EL ANTIGUO EGIPTO - EL LIBRO DE LOS MUERTOS
Sergio Cabaco y Jesús Abades
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Con esa denominación moderna se conoce a la colección de hasta 200 fórmulas escritas generalmente sobre papiro y colocadas junto a la momia en la tumba desde los tiempos del Imperio Nuevo hasta el periodo grecorromano. Tales conjuros, cuyo fin era ayudar al difunto a alcanzar el más allá, continúan la tradición de los textos de las pirámides, que hacían referencia tanto a las ceremonias del enterramiento como al ritual del templo y otros asuntos.
Los antiguos egipcios creían que, para alcanzar el paraíso, el fallecido tenía que viajar a través del peligroso Duat, el mundo subterráneo poblado de monstruos y lagos ardientes. Para luchar contra ellos, la momia se valía de las plegarias para ahuyentar el mal recogidas en el Libro de los Muertos y en los ushabtis, unas figurillas que, según las creencias, se encargaban de realizar los trabajos del difunto en la vida ultraterrena. Como protección extra, se usaban amuletos que daban fuerzas frente al mal como el pilar djed
Una vez realizado el viaje, el fallecido llegaba a la Sala de las Dos Verdades, donde tenía lugar su juicio final ante un jurado de dioses y bajo la presidencia de Osiris. Como podemos ver en el papiro de Hunefer, ilustre personaje de la XIX dinastía, el difunto era introducido al recinto por Anubis, dios de los muertos con cabeza de chacal, que pesaba su corazón para comprobar el peso por los pecados cometidos mientras el dios Tot, con cabeza de ibis, anotaba el resultado. Si era más ligero que la Pluma de la Verdad, la persona vivía eternamente. Si no, arrojaban el corazón al monstruo Ammit, el llamado Devorador de Muertos.
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