FEDERICO BAROCCI. IV CENTENARIO (IV)
DESCENDIMIENTO

Federico Giannini. Con información de Jesús Abades


 

 

El Descendimiento de la Catedral de Perugia es una de las obras más famosas e importantes de Federico Barocci. Este óleo sobre lienzo fue encargado en el año 1567 por el Noble Colegio de los Mercaderes de Perugia para la capilla de San Bernardino de la catedral perusina de San Lorenzo, y entregado dos años más tarde por el artista, que no sabemos con certeza si lo realizó en su Urbino natal o se desplazó para ello a la capital de Umbría, tal y como afirma el experto Bellori basándose en fuentes documentales.

Tras el saqueo napoleónico, la monumental pieza (mide 412 x 232 cm) fue llevada a París y expuesta en el Museo del Louvre. Volvió a Perugia en el año 1815. Recientemente ha sido objeto de una espléndida restauración (con motivo de la exposición monográfica Federico Barocci. L'Incanto dil Colore - Una Lezione per Due Secoli, celebrada en la ciudad italiana de Siena entre finales del año 2009 y principios de 2010) que le ha devuelto toda su luminosidad y cromatismo original.

El Descendimiento ofrece una composición muy ambiciosa que cautiva por su dramatismo y teatralidad. Barocci emplea el sfumato de tipo correggesco para otorgar una gran delicadeza al conjunto. Las líneas trazadas en su diseño contribuyen a que el espectador dirija toda la atención al rostro muerto de Jesús (de cuya testa parten tres finos haces de luz en alusión a su divinidad), cuyo cadáver cuelga ya del madero de un solo brazo.

Son múltiples los detalles que nos regala el autor: los ropajes y el cabello de la figura subida en la escalera izquierda, fuertemente movidos por el viento; el gesto de San Juan recogiendo amorosamente al Maestro por los pies; la hebilla que adorna el atuendo de San José de Arimatea, apoyado en el brazo derecho de la cruz; las ricas vestiduras y los complicados peinados de las santas mujeres (María Magdalena, María de Cleofás y una tercera sin identificar, aunque seguramente sea María Salomé) que asisten a la Virgen (desvanecida, en alusión al Pasmo mariano). Barocci sigue por tanto lo narrado en los evangelios de San Marcos y San Mateo.

Por su parte, Nicodemo aparece martilleando el clavo derecho del travesaño. Completan la escena dos figuras masculinas; una con tenazas bajando la escalera derecha, tras quitar a Cristo la corona de espinas, y otra tras la cruz, de escasa visibilidad, que parece ayudar a San Juan a recibir el cadáver. El Discípulo Amado, la Virgen y las Marías llevan aros luminosos sobre sus cabezas. El personaje de la esquina inferior derecha es anacrónico, ya que se trata de San Bernardino, titular de la capilla catedralicia donde se conserva el cuadro.

La distribución fue muy estudiada por Barocci, tal y como lo testimonian los numerosos bocetos y estudios que se conservan de este simulacro. Así mismo, la obra resulta altamente innovadora para su época por su dinamismo y el sentido del movimiento de los personajes, enriquecidos ambos caracteres por una efectiva tesitura cromática en la que prevalecen los colores brillantes: rojo, azul, amarillo y naranja. Todo ello hace de esta pintura una de las obras maestras de Federico Barocci y de la pintura italiana del siglo XVI.

 

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