JESÚS CAUTIVO - JAÉN

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Jesús Preso (F1), del artista Vicente Matheu Montesinos, constituye una sobria representación de Cristo, cautivo y abandonado por sus discípulos, dirigiéndose al palacio del Sumo Sacerdote. El autor conjuga la plástica de la imaginería clásica del Barroco con la estilización propia de las corrientes modernas del arte sacro, especialmente representadas por el valenciano Mariano Benlliure. Es una talla completa, labrada en 1943 para la Congregación de la Vera Cruz de Jaén, que ladea levemente la cabeza hacia la derecha y dirige la mirada al frente. La lacia cabellera se peina al centro y se recoge en la espalda, dejando descubiertas ambas orejas. El sereno y abstraído semblante refleja la resignación de Jesús ante el sacrificio. Los ojos y las pestañas son pintados en la madera, la nariz es afilada, la boca se halla cerrada y la barba se organiza en ondulados mechones. Las manos están atadas por delante del cuerpo, a la altura de la cintura. Presenta las vestiduras esculpidas en volúmenes planos y aristados y policromadas en tonos marfil, con carnaciones aceitunadas. Fue restaurado en 1990 por Carmen Bermúdez. Matheu residió en Jaén entre los años 1933 y 1940, ejerciendo como profesor y director de la Escuela de Artes y Oficios. Con esta imagen, obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1941. En origen representaba del pasaje evangélico de Jesús caminando sobre las aguas, de ahí que su primera advocación fuese Cristo del Mar, pero cuando en 1943 la asociación provincial de ex-cautivos buscó imagen para una procesión que celebraría el Martes Santo se escogió ésta, ya que por la posición de sus manos, fácilmente anudables con unos cordones, podía ofrecer la visión de un Cristo Cautivo desprovisto de dramatismos.

Otra obra procesional de la capital giennense, en este caso titular de la cofradía que lleva su nombre, es Jesús de la Piedad (F2), una imagen que se veneraba en el convento de las Madres Dominicas de Córdoba de forma similar al madrileño Cautivo de Medinaceli hasta que fue retocada en 1986 por el escultor sevillano Miguel Ángel Pérez Fernández, quien anatomizó el cuello y sustituyó la primitiva peluca postiza por la actual cabellera de pasta de madera. En 2004 se le añadió un misterio -compuesto por las figuras de Poncio Pilato, su esposa Claudia Prócula, un sayón y un soldado romano, todas ellas del también sevillano José Antonio Navarro Arteaga- para representar el pasaje de la Presentación al Pueblo (Ecce Homo). La interesante efigie, de autor anónimo del siglo XVIII, es de tamaño ligeramente inferior del natural. Su cabeza, tocada con gruesa corona de espinas, está inclinada a la derecha, dirigiendo el Salvador la mirada al mismo lado. El cabello ha sido realizado por Pérez Fernández siguiendo el modelo de la bífida barba, de ahí que se organice en onduladas guedejas. Posee un semblante doliente y humillado, con el entrecejo fruncido, grandes ojos vítreos, pestañas pintadas en la madera, nariz prominente, pómulos magullados y labios entreabiertos de los que parten finos hilos de sangre, dejando ver en su interior los dientes superiores tallados. Las manos se hallan atadas, sosteniendo una caña entre ambas. Las carnaciones son también aceitunadas en este caso, observándose contusiones en el rostro y varios regueros sanguíneos que se pierden por el cuello.

En la provincia de Jaén, destacamos una de las creaciones más elogiadas de Francisco Romero Zafra: el Cautivo de las Penas de Huelma (F3), del año 2005. La imagen provocó conmoción y elogios a partes iguales, tanto entre los devotos como entre la crítica especializada. Se trata de un ejemplar a través del cual podemos observar el dominio del oficio que posee el escultor cordobés, así como una sugerente riqueza de matices dentro del actual arte sacro. Presenta grandes semejanzas con otras dos creaciones del autor sobre la misma iconografía: el Cautivo de Cuevas de San Marcos (Málaga) y el magnífico Cautivo de España que recibe culto en Valladolid, considerado una de las mejores obras del autor. No obstante, a pesar de los evidentes grafismos en común, pensamos que dichas imágenes, especialmente la vallisoletana -que además presenta el dramático detalle de las lágrimas de cristal-, representan a un Varón muy curtido y atormentado por los suplicios que se avecinan, de facciones más marcadas y doloridas; mientras que el Cautivo de la villa giennense de Huelma presenta un semblante más despejado y juvenil, reflejando mayor serenidad a la hora de afrontar su sacrificio.

 

 

F1 de Joaquín Fernández Reyes
F2 de Pedro Pérez Montero para http://olivaresdepasion.blogspot.com
F3 de http://sanjuanerosdehuelma.blogspot.com

 

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