CENTENARIO DE BOURGEOIS (III)
ESPIRALES


 

 

Toda la obra de Bourgeois está enraizada en los recuerdos de espacios que ella habitó en un tiempo, desde las casas de su infancia -en París, Aubusson, Choisy, Antony- a los múltiples apartamentos en que vivió en Nueva York, a la casa de campo en Easton, Connecticut, a su estudio en Brooklyn y el brownstone en la calle 20 Oeste en el que vivió hasta su fallecimiento. Bourgeois se describe a sí misma como coleccionista de espacios y recuerdos, y nos ofrece incontables rememoraciones líricas de espacios que se remontan hasta sus primeros años.

Si toda la obra de Bourgeois tiene que ver con los lugares físicos de sus recuerdos, todos estos espacios son domésticos y están asociados con el trauma. Aubusson, por ejemplo, es el lugar donde la familia se mudó durante la guerra. Bourgeois recuerda el sonido de la guerra entrando en la casa, invadiendo el mismo espacio que se suponía que era el refugio de la guerra.

La guerra es también el origen de una sensación de dislocación que durará toda la vida. Cuando al estallar la Primera Guerra Mundial su padre se marcha voluntario al servicio militar, la joven Louise es llevada una y otra vez al frente por la madre, que sigue ansiosamente a su marido de campamento en campamento. El padre resulta herido varias veces. La ruptura de la casa se convierte en la ruptura del cuerpo y en una nueva forma de dislocación cuando Louise viaja de hospital en hospital, envuelta por la turbadora visión de los cuerpos fragmentados. La casa, la guerra, el matadero se hacen indistinguibles.

Las líricas descripciones de la vida doméstica por parte de Louise Bourgeois se convierten insensiblemente en descripciones de acontecimientos traumáticos. De este deslizamiento entre narraciones líricas y experiencias traumáticas emergen las obras de arte. Después de la guerra, por ejemplo, la familia se muda a una finca en Antony, a las afueras de París. La idílica existencia no tarda en verse enturbiada. Bourgeois descubre que su tutora inglesa interna se acuesta con su padre, y volverá una y otra vez sobre esta escena original de traición, sugiriendo a veces que la rabia provocada por esa situación, que duró una década, es el motor de su obra.

Según Bourgeois, "la espiral es importante para mí. Es un retorcimiento. De niña, después de lavar los tapices en el río, los retorcía con otras tres personas o más para que el agua se escurriera. Luego soñaba con deshacerme de la amante de mi padre. Lo hacía en mis sueños retorciéndole el cuello. La espiral -me encanta la espiral- representa control y libertad". La espiral exorciza la descontrolada situación doméstica en la casa paterna.

Como la propia Bourgeois dice a menudo: "la espiral es un intento de controlar el caos". Se convierte en una figura dominante en su obra. La espiral es un medio de establecer el orden, de construir un espacio en el que se puede entrar y en el que sin embargo no hay una línea clara entre el interior y el exterior. La espiral es un espacio que cierra y se abre al mismo tiempo, un espacio que se revela a sí mismo progresivamente.

 

FUENTES

COLOMINA, Beatriz. Doble exposición. Arquitectura a través del arte, Madrid, 2006, pp. 159-162.

 

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