MARTÍNEZ MONTAÑÉS Y LA ESCUELA SEVILLANA DE ESCULTURA
NIÑO JESÚS

10/11/2019


 

 
 
Fotografía: David Infante Ramos

 

Una de las más deliciosas obras de Juan Martínez Montañés es el Niño Jesús que hizo en el año 1606 para la Pontificia e Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento del templo parroquial de Sagrario de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. El Niño Jesús está desnudo. Es imagen de vestir aunque se halla totalmente anatomizada. Está representado extendiendo las manos repartiendo bendiciones. Una vez más Montañés penetra hasta lo más hondo del tema, de forma que este Jesús niño no es un pretexto para llevar a cabo una maravillosa figurita infantil, sino que está interpretado con honda emoción religiosa.

La Hermandad del Sagrario encargó al escultor esta imagen para rendirle culto durante las celebraciones del Corpus Christi. Sus primeras referencias historiográficas datan del siglo XVII, siendo ya atribuida a Martínez Montañés. No será hasta el siglo XX cuando queda documentada su autoría al publicar Celestino López Martínez (1932) el contrato entre Martínez Montañés y la cofradía.

Montañés se comprometió a realizar la obra en cuatro meses por un precio de 1.300 reales y el pago se estipuló en tres plazos. El material empleado fue madera de cedro de La Habana. Una vez estuvo finalizada la talla fue policromada, labor que realizó el pintor Gaspar de Ragis recibiendo, el 6 de junio de 1607, por el encarnado y dorado de la misma 300 reales por parte del mayordomo de la hermandad. La policromía es al óleo en las carnaciones y los cabellos. Uno de los dos cojines de la base-peana está recubierto de metal dorado y labrado, con borlas en cada una de sus cuatro esquinas, siendo su interior también de madera.

En el ambiente artístico sevillano el antecedente a la iconografía del Niño Jesús que popularizó Martínez Montañés es obra de Jerónimo Hernández, quien en torno a 1581-1582 concibió y talló como un Eros clásico la primera representación del desnudo infantil de carácter monumental, actualmente propiedad de la Hermandad de la Quinta Angustia en la parroquia sevillana de la Magdalena.

 

 
     
     
Fotografías: David Infante Ramos

 

Se conoce que ha sido objeto de varias intervenciones a lo largo de su historia material. La más antigua se produjo 22 años después de haber sido tallada. Consta documentalmente que el pintor Pablo Legot (1598-1671) realizó unas nuevas manos a la imagen en bronce y las policromó, por lo que recibió del mayordomo de la cofradía 180 reales el 16 de noviembre de 1629. Sin embargo, el material en el que están realizadas las manos y la mitad de los antebrazos es plomo y no bronce como se indica en la citada documentación.

La talla presenta un ahuecado interno en la cabeza, realizado para la colocación de los ojos de cristal en fecha indeterminada por manos anónimas. Y es que, aunque no está documentado, los ojos que tiene actualmente la talla no son los primitivos, ya que Montañés los realizaba tallados en madera.

En 1641 consta otra intervención de Baltasar Quintero, pintor de imaginería asiduo policromador de las obras de Montañés, abonándole la hermandad 100 reales de vellón por la pintura y encarnación del Niño. Catorce años después será Francisco de Fonseca, pintor de imaginería, dorador y estofador de origen portugués, quien intervino de nuevo en la policromía. Otra de las actuaciones documentadas en la policromía de la imagen fue la realizada en 1860 por el escultor Vicente Luis Hernández Couquet.

En 1982 se llevó a cabo otra restauración efectuada por José Rodríguez Rivero-Carrera, de la cual conserva la cofradía documentación fotográfica. Se actuó tanto en el soporte, en los ensambles de madera de la imagen, como en la policromía. Asimismo, se llevó a cabo el desmontaje de las piezas metálicas del cojín que hace las veces de peana de la imagen incorporándolo de manera independiente debajo de éste. Se descubrió entonces que el cojín estaba policromado. Mediante las fotografías realizadas se supo en qué consistió la trasformación realizada en 1629: los antebrazos de madera fueron desbastados para colocar encima las manos y antebrazos de plomo, por tanto la trasformación debió afectar únicamente a la posición de las manos y no a los brazos. Entre las directrices del encargo a Montañés estaba que la imagen debía portar una cruz.

Por último, entre 2012 y 2013 fue restaurada por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), donde, tras una intervención de urgencia antes de la procesión del Corpus para solventar los problemas de adhesión entre los estratos polícromos y el soporte, se sometió a una exhaustiva limpieza, se eliminaron repintes, se repuso una borla faltante en el cojín metálico, se estucaron las lagunas de policromía con materiales afines al original y se reintegraron las faltas mediante una técnica reversible y un criterio diferenciador a corta distancia. 

 

 
 
Fotografía: David Infante Ramos

 

Según González Gómez los precedentes del modelo iconográfico del Niño Dios exento y aislado de sus familiares hay que buscarlos en el mundo clásico, concretamente en varias esculturas infantiles de emperadores romanos que muestran ciertas analogías con la posterior representación del Niño Jesús. Durante los siglos XVI y XVII se produce una gran eclosión hasta llegar a la obra que nos ocupa.

Esta escultura de marcado carácter deífico, considerada la más feliz interpretación del tema, aumentó la demanda popular. El tipo hizo fortuna y fue muy repetido por el propio Montañés. Entre otros ejemplares de su mano, destacamos dos tan espléndidos como el del Sagrario en colecciones particulares, y el conservado en el colegio de los jesuitas de Chamartín (Madrid). Estas obras se diferencian de la que tratamos en que aparecen sobre una peana en forma de nube llena de cabecitas de querubines.

Entre las numerosas versiones salidas del propio taller de Montañés destacan las de su discípulo Juan de Mesa, caso de la del Museo de Bellas Artes de Córdoba. Como las del maestro poseían fuerte carga eucarística y prefigurativa del sacrificio de Cristo, así como varios de sus estilemas -copete central del cabello, carnes blandas, contraposto, vientre abultado-, aunque el barroquismo de Mesa prevalece sobre el clasicismo de Montañés.

El maestro alcalaíno fue copiado hasta la saciedad por artistas coetáneos y posteriores. Para abastecer tantos encargos fue necesario fabricar vaciados de plomo. Estas figuras vaciadas en plomo o las de barro, luego policromadas, por su menor costo, estuvieron al alcance de conventos de clausura y particulares, y por tanto contribuyeron decididamente a la popularización del modelo montañesino.

 

 
     
     
Fotografías: David Infante Ramos

 

FUENTES

AA.VV. Memoria final de intervención. Niño Jesús del Sagrario. Juan Martínez Montañés. 1606. Iglesia del Sagrario. Sevilla. 8 de octubre de 2013, IAPH, pp. 1 y 6-11.

GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel. La Navidad en las Artes Plásticas de Huelva, Ediciones de la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva, 2002, pp. 99-101.

AA.VV. Informe diagnóstico y propuesta de intervención. "Niño Jesús". Juan Martínez Montañés. 1606. Hdad. Sacramental. Iglesia del Sagrario. Sevilla. Noviembre 2010, IAPH, pp. 5 y 7.

GÓMEZ MORENO, María Elena. Juan Martínez Montañés, Barcelona, Ediciones Selectas, 1942, pp. 29-30.

 

 
 
Fotografía: Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH)

 

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