MITOS GRECORROMANOS EN EL ARTE (X)
PAN Y SIRINGA

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

El Mito

Mercurio, el dios de los pies alados, tuvo muchos hijos, el más conocido e importante es Pan, dios de los pastores y los rebaños. Nacido en la montañosa Arcadia, el extraño Pan vivía siempre en las selvas y en los profundos barrancos, y sus pies veloces y su rabo de macho cabrío aparecían por todos aquellos lugares donde más hórrida era la naturaleza. Entre sus enmarañados rizos apuntábanle dos agudos cuernecitos, y una puntiaguda barbita le alargaba el rostro. Era muy feo este dios agreste, y las ninfas, cuando lo veían de lejos, huían despavoridas.

La ninfa Siringa, por ejemplo, para no caer en sus manos, prefirió transformarse en un cañaveral, y Pan, entonces, cortó de él una de sus cañas y se hizo con ella un instrumento musical (llamado, precisamente, siringa o caramillo) que el dios aprendió a tocar con indecible dulzura. Así vivía Pan, cantando y guardando los rebaños, y algunas veces se divertía en soplar entre las ramas, en arrojar piedras a los precipicios, o en poblar de sus voces pavorosas las selvas. Tanto los amedrentados pastores como los ganados temblaban aterrados en cuanto lo oían, y de ahí viene la expresión "terror pánico", que quiere decir miedo loco.

Tras la inútil persecución de Siringa, Pan se lanzó a perseguir a otra ninfa llamada Eco, la cual estaba enamorada del joven cazador Narciso. Eco se libró de la persecución de Pan refugiándose en una caverna, donde permaneció en vano esperando a Narciso, que no pensaba en ella. La Ninfa, encerrada en aquel antro, se consumió, y de su cuerpo sólo quedaron los huesos y la voz. Los huesos se convirtieron en rocas y la voz de la pobre Eco vive desde entonces eterna y responde desesperadamente a todos cuantos la llaman.

Jupíter no permitió que la desdeñosa indeferencia de Narciso hacia Eco quedara sin castigo y, para infligírselo, le inspiró una extraña pasión: enamorarse de su belleza hasta el punto de perder el juicio. Así, cierto día que, tras las fatigas de la caza, calmaba su sed en una fuente, apenas vio su rostro reflejado en el agua, quedó encantado y absorto, sin poder moverse. Una vez se hizo de noche y su imagen se desvaneció en la fuente, su alucinación se convirtió en mortal extravío. Cayó de espaldas en la orilla, y cuando sus hermanas, las Náyades, acudieron a buscarlo, sólo encontraron una delicada flor blanca que de él tomó el nombre de narciso.

 

El Autor

El simbolista suizo Arnold Böcklin, nacido el año 1827 en Basilea. Fue creador de fascinantes piezas mitológicas como la que ocupa esta entrega: Siringa huyendo del acoso del dios Pan, un óleo sobre tabla pintado en 1854 y conservado en el Staatliche Kunstsammlungen, Gemäldegalerie Neue Meister, de Dresde.

La obra de Böcklin, además de la corriente simbolista francesa, también presenta influencias del romanticismo alemán y de la pintura barroca italiana; no en vano, residió la mayoría de sus últimos años en el país mediterráneo, donde falleció en 1901. Su estilo influyó en maestros como Salvador Dalí o Giorgio de Chirico.

 

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