BLACK LIVES MATTER - PINTURA Y ESCULTURA SACRA
EL REY BALTASAR

12/08/2020


 

 
 
Trascoro de la Catedral de Ávila (detalle)
Foto: Jacqueline Poggi

 

Estamos sin duda ante la representación más extendida de un personaje de piel negra en el ámbito sagrado de las bellas artes. Fue en la obra titulada "Excerptiones patrum, collectanea, flores ex diversis, quaestiones et parabolae", atribuida falsamente al monje benedictino Beda, llamado Beda el Venerable (hacia 672-735), cuando se alude por primera vez al color oscuro de la piel de Baltasar:

 

"El primero de los magos fue Melchor, un anciano de largos cabellos y cumplidas barbas... quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven imberbe de piel encendida, honró a Jesús presentándole el incienso, ofrenda que manifestaba su divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de piel oscura (fuscus) y con toda su barba, testimonió con la ofrenda de la mirra, que el hijo del hombre tenía que morir".

 

Como podemos ver, en esta obra se describe a los magos identificándolos con sus nombres, los dones ofrendados por cada uno y su significado. Los primeros textos, sin embargo, no mencionan sus nombres ni su número. Mateo en su evangelio habla solo de "sabios de oriente" que llegaron a adorar a Jesús. Habrá que esperar al Evangelio Armenio de la Infancia (siglo VI) para que figuren ya como Melchor, Gaspar y Baltasar.

Mucho más habría que esperar hasta que la figura del rey negro haga su aparición, ya que en la Edad Media la raza negra estaba condenada y degenerada como descendientes de Cam, el hijo de Noé que se burló de su desnudez (Gn. 9, 22-27), por eso su inclusión en la iconografía no llegará hasta el siglo XIV con obras como la Adoración de los Reyes de Altichiero da Zevio (Oratorio di San Giorgio, Padua, 1384). Un siglo después, ya se muestra a Baltasar totalmente caracterizado en la tabla del Altar Wurzach de Hans Multscher (Gemäldegalerie, Berlín, 1437), pero la figura del rey negro no se hará habitual hasta el siglo XVI, mostrando aún la mayoría de las Adoraciones de los Reyes del siglo XV a los tres de raza blanca.

Respecto a su origen, seguramente no eran reyes, sino sacerdotes zoroastras procedentes de la antigua Persia. El hecho de que finalmente fueran tres obedeció a intereses evangelizadores: las tres razas principales del mundo son la caucásica, la africana y la asiática, tres eran los miembros de la Santísima Trinidad y tres los elementos de la tierra -blanco, negro y cobrizo- con los que Dios creó al hombre, según la tradición judía.

 

 
 
Tríptico de la Adoración de los Magos (detalle)
Foto: Museo del Prado

 

Una de las más bellas representaciones escultóricas del personaje la encontramos en el trascoro de la Catedral de Ávila, una obra contratada en 1531 con Lucas Giraldo y Juan Rodríguez, discípulos de Vasco de la Zarza, escultor de origen castellano o portugués que redefinió el perfil físico del templo en el siglo XVI. El material empleado para las esculturas fue la piedra caliza, abrumando por su prolija ornamentación la composición artística en estilo plateresco. Las negras carnes de Baltasar y su paje resaltan sobre el blanco conjunto, siendo los rasgos de gran belleza y expresividad además de muy ajustados a su raza.

En el campo pictórico, destaca la maestría de El Bosco en su tríptico de la Adoración de los Magos, patente en la opulencia del traje de Baltasar y de sus ofrendas, en la riqueza de los materiales y en el modo magistral con que traduce con pinceles finísimos los toques de luz. El recipiente esférico de Baltasar contiene incienso y muestra un relieve de Abner arrodillado ante David, la otra escena que, junto a la de la reina de Saba, prefigura la Adoración de los Magos. Sobre la esfera está posada el Ave Fénix, que evoca la Resurrección de Cristo. Cabe reseñar también, además de la cenefa de su manto blanco, las hojas de cardo que adornan hombros y cuello, y que aluden a la Pasión de Cristo y, por tanto, a la Redención. También mencionar, dentro de toda esta rica simbología, la cenefa del bajo de la túnica de su paje con el motivo del pez grande comiéndose al chico, que debe interpretarse en el contexto de salvación que da sentido a toda la representación del tríptico.

Por último, como ejemplo del belenismo como gran medio difusor de la iconografía, tenemos el Baltasar de Luisa Roldán y Luis Antonio de los Arcos, integrado en una cabalgata con los tres reyes, sus heraldos y sus escuderos, que debió formar parte de un conjunto más amplio, hoy desmembrado. El grupo de la cabalgata fue adquirido recientemente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para su exhibición en el Museo Nacional de Escultura (Valladolid). La figura de Baltasar mide 41 cm de altura y muestra el atuendo exótico propio de su rango. Monta un dromedario, de cuello exageradamente fino, con ricos arreos.

 

 
 
Cabalgata del Museo Nacional de Escultura (detalle)
Foto: MNE

 

FUENTES

Con información del Museo Nacional del Prado y del Museo Nacional de Escultura.

RODRÍGUEZ PEINADO, Laura. "La Epifanía", en Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. IV, nº 8, Universidad Complutense de Madrid, 2012, pp. 28-29 y 34.

VEREDAS RODRÍGUEZ, Antonio. Avila de los caballeros: descripción artístico-histórica de la capital y pueblos más interesantes de la provincia, Ávila, El Magisterio, 1935, pp. 59-60.

 

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