LAS GLORIAS DE MURILLO (XXI)
VIEJA Y NIÑO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Las escenas infantiles de Murillo son absolutamente novedosas como hemos indicado varias veces; al menos en su utilización de los niños como elemento único de representación, fuera del marco religioso o histórico, donde hasta ahora estaban inscritos. No existe en ellas además un hilo conductor o un elemento homogeneizador salvo el tono. Hay escenas de una tierna infancia, y otras con muchachos ya adolescentes.

Murillo mantiene el mundo adulto al margen, aunque de forma tangencial aparece en dos de sus pinturas infantiles, Vieja despiojando a un niño, ya analizada, y la presente, Vieja y niño -también llamada Vieja comiendo gachas con niño y perro, La vieja de Triana o La vieja gitana-, conservadas en las ciudades alemanas de Múnich y Colonia, respectivamente. En ambos casos, dicho mundo se representa en la figura de una anciana, que actúa bien como abuela solícita, bien como, en este caso, víctima de una burla infantil.

En este lienzo, pintado hacia 1650-1660 al óleo (178,3 x 139,3 cm), podemos ver al pequeño pícaro señalando a la anciana, llamando la atención sobre ella. La actitud del pequeño, sonriente y descarado frente al espectador, pone en guardia a la mujer, que casi agazapada entre ruinas, oculta de inmediato las gachas o migas con las que se alimenta. No olvidemos que en la Sevilla de Murillo -rota por la peste, las riadas, los motines y la pérdida del dominio comercial atlántico- gran parte de la población apenas tenía nada que llevarse a la boca.

El cuadro, conservado en el Wallraf-Richartz Museum & Fondation Corboud de Colonia, se ha prestado a varias interpretaciones. La actitud del niño puede tener una intención acusadora ante lo que puede ser un robo o añagaza de la anciana para conseguir el plato en tiempos de gran precariedad, o bien de mofa hacia la forma de comer por encontrarse por ejemplo desdentada. De nuevo un perro mira con avidez la comida. Murillo también vuelve a pintar la jarra de mesa, blanca y picuda, que usó en La cocina de los ángeles. Tanto la jarra como el plato pertenecen a la ilustre familia de las "lozas trianeras". En la jarra picuda resalta, sobre vidriado estannífero blanco, la decoración vegetal verdeazulada hecha con barniz de cobalto.

Debido a la gran circulación de grabados en Sevilla y a un viaje a Madrid que, según Palomino, le permitió copiar a maestros como Tiziano, Rubens y Van Dyck, y así mejorar su colorido, encontramos disparidad de influencias en las obras de juventud de Murillo. Así, si su Santa Catalina recuerda a Zurbarán y algunos de sus dibujos a Alonso Cano, la obra que nos ocupa recuerda a los tipos populares de su paisano Velázquez.

 

FUENTES

NAVARRETE PRIETO, Benito (dirección científica de PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso Emilio). El Joven Murillo, catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao del 19 de octubre de 2009 al 17 de enero de 2010 y en el Museo de Bellas Artes de Sevilla del 18 de febrero al 30 de mayo de 2010.

HERVÁS CRESPO, Gonzalo. "Huye luego, lexos y largo tiempo. La pintura de niños de Murillo y la peste de Sevilla de 1649", publicado en De arte: revista de historia del arte, nº 14, León, 2015, p. 83.

www.retabloceramico.net/ceramicaenlapintura005.htm 

 

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