EL ANTIGUO EGIPTO - RELIEVE DE AKHENATÓN Y LA FAMILIA REAL

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

 

Coronado como Amenhotep IV (1352/36 A.C.), el popularmente conocido como Faraón Hereje instauró el primer monoteísmo conocido en la historia de las religiones con el culto al dios solar Atón. Para ello, el faraón ordenó cerrar los tradicionales templos egipcios y privó a sus sacerdotes de los privilegios y prebendas que ostentaban, incluyendo al poderoso clero consagrado a la veneración del dios Amón. A los seis años de reinado, se hizo llamar Akhenatón ("Beneficioso para Atón") y fundó una nueva capital del imperio, Akhetatón ("Horizonte de Atón") en honor a la deidad. En ella se celebraban constantes rituales y ofrendas a Atón, y florecieron nuevos y peculiares estilos artísticos, tanto en pintura como en arquitectura y escultura.

Pese a la imagen romántica que la literatura ha ofrecido de Akhenatón, la realidad histórica es bien distinta. El faraón fue un ser egocéntrico y obsesionado con la divinidad solar a la que adoraba continuamente, llegando a autoglorificarse como único enlace viviente entre el dios y la tierra. Ello conllevó la aparición de un cariz hostil en la religión egipcia, nunca aceptado de buen grado por el pueblo, y el abandono de los asuntos de estado por parte del gobernante, lo que llevó el imperio al caos. No es de extrañar, por tanto, que a su muerte, posiblemente ordenada por los sacerdotes de Amón, la efímera capital fuese abandonada y las estatuas de Akhenatón mutiladas.

Como hemos apuntado anteriormente, Akhetatón fue un centro renovador de las artes egipcias, hasta el punto de crear una plástica propia llamada amarniense por el nombre árabe de la ciudad: Tell-El-Amarna. Dicho estilo, ajeno al colosalismo imperialista, apostaba por la dulzura de los semblantes, la recreación de escenas de la vida diaria del monarca y los retratos deformados intencionadamente, con el fin de romper con el canon de belleza anterior. En lugar de ser recreado como un icono imperturbable e idealizado, el faraón es representado con su vientre hinchado y sus alargados rasgos en diversas actitudes domésticas, ya sea jugando al ajedrez o disfrutando de momentos de ocio con su familia, como en el bajorrelieve que ilustra el escrito, hoy en día conservado en el Museo de El Cairo.

Encontrado en una capilla privada de una casa de Tell-El-Amarna, presenta a la hija más pequeña sentada en el regazo de la reina Nefertiti. Una de sus dos hermanas, de pie sobre las rodillas de la madre, atrae su atención tocándole la barbilla, y la mayor de las tres, tocada ya con el moño de juventud, recibe unos pendientes de manos de su padre. La obra, precedente de las composiciones cristianas relativas a la Sagrada Familia, muestra a las tres princesas con las cabezas rapadas y dolicocéfalas, rasgo muy característico del periodo, y al omnipresente dios Atón concebido como disco solar cuyos rayos terminan en manos protectoras y otorgadoras de gracia.

Fotografía de Werner Forman

 

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