EL ANTIGUO EGIPTO - EL TEMPLO DE ABU SIMBEL

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

 

Constituye el más colosal de los siete templos nubios construidos por Ramsés II. Tras un pórtico que conduce a un atrio y a una terraza se levanta una impresionante fachada excavada en un macizo rocoso, de 30 m de alto por 35 de ancho, con cuatro estatuas gigantes del faraón que miden 21 m de alto, la altura de un edificio moderno de tres pisos, a excepción de una de ellas cuya parte superior se encuentra parcialmente destruida. La cabeza de cada coloso mide 420 cm, el ojo 84 cm, la nariz 98 cm y la mano abierta sobre la rodilla 264 cm. Las salas y capillas interiores del inmenso santuario se hallan a más de 60 m de profundidad.

Pese a sus prodigiosas dimensiones, el templo posee una suprema elegancia de formas. Fue construido de modo que, dos veces al año, los rayos del sol se proyectaran sobre las cuatro estatuas del nicho de la parte posterior, iluminándolas por completo. Las estatuas representan al dios menfita Ptah, al tebano Amon-Ra, al heliopolitano Ra-Harakhty y al propio faraón, quien vio consagrada su deificación con este santuario.

Cada coloso de la portada se halla acompañado de pequeñas estatuas erguidas de sus parientes, colocadas entre las piernas, entre ellas las de la reina Nefertiti, cuyo templo se haya junto al del faraón y constituye una versión minimizada del mismo. La fachada está formada por seis estatuas erguidas, cuatro representan al faraón y dos a la reina, que miden 10 m de alto. El nicho en la parte posterior alberga en este caso una estatua de Hathor, la diosa vaca que protege al faraón.

En 1956, Egipto tomó la decisión de construir una nueva presa en Asuán, lo que suponía una amenaza de destrucción total de todos los monumentos situados en las márgenes del Nilo a su paso por Nubia, incluidos los templos de Abu Simbel. Una propuesta alemana presentada ante la UNESCO, consistente en cortar los santuarios en bloques de un máximo de 20 toneladas y reconstruirlos exactamente en una meseta que domina las aguas del nuevo lago Nasser, a unos 200 metros de su paraje primitivo, permitió su salvamento para las futuras generaciones.

Fotografía de Champollion

 

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