LA OBRA DE ANTONIO ILLANES (Y XV)
AUTORRETRATO (SEVILLA)

Sergio Jesús Parra Medina


 

 

 

El espíritu del artista sigue vagando hoy día en el crujir del nogal en el que se autorretrató...

Nadie podrá, una vez lo haya contemplado, negar el interés que produce analizar esta magnífica escultura. No es una representación realista y sus dimensiones, inferiores al tamaño natural, de algún modo, no se ajustan a la grandeza expresiva que la contiene.

He aquí materializado, al Illanes maduro y maestro, huella del centenar de diversas obras, grandiosas creaciones y vivencias consumadas. Consagrado y admirado, experto en la materia. Siendo el contexto de esta creación su etapa de madurez en Madrid, donde se autorretrata a la edad de 56 años. Posteriormente expone el autorretrato en su gran exposición de 1960, en el círculo de Bellas Artes de la capital española.

Se representa a sí mismo con suma sinceridad y valentía, de cuerpo entero, conseguido su conjunto en sí. Como gran retratista que demostró ser, consigo mismo no fue menos, logrando una plena identificación psicofísica en la representación de su propio ser.

Por una parte, deja patente su preferencia por el desnudo y el particular y valiente trazo provocado por la gubia maestra, así como la huella de su modelado tan característico, envolviendo los distintos volúmenes a base de pequeños planos, resumiendo de esta manera la trayectoria estilística del autor.

Por otro lado, se ve una influencia directa del gran maestro universal Miguel Ángel Buonarroti, en la construcción de la figura que lucha por salir del bloque y se queda a medio camino, inacabado y a la par concluso, es decir, "non finito". De Miguel Ángel es también otro recurso expresivo que podemos extraer en el autorretrato de Illanes, la "terribilitá", que hace referencia a la energía contenida en la forma o vida interior, como ejemplifica el conocido Moisés de la basílica de San Pedro del Vaticano. 

Más observando la escultura, comienza el espectador a sentirse diferente en torno al punto de vista del autorretratado escultor que se idealiza en un cuerpo robusto y musculoso, sin tener nada que ver con el aspecto físico del artista. Por otro lado, demuestra su capacidad como escultor universal, ofreciendo un gran valor artístico y escultórico a su obra, rica en texturas y con un carácter expresionista que se aleja de la propia realidad, dando lugar a deformaciones maestras y estratégicas. 

Los focos principales a los que atendemos sobre la intencionalidad del artista, son la cabeza y las manos. La cabeza gira, mira para otro lado, no recibe al espectador. El gesto se encierra, se contiene, reflexiona… Las manos, ligeramente agrandadas, atrapan la visión global del conjunto volumétrico. La mano derecha contiene el mazo del escultor sobre su pecho, a la altura del corazón, mientras que la mano izquierda cae sobre su muslo sosteniendo el cincel de desbaste, el puntero. Curiosamente, posee las herramientas con la que se trabaja la piedra, procedimiento muy utilizado por Illanes, y al mismo tiempo, ejecuta el retrato sobre madera, con sus respectivas gubias.

El cuerpo semidesnudo, está en movimiento, aunque se ubica dentro de la verticalidad del bloque primario del cual emerge la figura. Es un Illanes revelador, que se siente necesitado de testificar su autenticidad como artista, sus dotes cualificados de gran escultor que no teme desbastar y culminar sobre la materia, sea cual sea su naturaleza. Illanes se manifiesta como grande entre los grandes, representándose en un cuerpo que, realmente, no se corresponde con su realidad, muy voluminoso, destacando la masa muscular de los brazos. Con ello, expresa la fortaleza y experiencia que ha adquirido con el duro trabajo de tantos años, la energía con la que ha cargado a todas sus obras, el saber estar contra viento y marea en la lucha por vivir del arte.

Más, al entrar en la comunicación obra-espectador, se entra en un diálogo mudo que invade de varias sensaciones. Proyectando la visión del rostro perpendicular a nosotros, no encontramos unos ojos abiertos a los que mirar, y tampoco están cerrados… un ceño fruncido, y una boca cerrada, síntomas de una persona que, precisamente, no está gritando "soy feliz" y se echa su poderoso brazo sobre el pecho, como si se estuviese protegiendo de algo... y, sin embargo, se desnuda ante los demás… parece enfadado…  o quizás tiene miedo. 

Por otro lado, Illanes no ha llevado esta escultura al tamaño humano, como solía hacer con la mayoría de su obra. Probablemente proyectó su autorretrato sobre un trozo de madera que pudiese aprovechar, haciéndolo espontáneamente y tallando directamente en la madera, sin boceto previo. ¿Hubiera enfatizado aún más la expresión de esta escultura en tamaño natural? Pienso que sí, pero no por ello, tiene que dejar de ser menos importante, y si así la concibió su creador… por algo será. Por otro lado, la elección del material, la madera, es totalmente acertada, ya que fue su especialidad y aunque no se represente con las herramientas que más utilizó como son las gubias, se plasma con las que hacen grande a un escultor, las de la talla en piedra, las cuales también dominó con maestría.

Está claro que esta obra de Antonio Illanes, está concebida con mayor intención que la de agradar estéticamente y apuesto, por una intencionalidad del propio artista que no siempre se puede ver en el resto de su obra. Illanes quería y necesitaba comunicar algo, era una persona profundamente reflexiva que no dejaba de pensar y castigar su conciencia, de fuerte carácter, muy crítico. A esto le podemos sumar las desilusiones y los grandes éxitos que le acontecieron en vida y que seguramente, están reflejados en el autorretrato. 

Otra lectura que ofrece esta obra es su autorretrato tallándose a sí mismo, como así se le ha denominado en alguna que otra ocasión. La disposición o la actitud del conjunto, no parece mostrar realmente una figura que se esté tallando, entre otras cosas, es el mazo el que aparece en la huella del desbaste y las herramientas no son las propias para tallar la madera. Conceptualmente, se puede decir que Antonio Illanes se está tallando a sí mismo, pero lo hace él con su obra y no la representación de ésta consigo mismo.

En el cementerio de Sevilla, calle Virgen de la Angustia, izquierda número 63, se sitúa humildemente, la tumba de Illanes, quién murió el 2 de mayo de 1976. Curiosamente, una reproducción broncínea del autorretrato en cuestión, corona la fría arquitectura que contiene sus restos mortales. Junto a su esposa, descansa en paz Illanes, uno de los más grandes escultores de la Historia de Sevilla y, le pese a quién le pese, del siglo XX.

 

 

 

Nota de La Hornacina: concluimos este especial dedicado a las obras más relevantes de Illanes, un especial que hemos llevado a cabo con vistas a una futura reedición de su obra literaria y a la creación de un certamen de imaginería en su localidad natal. Vaya nuestro agradecimiento a todas las personas que han colaborado en su publicación y nuestra felicitación al escultor Sergio Jesús Parra Medina por el encomiable trabajo realizado.

 

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