamiento del hombre ante la muerte a través de 74 obras de los cinco continentes. Respecto a Joseph Anton Seethaler (1740-1811), fue un prestigioso orfebre alemán. Nacido en Dießen, se afincó en Augsburgo, donde llegó a ser capataz del gremio de orfebres. Al mismo tiempo, se convirtió, desde 1808, en el primer platero real en la corte de Baviera. Como marca comercial utilizó sus iniciales JAS en un escudo ovalado cruzado. Su obrador mantuvo contactos internacionales, especialmente con Frankfurt y Londres. Su hijo, Johann Alois Seethaler, continuó con el taller, al igual que su nieto Joseph Anton Seethaler II. Gracias a la impecable labor de Seethaler, san Pancracio aparece en Wil como una rutilante y victoriosa "santa muerte" ataviada como un soldado romano, con armadura, casco, espada y la palma del martirio. Partes de ese atuendo son de plata dorada, mientras otras están bañadas en cobre. |
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FUENTES RAMOS, Javier. La España sagrada. Historia y viajes por las reliquias cristianas, Córdoba, Arcopress, 2020. |
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