LAS GLORIAS DE MURILLO (XXVI)
RETRATO DE DIEGO ORTIZ DE ZÚÑIGA

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Aunque sea más conocido por sus pinturas religiosas y por sus extraordinarias representaciones de pilluelos y otros personajes callejeros, Bartolomé Esteban Murillo era también un ingenioso pintor de retratos. Este género sigue siendo, sin embargo, el aspecto menos estudiado de su trabajo.

Tanto en tamaño completo como medio, Murillo retrató en numerosas ocasiones a sus mecenas y amigos, aunque solo han sobrevivido cerca de quince retratos pintados por él o atribuidos a él, incluidos sus dos únicos autorretratos. La composición de muchos de sus retratos está relacionada con la cultura de la imprenta en España y responde al formato utilizado en esa forma de arte.

Piedras y ruinas ocupan el fondo de muchos retratos del artista, diseñados para confundir al espectador con una ilusión de realidad más allá del espacio pintado. El interés de Murillo por los restos de la antigüedad no debe sorprender pues Sevilla era conocida en el siglo XVII como la "Nueva Roma". Construida sobre las ruinas de la ciudad romana de Híspalis, era el único centro importante de España que poseía fundaciones antiguas. A pocas millas al noroeste se encuentran las ruinas de Itálica, una de las ciudades más grandes e importantes del imperio romano y el lugar de nacimiento de los emperadores Trajano y Adriano. En toda Sevilla, las reliquias de su antiguo pasado habrían sido visibles y conocidas por Murillo. Muchos aristócratas en Sevilla coleccionaron antigüedades y monedas antiguas (incluso Murillo), y estas también pueden haberlo inspirado. 

Respecto a sus autorretratos, un inventario del año 1709 de las posesiones de Gaspar Murillo, uno de los hijos del pintor, enumera los dos únicos conocidos del pintor pintados por su propia mano. El primero de ellos, adquirido en 2014 por la Frick Collection de Nueva York, fue pintado en torno a 1650-1655, siendo una de sus primeras obras conocidas cuando el artista -rodeado por un marco ficticio único en su concepto, sin repetirse en ningún otro trabajo del pintor o sus seguidores- tenía treinta y tantos años de edad. El segundo, ahora en la National Gallery de Londres, data de alrededor de 1670 y en él se ve a un Murillo más viejo y con la expresión triste y cansada -tenía cincuenta y tantos años y no solo había perdido a su esposa, sino también a cinco de sus nueve hijos-, retratado mucho más como un artista que como un noble, a diferencia del anterior.

Dichos autorretratos (imágenes inferiores) pueden contemplarse hasta el 4 de febrero de 2018 en la muestra Murillo: The Self-Portraits (Murillo: los Autorretratos) que tiene lugar en la Frick Collection y es la primera dedicada exclusivamente al tema del retrato en la trayectoria de Murillo. Ambas obras no se habían visto juntas desde al menos el siglo XVIII. Para dar contexto a estos lienzos, la exposición también presenta un grupo de otras quince obras prestadas por colecciones privadas y públicas internacionales.

Entre las obras de la muestra neoyorquina podemos contemplar el Retrato de Diego Ortiz de Zúñiga, pintado hacia 1655 (imagen superior). Durante mucho tiempo se creyó que era una copia de un retrato perdido de Murillo, pero una reciente restauración ha descubierto que se trata de un original del pintor sevillano. Después de ser reasignado por el erudito Benito Navarrete Prieto se agregó a la exposición a mediados de noviembre, dos semanas después de su inauguración, y se mantendrá a la vista en Nueva York durante el resto del evento. Pintado al óleo sobre lienzo, pertenece a una colección particular.

Célebre aristócrata sevillano, Diego Ortiz de Zúñiga (1633-1680) fue también un historiador que trazó la historia de la ciudad desde la Edad Media hasta 1671 en sus Annales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla. Su escudo aparece en la parte superior del marco y la cruz de la Orden de Santiago sobre su hombro izquierdo. El retrato figura entre las posesiones de Ortiz de Zúñiga en el momento de su muerte, en el año 1680. El elaborado marco de piedra con putti es similar al del retrato de Juan Arias de Saavedra (Colección Cardona).

Otros aclamados retratos de Murillo son los de Nicolás Omazur (Museo del Prado) y Josua van Belle (National Gallery de Dublín), vinculados ambos a la destacada colonia de comerciantes extranjeros asentados en Sevilla, así como el de un caballero anónimo cuya identidad sigue siendo objeto de discusión (Museo del Prado).

 

 

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