LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XIII)
SAGRADO DESCENDIMIENTO (HUELVA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Este imponente simulacro, labrado por Antonio León Ortega entre 1952 y 1953, representa a Cristo muerto, en el momento de ser descendido del madero por los Santos Varones. Se halla realizado en talla completa, empleando madera de ciprés policromada en su ejecución, y está siendo intervenido en los últimos años por las restauradoras onubenses Ana Beltrán Ruiz y Verónica García Piedad.

La hechura de Jesús, la mejor del conjunto escultórico junto con la de Santa María Magdalena, muestra los rasgos propios de las tallas cristíferas del autor en su etapa de plenitud. Es un Cristo muy musculado para el ayamontino, sin que ello suponga una renuncia a su habitual esbeltez en la anatomía. El sudario es un escueto lienzo que cubre con varias vueltas la desnudez del Varón.

La cabeza de Cristo, desplomada hacia el lado izquierdo, muestra un semblante abatido y enjuto, con los ojos semicerrados y los labios suavemente entreabiertos. Cabello y barba, de escaso bigote, se hallan modelados a dos aguas y organizados en espesas y lacias guedejas. Los brazos, fibrosos y esbeltos, están colgados de la sábana que los sostiene, con las manos semicerradas. Las piernas, flexionadas, conservan la rigidez de la postura del madero; actualmente del tipo cilíndrico y arbóreo, tallado por el imaginero onubense Sergio Sánchez (2001). La cruz original del grupo, muy sobria y oscura, era de sección rectangular y cepillada.

 

 

Los Santos Varones, ayudados por San Juan Evangelista, descienden el cuerpo de Jesús. Nicodemo, subido a una escalera, desclava sus brazos; mientras José de Arimatea, junto al Discípulo Amado, recibe el cadáver. A los pies de la cruz se sitúan la Virgen del Calvario -que reemplazó a la inicial Dolorosa de la Resignación (1952), imagen de candelero que pasó a figurar en paso de palio- y Santa María Magdalena, ésta última postrada de hinojos y sosteniendo entre sus manos el lienzo con el que amortajarán al Maestro. El conjunto diseñado por León Ortega incluía la imagen de otra de las Santas Mujeres, que finalmente quedó sin realizar.

La Virgen del Calvario aparece cubierta con toca marfileña, túnica jacinto y manto en tonos azules, enriquecida su policromía con motivos dorados. Presenta unas carnaciones claras, con la mirada perdida hacia el cielo, clásico perfil, agudo mentón y labios anhelantes, dejando ver la dentadura tallada. La imagen, que mide 170 cm de altura, no lleva lágrimas. Los músculos del cuello aparecen contraídos por elevar la cabeza y dirigir la mirada hacia el Hijo, contemplando apenada la escena. Las manos aparecen extendidas y los brazos muy abiertos, en disposición de recoger el cadáver. La composición, al igual que el resto del conjunto, remite a la sobriedad propia de los modelos castellanos, incluyendo también detalles propios del Levante.

El encargo del Descendimiento de Ayamonte al escultor murciano José Planes Peñalver, dio al traste con los deseos de León Ortega de realizar un grupo de talla entera sobre dicha iconografía para su localidad natal, de ahí que, pese a la petición de que fueran imágenes de vestir, el imaginero finalmente esculpiera y policromara los ropajes en el soporte lígneo de las figuras; a excepción de la Virgen de la Resignación, que, como hemos apuntado anteriormente, procesionó bajo palio poco después pese a ser concebida para desfilar en el misterio.

A modo de curiosidad señalar que, hasta 1936, la Cofradía del Santo Entierro de Huelva celebraba la Ceremonia del Descendimiento con el antiguo titular, del que subsiste la cabeza y era de brazos articulados.

 

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