LA PASIÓN DE CARLO DOLCI (IV)
SAN PEDRO


 

 

Las primeras obras del pintor florentino por excelencia del siglo XVII datan de la década de 1620. Se sabe que entró en el taller de Jacopo Vignali en el año 1625. Ya en la década de 1630 Carlo Dolci disfrutaba del patrocinio de nombres tan distinguidos como Pedro y el Cardenal Leopoldo de Médici.

Dolci combinaba el claroscuro de Caravaggio con la suavidad de Correggio para realizar unos cuadros de colores brillantes y superficies altamente refinadas que despertaban gran admiración entre el público. Las obras, sobre todo las de su primera etapa, eran casi siempre de pequeño formato, ocupadas por personajes sacros solos y de medio cuerpo, como el San Pedro del Museo de Budapest (imagen superior, hacia 1645-1650, 53,3 x 41 cm). Esta tabla ha sido atribuida también, aunque sin mucho fundamento, al maestro barroco Guercino.

En dicha pintura se representa a San Pedro lloroso y arrepentido, una vez se da cuenta, tras negar a Jesús tres veces, que se han cumplido las palabras profetizadas por su Maestro en la Última Cena. El cuadro presenta otro de los rasgos característicos del primer Dolci: simplificar la composición hasta el punto de excluir los atributos tradicionales del retratado, que en este caso serían el gallo e incluso las llaves. De este modo, solo podemos reconocer el pasaje por la fisonomía del santo y las lágrimas que surcan su rostro.

Según Francesca Baldassari, la mayor autoridad sobre el artista, a partir de la década de 1650, y hasta sus últimos años, Dolci orientaría progresivamente su arte hacia creaciones de mayor formato, que sin embargo no perdieron el sello tan personal que el autor daba a sus pequeñas piezas para la devoción familiar.

Lo anterior podemos observarlo en el San Pedro de la Galería Palatina (imagen inferior, hacia 1654-1660, 175,5 x 126 cm), una tela que por tener mayor tamaño permite añadir un paisaje rocoso en el que el santo, de cuerpo entero, se retira a llorar amargamente; a su izquierda el gallo que, con su canto, le advirtió de haber renegado de Cristo. El halo indefinido, las orillas arrugadas de la ropa y el cariz ultraterreno del ambiente son otros grafismos típicos de Dolci que también podemos ver en la pieza de Budapest y en la del Bob Jones University Museum de Greenville, muy similar a la de la Palatina de Florencia en cuanto a composición y dimensiones.

 

 

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