RAFAEL SANZIO. 500 AÑOS
VISIÓN DE EZEQUIEL

07/04/2020


 

 

La escena de este óleo sobre tabla (40,7 x 29,5 cm) se basa en la visión del tetramorfos recogida en el libro del profeta Ezequiel, según la cual Dios se le apareció en medio de lo que parecía ser una gran tormenta, rodeado de los cuatro evangelistas, cuyas formas eran a la vez humanas y de animales.

De este episodio derivaron los símbolos por los que serían identificados los evangelistas: el águila de Juan, el buey de Lucas y el león de Marcos, mientras que Mateo está representado como un ángel vestido con túnica de tonos claros, a medio camino entre el celeste y el púrpura. Junto con dos ángeles sostienen la figura del Padre, que aparece con los brazos levantados en señal de bendición, concebido como un Júpiter como bien apreciara Vasari. De hecho, parece que Rafael se inspiró en el relieve de un sarcófago romano de la Villa Médici con la escena del Juicio de Paris, en el que una divinidad levita sedente sobre un escudo. Otro detalle muy singular es la silueta del Padre Eterno, atrevida para su época en especial por las semidesnudas piernas.

Resultan asombrosos los brillantes destellos que iluminan la escena desde la gloria superior, en la que podemos reconocer una corola compuesta por multitud de cabezas de querubines, pintadas en el mismo color de las nubes o simplemente insinuadas, que crean una vibrante sensación de movimiento.

En la parte inferior, debajo de la banda de nubes, vemos un amplio paisaje terrestre y marino que se pierde en la distancia en medio de destellos de luces y sombras. A la izquierda, un rayo de luz cae sobre dos figuras humanas situadas junto a un caballo, una de las cuales se identifica con Ezequiel.

En general se afirma que esta pequeña tabla, conservada en la Galería Palatina de Florencia, data de 1517-1518, años en los que la actividad de Rafael en Roma eran tan intensa que su taller llegó a tener 50 colaboradores, todos ellos de notable talento, a los que el artista daba la importante tarea de hacer realidad sus diseños, tanto a nivel de dibujo como de pintura. Por eso hay expertos que dudan de la autoría de este trabajo y lo prefieren atribuir a destacados colaboradores como Giulio Romano o Giovan Francesco Penni. Sin embargo, su excelente calidad pictórica -además de que el formato reducido no suele requerir de la ayuda propia en las composiciones de gran tamaño- pertenece solo a Rafael. Nadie más que el maestro de Urbino podía plasmar la naturaleza monumental de las figuras, la compleja composición hábilmente adaptada a un formato tan pequeño, y los suaves y delicados contrastes de luz y color. Incluso algunos historiadores consideran que la Visión de Ezequiel, junto con los retratos "León X y los cardenales Julio de Médicis y Luis de Rossi" y "La Fornarina", ambos fechados entre 1518 y 1519, fueron las últimas obras enteramente de la mano del maestro.

Nuevamente tenemos que hablar de una obra de Rafael robada por los franceses, que la llevaron a París en 1799, y no fue devuelta hasta 1816. Parece ser que fue reproducida también en formato textil para el techo interior del dosel que decoraba el lecho donde el mencionado León X era vestido de pontífice para las ceremonias oficiales. Dicha copia, a cargo también del taller de Rafael, fue confeccionada en lana, sedas e hilo de oro.

 

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