HIERONYMUS - 1600 AÑOS
JUAN DE JUNI

14/10/2020


 

 

Hasta que reapareció en el catálogo de la casa madrileña Alcalá Subastas con motivo de la subasta celebrada el 20 de junio de 2019, esta obra del escultor de origen francés Juan de Juni estuvo perdida durante casi 70 años, desde que Gudiol la fotografiara en 1951 en el antiguo monasterio vallisoletano de la Santa Espina.

Dicha instantánea, conservada en el Archivo MAS de Barcelona, sirvió en 1954 de ilustración a un artículo del historiador Juan José Martín González, en el que aseguraba que, además de que estaba "hecha para cantar la hermosura del cuerpo humano desnudo", era una obra en barro cocido y policromado, cuando en realidad fue realizada en madera tallada y policromada, con una altura de 122 cm.

Muchos años más tarde, en 2006, el historiador Jesús Urrea se planteó si podría tratarse de la misma obra que estuvo en la colección del profesor Sánchez de Muniaín y que se expuso en 1961 en la muestra conmemorativa del IV centenario de la muerte de Alonso Berruguete, considerada en aquel momento una obra original de este autor. En cualquier caso, ya Urrea la atribuía claramente a Juan de Juni.

Se representa al santo siguiendo la iconografía tradicional en su condición de penitente a orillas del río Jordán, apoyado en un tronco del que cuelga el capelo que recuerda su papel cardenalicio. En su mano derecha posiblemente sujetaría la piedra con la que se golpea el pecho, y a sus pies, asoma el león al que liberó de una espina, y que se convertirá en su atributo permanente.

En su aparente normalidad, esta imponente escultura, procedente de una colección particular, concentra todos los recursos estilísticos que han hecho de Juni de Juni uno de los más grandes escultores del país: el destacado tratamiento de la anatomía del cuerpo desnudo, el escorzo que recuerda su influencia italiana y su admiración por Miguel Ángel Buonarroti, y un rostro de expresión ausente y concentrada, surcado de arrugas y matices y con facciones blandas; recursos técnicos tomados, quizás, de su dominio del barro.

El santo aparece desprovisto de sus ropajes cardenalicios, que caen por detrás hasta sus pies, cubriendo al león y retorciéndose blandos y resbaladizos. Son el contrapunto perfecto a la tensión del cuerpo, cuya composición y escorzo recuerdan de alguna manera la exquisita talla tan laocontiana del San Juan Bautista, también de Juni, que se conserva en el Museo Nacional de Escultura (MNE), procedente del retablo de San Benito el Real de Valladolid, realizado por Juan de Juni e Inocencio Berruguete entre 1551 y 1570.

Juan de Juni (Joigny, 1506 - Valladolid, 1577) es uno de los artistas más sobresalientes del Renacimiento español. Nacido en la Borgoña francesa, se cree que pasó un tiempo en Italia antes de trasladarse a España, primero a León y luego a Salamanca, para establecerse definitivamente en 1540 en Valladolid, donde realiza sus obras más admiradas como el Santo Entierro del MNE, o la Virgen de los Cuchillos del templo de las Angustias.

Escultor versátil, Juan de Juni trabajó indistintamente con singular maestría tanto la madera como la piedra, tanto la terracota o barro cocido como el alabastro, realizando por igual esculturas exentas, sepulcros monumentales y retablos de diferentes tamaños.

Frente a la artificiosidad de Alonso Berruguete, la producción de Juni se caracterizó por un manierismo formal de composiciones dramáticas a base de figuras realistas en escorzo, con un movimiento continuo y ropajes que cubren las anatomías con arabescos ondulados. A pesar de su estilo grave, son figuras que buscan una intensa teatralidad, trasladando sus emociones al espectador. Un lenguaje muy del gusto de la austeridad religiosa castellana de la época que, siguiendo los consejos de la Contrarreforma, quiere conmover al espectador.

 

 

FUENTES

URREA, Jesús. "Revisión y novedades Junianas en el V Centenario de su Nacimiento", en Boletín del Museo Nacional de Escultura, nº 10, 2006, pp. 8-9.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. "Los ideales artísticos de la imaginería castellana", en Revista de Ideas Estéticas, nº 48, 1954, pp. 319-329.

 

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