CUARTO CENTENARIO DE ANDRÉS DE OCAMPO
CRISTO DE LA FUNDACIÓN

23/04/2023


 

Fue uno de los primeros escultores de la Escuela de Sevilla que entró en los parámetros de la escultura barroca tras una etapa significativa en el contexto manierista donde se había formado. En el V Centenario de su fallecimiento, abordamos la figura de un artista que fue además hombre culto y humanista, dueño de una de las bibliotecas más interesantes de la Sevilla de su tiempo, y cuya maestría escultórica y retablística, de la que por desgracia nos han llegado pocos testimonios, llegó a ser reconocida por Martínez Montañés.

 

 
 

Foto: Rafa Peña

 

Aunque durante cierto tiempo se creyó natural de Ubeda, lugar de vecindad de sus padres, Andrés de Ocampo se declaró en su carta de dote, fechada en el año 1583 y publicada por Valverde, natural de Villacarrillo (Jaén). Debió nacer en torno a los años 1550 y 1555, no constando de momento la fecha exacta. Murió en Sevilla el 10 de enero del año 1623, siendo sepultado en la iglesia parroquial de San Vicente.

Es incierta también la fecha de su llegada a la capital hispalense, situándola Hernández Díaz hacia 1567. Su formación hay que razonarla en torno a su maestro en escultura Jerónimo Hernández y a su suegro, el arquitecto Hernán Ruiz II. Se observan también influencias de Roque Balduque y Juan Bautista Vázquez el Viejo.

Iniciamos el especial con la obra más popular del artista, el Cristo de la Fundación, crucificado titular de la Hermandad de los Negritos (Sevilla). Dicha corporación de penitencia fue en origen el Hospital de Nuestra Señora de los Reyes, pero enseguida se convierte en cofradía nacida del hospital con el título del Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles. En realidad, fue mucho más que una hermandad de penitencia, pues tenía alcalde propio y resolvía, tutelada por la Iglesia, litigios entre esclavos y dueños.

El Cristo data del año 1622 y fue tallado en madera de cedro por Andrés de Ocampo. Mide 162 cm de altura y su hechura importó la suma de 1.400 reales. La policromía primitiva corrió a cargo del pintor, escultor y bordador Pablo Legot.

La imagen de Jesús muerto, cuya estética se halla a medio camino entre las fórmulas manieristas y el realismo barroco, aparece fijada al madero por tres clavos, con la cabeza muy reclinada hacia la derecha y la corona de espinas tallada separadamente del bloque craneal; aunque hasta la intervención del año 1778, cuando manos anónimas retocaron la cabeza para adaptarle una peluca postiza, debió formar parte del mismo. Su rostro muestra una expresión serena, con los entreabiertos ojos tallados y policromados en la madera, la nariz ancha y recta, las finas cejas en forma de arco y los labios también entreabiertos como señal de muerte violenta, que dejan ver en su interior los dientes superiores pintados.

La cabellera, parcialmente mutilada como hemos apuntado, deja caer por el lado derecho dos onduladas guedejas, mientras que en el izquierdo se pierde por la espalda y descubre totalmente la oreja. La barba y el ralo bigote se hallan también partidos al centro y modelados a base de mechones ondulados y apelmazados.

El cuerpo, de esbeltos miembros, adopta una elegante torsión en forma de curva cóncava que parte de la cabeza, sigue por la cadera izquierda y llega a los pies, unidos por el clavo con un tímido avance de la pierna derecha. Los brazos casi se alinean al travesaño, con las manos cerradas y los dedos flexionados. El torso resalta los músculos pectorales y el arco condrocostal, mostrando el hueco epigástrico notablemente hundido.

Fuertes hemorragias y contusiones se observan sobre la policromía, especialmente en la zona de las cinco llagas, el pómulo izquierdo, la frente y ambas rodillas, estas últimas como consecuencia de las caídas sufridas en su angustioso caminar hacia el monte Calvario.

Además del mencionado retoque de 1778, la escultura ha sufrido varias restauraciones e intervenciones: en 1731 fue policromada de nuevo; en 1940 fue restaurada por el imaginero Agustín Sánchez-Cid (1940), quien halló en su interior el trozo de pergamino autógrafo relativo a su autoría "Este cristo se hizo en sevilla año de mil seiszientos y veinte y dos hizo lo andres de ocampo maestro escultor"; entre 1988 y 1989 tuvo su primera restauración científica por los profesionales del ICRBC (Madrid), donde consolidaron la talla, reforzaron sus ensambles, retiraron gruesos elementos metálicos de su interior, eliminaron repintes y realizaron una nueva cruz arbórea; por último, también con criterios científicos, fue restaurada por Pedro Manzano en 2013 para fijar sus estratos polícromos, sellar pequeñas fisuras, realizar una pequeña limpieza y sustituir el sistema de fijación a la cruz, incorporando un casquillo roscado de acero inoxidable, recubierto de resina epóxica.

El Cristo de la Fundación es una imagen muy importante para la Escuela sevillana de escultura, tanto por su expresión patética del dolor como por su iconografía propia del tardorrenacimiento, caracterizada entre otros detalles por la profundidad ideológica, los escasos efectos cruentos, la serenidad y el reposo, y un interés por expresar el mensaje deífico, huyendo del crudo realismo dramático historicista, propio de otras figuras análogas contemporáneas. Es un Cristo-símbolo y por ello destaca entre la rica serie de crucificados sevillanos.

 

 
 

Foto: Daniel Salvador-Almeida

 

FUENTES

Con información de Jesús Abades.

HERNÁNDEZ DÍAZ, José. "Los Ocampo, imagineros giennenses del Siglo de Oro", en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 103, Diputación Provincial de Jaén, 1980.

 

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