PIERRE PUGET. IV CENTENARIO
INMACULADA CONCEPCIÓN

16/11/2020


 

 
 
Foto: Susanna Egger

 

Nuevamente hablamos de una obra realizada por Puget durante su etapa genovesa. En este caso recibió el encargo en 1669 de los Lomellini, uno de las familias nobles de Génova que encontraron en Puget al artista perfecto para satisfacer sus deseos de obras que conjugaran a la vez decoro y magnificencia. La nobleza local había estrechado relaciones con la Corte romana, y Puget, que había encontrado su referente en el barroco romano, formándose con Pietro da Cortona en Roma y Florencia, fue el autor ideal para los aristócratas de Génova por su prestigio profesional, acreditado también por sus célebres trabajos en Francia.

Puget llegó por primera vez a Génova en 1660 con el único propósito de comprar mármol para los proyectos que le encargaba Fouquet. Ante la caída en desgracia del ministro francés, como indicamos en una anterior entrega, Puget vio un Génova una ciudad en la que establecerse, al menos de forma temporal, dada la pujanza de su aristocracia y la relativa falta de escultores capaces de satisfacer sus demandas; ya que si bien la pintura genovesa, desde finales del siglo XVI, parecía moverse hacia el estilo barroco, no sucedía lo mismo con la escultura, donde trabajaban, sobre todo, artistas lombardos vinculados a una tradición mecánico-artesanal y a un taller que limitaba su libertad creativa. Los artistas autóctonos se revelaron, inicialmente, incapaces de romper con dicha costumbre y proponer experiencias originales.

Durante su estancia en Génova, Puget creó algunas de sus obras más significativas que influirán en los posteriores escultores italianos, como Anton Maria Maragliano, Luigi Fasce o Agostino Storace en el foco genovés, o Nicola Fumo y Gaetano Patalano en la escuela napolitana.

Esta Inmaculada Concepción, también conocida como "Inmaculada Lomellini" por el apellido de sus clientes, es una de las últimas obras vinculadas a la actividad de Puget en Génova. Ello se desprende de una carta fechada en 1669 en la que Puget comenta al marqués Lomellini que tuvo que dejar la ciudad para pasar al servicio de la Corte francesa. El artista también declara que ha dado instrucciones a sus colaboradores para que sigan desbastando la escultura según el modelo que él mismo dejó. Esto es realmente significativo si se considera la actividad de un taller creado por Puget, que seguirá funcionando incluso después de su partida. De hecho, desde que se estableció en Génova, Puget contó con la colaboración de trabajadores locales con gran potencial técnico que se dedicaron, principalmente, al desbaste de los mármoles.

La obra se completó en enero de 1670 con la intervención directa del artista, como lo demuestra una inscripción colocada en su base. Por tanto, es muy probable que el escultor pasara unos meses en Génova ese año, con la intención de completar los últimos encargos para la prestigiosa clientela local.

Precisamente la "Inmaculada Lomellini", cuyas dimensiones son 188 x 103 x 68 cm, es probablemente la obra de Puget de la que ha se han realizado más copias y versiones, incluso antes de marcharse el escultor de Génova. Una de las primeras de las numerosas variantes, que han conocido formatos y materiales de todo tipo, fue la de Filippo Parodi para el templo genovés de San Lucas. Dichas reproducciones y reinterpretaciones fueron muy abundantes no solo en Italia, sino también en otros países como España o Francia.

La actitud de María es lánguida y transida, acentuada por el arremolinado movimiento de sus ropajes. Se alza sobre una nube en la que se unen gráciles querubines y los atributos inmaculistas -la palma, el templo, el espejo, la media luna y la serpiente-, introducidos en el periodo barroco para simbolizar la sumisión del pecado a la pureza y la victoria del bien sobre el mal. Ello también obedecía al interés del catolicismo de triunfar sobre la amenaza que suponía la reforma protestante.

Es notable el virtuosismo de Puget en el tratamiento del mármol: desde el labrado de las vestiduras y los efectos de claroscuro, hasta detalles como las manos unidas, el rostro inclinado y la torsión del torso. El resultado muestra una delicada sensibilidad formal y un absoluto refinamiento formal, lo que unido a su capacidad para soltar los volúmenes en el espacio, constituirá el punto de partida para la renovación de la escultura local, liberándola así de su papel vinculado a la decoración arquitectónica que hasta entonces tenía.

La Inmaculada Concepción fue concebida para ser colocada en una hornacina de la capilla del palacio de los Lomellini, diseñada por el propio Puget. Ello no se llevó a cabo entre 1679 y 1680, año del contrato entre Francesco Macetti, colaborador del artista, y los aristócratas genoveses. En 1762 fue donada por Stefano Lomellini al oratorio genovés de San Felipe Neri, donde sigue conservándose en la actualidad.

 

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