LAS VARIANTES ICONOGRÁFICAS DEL NIÑO DIOS (I)
NIÑO YACENTE

13/12/2020


 

A partir del siglo XVII se diversifican los modelos iconográficos sobre la iconografía del Dulce Nombre Jesús, caso del Niño de la espina o del Niño cortesano, sentado a veces en un sillón. En el XVIII las composiciones son todavía aún más caprichosas debido a los gustos de una clientela doméstica o conventual, en su mayor parte, como el Niño dormido, a veces con el orbe o con una calavera en sus manos, sedente sobre una roca o una pila de libros, o el Niño escenificando pasajes de la Pasión, entre muchas otras variantes.

 

 
 
Foto: Óscar Monsalve

 

En el siglo XVIII el catolicismo ya se había establecido en el Nuevo Reino de Granada, cuyo núcleo principal es el actual país latinoamericano de Colombia. Por entonces, la población mestiza estaba en aumento, las ciudades principales llevaban más de un siglo fundadas y sus conventos se consolidaban. En ellos, o al menos en los femeninos, según las memorias de varias religiosas, se observa un nexo especialmente fuerte con las esculturas del Niño Jesús y Cristo crucificado, aunque no faltan referencias a la Virgen María.

Una de esas religiosas, Gertrudis de Santa Inés, ingresó al convento siendo una niña. Con tan solo siete años sufría con lágrimas la separación del lado de sus padres para luego en el Monasterio de Santa Inés, fundado en la ciudad de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, hacerse cargo de oficios como barrer, cargar agua y fregar ollas. La acompañaba en la clausura una escultura del Niño Jesús que adquirió en su niñez y que "adornó a medida de su fe y devoción", una figura que por las noches, según reza la piadosa tradición, salía de su "aseada camita" frecuentemente para dormir en la almohada de la monja.

Olaya Sanfuentes plantea una interpretación de estos cuidados de las imágenes del Niño Jesús en conventos femeninos como el "desplegar una maternidad no realizada sobre estos simulacros de hijo". Y aunque esta hipótesis puede ser posible, se debe tener en cuenta la edad de las novicias o las profesas que describen sus cuidados hacia la imaginería de Jesús Niño, pues cabría la posibilidad que entre las menores todavía estuviera latente la etapa del juego, como es el caso de Gertrudis de Santa Inés, que profesó tan solo con catorce años.

En la colección del Museo Colonial de Bogotá se conserva una escultura de Jesús Niño, conocido como Niño yacente, que encaja con la imagen venerada por la joven monja Gertrudis de Santa Inés. Se trata de una figurita de dimensiones muy reducidas (9,5 x 24 x 10 cm) realizada en madera tallada y policromada. Posee ojos de cristal y reposa sobre un lecho de tejido natural. Se complementa con una vistosa cuna barroca con dosel, también tallada en madera, dorada con pan de oro para darle mayor brillo.

El conjunto es una deliciosa joyita de la imaginería novohispana del siglo XVIII. Respecto a su autoría, se atribuye al taller de Manuel Chili, apodado Caspicara (hacia 1723-1796), un indígena que desarrolló su labor imaginera en Quito, capital del actual Ecuador, donde se conserva la mayor parte de su obra, considerada la más importante dentro de la imaginería de la escuela quiteña del setecientos. Algunas de sus creaciones fueron exportadas a otros territorios, no solo a las colonias de las Indias y a España, sino también a Europa.

 

FUENTES

VARGAS MURCIA, Laura Liliana. "Una imagen del niño Jesús me estaba llamando": Amor y dolor entre esculturas que cobran vida y monjas neogranadinas", en Pinceles y gubias del barroco iberoamericano, volumen VII de las Actas del I Simposio Internacional de Jóvenes Investigadores del Barroco Iberoamericano, Santiago de Compostela, Andavira Editora, Sevilla, Enredars/Universidad Pablo de Olavide, 2019, pp. 338-339 y 341-342.

 

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