Al ser la Visitación un tema que forma parte del ciclo navideño no es infrecuente su aparición en los grupos belenísticos más importantes. No podía faltar por tanto en el Belén realizado por Francisco Salzillo y sus discípulos, conservado en el Museo Salzillo de Murcia y formado por más de 550 figuras, siendo el conjunto más completo de las existentes en España, pues ninguno de los conservados alcanza tan elevada cifra.

El Belén fue encargado por Jesualdo Riquelme al escultor hacia 1776, fecha de su primer matrimonio con Isabel María de Abad y Ulloa. Muerta ésta diez años después, lo fundamental del Belén quedaba realizado, ya que el fallecimiento de Isabel María tuvo lugar tres años después de la muerte de Salzillo, en 1786. La lectura del Protocolo de Atienza, o inventario realizado tras la muerte de Jesualdo Riquelme en 1798 por Roque López y el pintor Joaquín Campos, permite comprobar que la obra fue fruto de un dilatado período de tiempo -1776 a 1800- y establecer atribuciones a Roque López, José López, Pedro Collado -carpintero que realizó el Pórtico del Nacimiento- y otros artesanos y artistas.

Tres fases de ejecución se deducen. La primera comenzaría en 1776 y concluiría con la muerte del escultor (1783). En ese tiempo Salzillo había acabado el último grupo procesional para la Cofradía de Jesús y toda la experiencia adquirida en tan importante proyecto dio paso a una obra diferente, a una forma distinta de ver la realidad y de interpretar el misterio navideño. Las claves del Belén -narración, sentido jerárquico del color, alejamiento consciente del precedente napolitano al inspirarse en el campesinado español, utilización de modelos previos, presencia de la fiesta urbana, etcétera- quedaron ya trazados por su creador de forma que, en los años sucesivos a su muerte, se introdujeron nuevas arquitecturas y escenas sin variar la concepción originaria dada por Salzillo, sino respetando un estilo común, las técnicas mixtas propias de la imagen devocional y un sistema proporcional que garantizaba la unidad del Belén.

La segunda fase debió prolongarse entre 1783 y 1798, fecha de la muerte de Jesualdo Riquelme, periodo en el que Roque López modeló la escena de la Visitación, datada a partir de 1786, y otras como las figuras de Herodes y su guardia. Para el grupo de la Visitación, que demuestra la citada coherencia del taller, López empleó una serie de signos formales que delatan el magisterio de Salzillo; de hecho, José es la misma figura que la representada en el Nacimiento labrado por su maestro, con túnica verde azulada y manto amarillo, y Zacarías se asemeja al anciano Simeón, del templo de Jerusalén, también de Salzillo. La escena resulta también en este caso muy emotiva, pues vemos un doble abrazo, ya que al de María e Isabel hay que sumar el que se dan José y Zacarías. Ambos varones, como ya sabemos, no se mencionan en el evangelio de Lucas, lo que nunca ha sido óbice para los artistas a la hora de incluirlos en el pasaje.

Al heredar Antonio Riquelme la colección y efectuada la partición de bienes, podemos establecer una tercera fase que comenzó cuando le fue encargada a Roque López la vistosa y dramática Matanza de los Inocentes. Teniendo en cuenta que uno de los propósitos narrativos del Belén era el de mostrar de forma continua y sin lagunas un relato inspirado en los evangelios de Mateo, Lucas y los apócrifos, es obvio este encargo, pues la Huida a Egipto, nombrada en el Protocolo de Atienza, no podía ser entendida sin el decreto herodiano, motivo por el que la Sagrada Familia emprendió apresuradamente el viaje a Egipto. 1800, fecha del documento, es la última referencia cronológica del Belén.