EL GRECO. IV CENTENARIO (XXI)
SANTA FAZ

Con información de Rosa Giorgi


 

 

El tema se deriva del episodio de la Verónica, la mujer que durante la subida de Cristo al Calvario corre a tenderle su velo para que se seque el sudor de la cara. La consecuencia es el milagro del rostro de Cristo impreso en el velo. El episodio, citado por primera vez en el evangelio apócrifo de Nicodemo, en los siglos III y IV, y relatado de nuevo en el siglo XIII por Jacobo de la Vorágine en su Leyenda Áurea, fue tratado en pintura desde la Edad Media merced a la labor divulgadora de las sacras representaciones.

El Greco lo cultiva en sus primeros años españoles, realizando diversas versiones de la Verónica con el Sudario, un bello ejemplo de la cual se conserva en el Museo de Santa Cruz de Toledo, en el que la Verónica (una hermosa mujer española) de medio busto, ante un fondo neutro, sostiene el paño de lino en el que está impresa la efigie de Cristo con la corona de espinas y largos cabellos negros.

Dicha obra es posterior, aunque en muy poco, a la primera versión del mismo tema que, como hemos apuntado, se repetirá frecuentemente a la largo de la vida artística de El Greco. La Verónica, que mira hacia un punto fuera del campo del cuadro, reclama mayor atención sobre la imagen del rostro de Cristo impreso en el sudario.

El Greco, sin embargo, realiza también pinturas con la Santa Faz sola, es decir, la representación del velo con el rostro de Cristo, sin la Verónica. Uno de los primeros ejemplos es el destinado al retablo de Santo Domingo el Antiguo, del año 1577, enmarcado en una mandorla de madera y actualmente en colección particular. Éste óleo sobre lienzo de Nueva York, firmado y de elevada calidad, muestra la fisonomía de Cristo impresa en un elegante paño bordado y adornado con sencillas rayas doradas y verdes.

Es evidente que el pintor cretense ha transformado en un cuadro autónomo el rostro que Verónica enseña en su velo en el cuadro de Santa Cruz de Toledo: el mismo cabello oscuro partido en cuatro largos rizos, la misma corona de espinas, la misma mirada. Pero no sostiene el velo las manos de la Verónica sino dos clavos magistralmente pintados, en un conjunto sobrio, impregnado de luz.

Junto a figuras de santos rezando y en éxtasis, la iconografía de la Santa Mujer Verónica o del Santo Rostro estará entre las que El Greco permanece fiel a un tipo fisonómico, como podemos observar igualmente en la también magnífica versión (imagen inferior) conservada en el Museo del Prado de Madrid (1586-1587).

 

 

FUENTES: AA.VV. El Greco, volumen 5 de "Los Grandes Genios del Arte", colección publicada en 2003 por Corriere della Sera, Milán, pp. 106-107; GIORGI, Rosa. El Greco, Milán, 2000, pp. 82 y 85.

 

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