CENTENARIO DE LUIS ORTEGA BRU
DESCENDIMIENTO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

Durante su etapa madrileña, además del arte religioso, que nunca abandonará, realizará mucho arte civil. En ambos, sobre todo el segundo, aplicará el surrealismo, el expresionismo, la abstracción y el cubismo, lenguajes y estilos que sólo eran valorados y entendidos en la España de posguerra por un reducido grupo de personas. En este periodo, que abarca de 1955 a 1974, también trabaja para los museos de cera de Madrid y Barcelona. No abandona por supuesto sus trabajos para las hermandades y podemos citar en esta etapa obras como el misterio del Descendimiento de Jerez de la Frontera o el grupo de la Flagelación de Manzanares (Ciudad Real).

 

 
 
 
 

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Fue en 1950 cuando se encargó este grandioso conjunto al escultor e imaginero de San Roque, Luis Ortega Bru, que por aquellos años trabajaba para los Talleres de Arte Granda en Madrid. En 1957 finalizó el trabajo, compuesto por ocho imágenes: el Cristo, Nicodemo, José de Arimatea, (éstas tres, de talla completa), una Dolorosa llamada Nuestra Señora de las Tristezas, San Juan Evangelista, y las tres Marías.

En 1958 la prensa local anunció el estreno del grupo procesional, aunque no llegó a realizarse. El diario Ayer, del 6 de abril de ese año, señalaba que fue expuesto en la Exposición de Talleres de Artes recientemente celebrada en el Palacio de la Biblioteca Nacional de Madrid.

Para su salida procesional, hubo que realizar una nueva puerta en el muro lateral de la Iglesia de la Victoria, que, curiosamente, estrenó en la Semana Santa de 1959 el Cristo de la Buena Muerte, coincidiendo con su primera salida en la Madrugada del Viernes Santo. La primera salida creó una gran expectación; así lo recogía la crónica de Ayer del 29 marzo de 1959, donde refería que el propio imaginero presidía el misterio.

 

 
     
     

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Esta obra por sí sola hubiera bastado para colocar a Bru en la lista de los mejores escultores españoles de su siglo. Las ocho imágenes quedaron divididas en dos grupos: los Santos Varones que están subidos en escaleras, apoyadas éstas en la cruz, y que sostienen el cuerpo de Cristo, son de talla. Este es el primer grupo, impresionante por lo atrevido de los escorzos y la realización. Las vestiduras de José de Arimatea y Nicodemo no tienen aparejos, es sólo la madera teñida. Esto hace que el drapeado tenga una transparencia muy sugestiva y no se pierda nada de lo que hicieron las gubias.

El segundo grupo lo componen las figuras de vestir que están al pie de la cruz, llorando o dispuestas para tomar en sus brazos el cuerpo del Redentor. Si las figuras de talla sólo tienen aparejos en las encarnaduras, en las de vestir parte de la policromía está dada sobre un fondo de oro.

Las cabezas de este misterio, con el fuerte dibujo y la anatomía inconfundible de Bru, son de las más expresivas de cuantas hizo el artista, quizás porque el momento que representa le dio libertad para expresar estados de ánimo como el abatimiento, la tristeza y el dolor. Las aureolas, las sayas, los mantos... todo fue diseñado por Bru. El primer año, él mismo dirigió la colocación de las figuras y cómo había que vestirlas.

 

 
 
 
 

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

La imagen del Señor del Descendimiento, como hemos apuntado antes, es toda de talla; además, posee un tamaño natural bien cumplido. Se le representa ya desclavado y suspendido por el santo sudario.

El Cristo, sumamente colosal a la vez que estilizado, se puede admirar como escultura: fuerza del dibujo, atrevimiento de la composición, seguridad con la gubia, original sudario cordífero con pliegues aristados... y también, contemplar como imagen: emotividad del conjunto, expresión de un rostro semideformado y en parte oculto por el cabello, realismo de las llagas... Bru tenía unos conocimientos amplísimos de su profesión y una capacidad enorme para dar soluciones nuevas a problemas que parecían ya resueltos. La policromía es transparente, suave y da la sensación de estar realizada con suma facilidad.

En 1963 se le cambió la cruz por una nueva algo más pequeña, obra de Francisco Barroso García, quien la talló en madera de embero. Es de sección rectangular y arbórea, simulando nudos y con el "titulus crucis" a modo de pergamino, figurando el nombre de Jesús escrito en tres idiomas: hebreo, griego y latín.

 

 
 
 
 

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Bru estructura las tres figuras de talla completa -Jesús y los Santos Varones- mediante un juego compositivo que, además de airoso y monumental, ofrece un carácter decididamente vanguardista. Su innovación respecto al arte barroco, junto con la excepcional calidad plástica que poseen también las esculturas de José de Arimatea y Nicodemo -ambas de físico corpulento, con rasgos muy marcados y envueltas en abundantes telas-, colocan esta escena principal del misterio entre los principales logros de la imaginería procesional del siglo XX. Para su realización, Bru tomó partido de los ímpetus expresionistas y de la abstracción del cubismo, anticipándose en más de una década al hiperrealismo y al concepto de transvanguardia o postmodernidad.

Las efigies vestideras rebajan la incursión vanguardista, pero comparten los planteamientos realistas de las otras tres: la Dolorosa, desfallecida por el dolor, alza la cabeza para contemplar la tragedia; San Juan mira a María y procura buscarle consuelo; la Magdalena -portando a veces la corona de espinas del Maestro- y María Salomé presentan similares tipos nórdicos: arrodilladas y suplicantes, con los ondulados cabellos sueltos, ojos azules y las pestañas superiores postizas de tonos rojizos; por último, María Cleofás, de rodillas también, suele llevar el cabello mucho más oculto por las ropas y su dolor es más contenido que el de las demás Santas Mujeres.

 

 
 
 
 

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Las andas fueron encargadas a los talleres sevillanos de Manuel Guzmán Bejarano y Luis Jiménez Espinosa, estando acabadas en el año 1958. Destaca la altura de su canastilla con bastantes entrantes y salientes. La iluminación se componía de cuatro grandes faroles con candelabros en el centro. Para la Semana Santa de 1965 fueron sustituidos los cuatro faroles por candelabros de guardabrisas.

Los relieves pasionistas de Bru, integrados en la canastilla del paso, completan el conjunto y proyectan a escala las cualidades realistas y las codificaciones vanguardistas aplicadas por Bru que fundamentan su evolución artística. El frontal es una réplica en madera tallada y policromada del Llanto sobre Cristo muerto, fechado entre 1952 y 1954. El original de terracota se conserva en el Museo Ortega Bru de San Roque.

En numerosas ocasiones el paso no ha procesionado por diversas circunstancias: obras en el templo, o en 1980 como consecuencia de las inundaciones de septiembre de 1979 que dañaron el dorado. También sufrieron graves daños los vestidos de las imágenes. Así, no llegó a salir en los años 1971, 1974, 1975, 1976, 1977, 1979 y 1980.

 

 
     
     

Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

FUENTES: REPETTO BETES, José Luis (coordinación). La Semana Santa de Jerez y sus Cofradías, volumen IV, Jerez de la Frontera, 2000, pp. 162-163 y 199; DE LA ROSA MATEOS, Antonio. "Cincuentenario del Descendimiento de Jerez de la Frontera, en www.lahornacina.com, 23 de febrero de 2009; LUQUE TERUEL, Andrés. "Un nuevo punto de inflexión, el monumental misterio del Descendimiento de Jerez de la Frontera, 1957", volumen II de Luis Ortega Bru, nº 6 de Grandes Maestros Andaluces, Sevilla, Tartessos, 2011, pp. 193-196; GARCÍA ROSELL, Carmen. "Luis Ortega Bru", en De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús, volumen IV Del Gólgota a la Resurrección, Sevilla, 2005, p. 160.

 

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Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

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