ÚBEDA

Sergio Cabaco y Jesús Abades (27/09/2008)


 

 

De nuevo en Jaén para acercarles una muestra del patrimonio escultórico de la ciudad renacentista de Úbeda, declarada Patrimonio de la Humanidad, junto a la vecina Baeza, en el año 2003.

El importante desarrollo artístico que tuvo lugar en Úbeda en torno al siglo XVI queda patente en su riqueza arquitectónica y en su estructura urbana, no así en su escultura sacra, que sufrió enormes daños tras los expolios, incendios y saqueos ocurridos en la Guerra Civil. 

Además de sus numerosos y excelentes palacios y templos, destaca de la ciudad la impresionante escenografía renacentista de la Plaza Vázquez de Molina, presidida por el palacio del mismo nombre, hoy Palacio de las Cadenas.

 

   

 

La Capilla Sacra de El Salvador es un templo funerario construido entre 1536 y 1559 por mandato del ubetense Francisco de los Cobos y Molina, cuyo fallecimiento, en el año 1547, le impidió ver tan magna obra finalizada. Cobos, secretario de estado del emperador Carlos V y hombre de gran influencia y fortuna en su época, planteó el edificio como panteón de su palacio anexo, encargando las trazas al arquitecto real Diego de Siloé, si bien la ejecución de las portadas y la espléndida sacristía corrió a cargo de Andrés de Vandelvira, figura fundamental en la arquitectura renacentista jiennense. La riqueza escultórica de las imponentes fachadas diseñadas por Vandelvira (fotografía de la izquierda) ocultó en parte la falta de estructura puramente arquitectónica del exterior.
El altorrelieve de la Transfiguración de Cristo que preside la portada principal vuelve a repetirse, en madera policromada y con ligeras variantes, en el presbiterio circular ubicado en el interior del templo (fotografía del centro). Bajo el mismo, en la cripta, se hallan los sepulcros de Francisco de los Cobos y María de Mendoza, la mujer con la que el mecenas contrajo el matrimonio que le reportaría la condición de noble. El grupo de talla está formado por las figuras de Cristo, flanqueado por los profetas Moisés y Elías, y los apóstoles Juan, Santiago y Pedro a sus pies, asustados ante el prodigioso instante en el que Jesús queda solemnemente proclamado Mesías. De la obra original de Alonso Berruguete (1559) sólo queda la imagen del Salvador, el resto es una reconstrucción moderna realizada por Juan Luis Vassallo, quien también restauró la hechura cristífera. Pese a las críticas de algunos historiadores, lo cierto es que la labor de Vassallo se halla perfectamente integrada en el conjunto.
A la derecha, detalle de la portentosa imagen del Cristo, la única que se salvó de los disturbios de la Guerra Civil. Berruguete fue un artífice de primer orden en la escultura hispánica de la primera mitad del siglo XVI, más preocupada por la expresividad sacra que por la armonía y belleza de formas. Hasta que fue destruido en 1936, también recibía culto en la capilla un San Juan Niño de alabastro que se atribuía a Miguel Ángel.

 

   

 

A la izquierda, diminuta imagen de la Virgen de Guadalupe, Patrona de Úbeda. La talla actual es obra de Fernando Cruz, escultor de Guadalajara que realizó una réplica bastante fiel de la anterior, fechable en el periodo gótico y quemada intencionadamente en el año 1936. Aunque suele ir sobrevestida con telas bordadas, llevando unas manos superpuestas, corona y ráfaga de orfebrería, y aditamentos que la hacen parecer en actitud estante, en realidad se trata de una figurita mariana de tipo sedente, tocada con corona mural labrada en la misma pieza, con su mano derecha descansando sobre la pierna y el Niño Jesús sostenido sobre su brazo izquierdo.
La imaginería pasionista posee gran arraigo en Úbeda gracias a sus populares procesiones de Semana Santa. En el centro, primer plano de la efigie de Jesús Nazareno, obra realizada en madera de pino de Flandes por el escultor jiennense Jacinto Higueras Fuentes (1940). La delicadeza compositiva, la estilización formal y el suave dramatismo del innovador Mariano Benlliure, maestro del autor, están presentes también en esta obra de talla completa para vestir, muy venerada en la ciudad, que reemplaza a la primitiva del siglo XVI, desaparecida en 1936. Fue restaurada en los años 50 por Francisco Palma Burgos, autor del trono sobre el que procesiona.
A la derecha, talla del Cristo de la Humildad, labrada en madera de ciprés por el valenciano Amadeo Ruiz Olmos (1954), cuyo estilo también estuvo alejado del barroquismo tan propio de las corrientes andaluzas de imaginería en la posguerra. Frente al acartonamiento anatómico y a la discreta policromía, resultan muy interesantes el modelado de la cabeza, coronada de espinas, y la conseguida aflicción que refleja su semblante. Esta imagen, que mide 180 cm y representa el pasaje de la Presentación al Pueblo o Ecce Homo, sustituye a una del taller madrileño de Juan Cristóbal (1950) que no gustó al público, la cual reemplazó a su vez a una talla antigua de autor desconocido, desaparecida en la Guerra Civil. Al igual que el Nazareno, recibe culto en la Parroquia de San Pablo.

 

 

Sobre estas líneas, grupo escultórico del Santo Entierro, realizado entre los años 1946 y 1948, junto con su trono, por el malagueño Francisco Palma Burgos, cuya estancia en la Úbeda de la década de los 50 conllevaría una vasta producción escultórica para la ciudad y su entorno. La escena, muy bien descrita por el malagueño Alejandro Cerezo, consta de seis imágenes de talla completa: los Santos Varones, Nicodemo y San José de Arimatea, de postura hierática y meditabunda; la Virgen de Nazaret, una Dolorosa de semblante ausente y fuerte carga emocional, y finalmente, un bloque inseparable que consta del cuerpo inerte del Varón, sostenido en la parte superior por San Juan Evangelista y, a la altura de las piernas, por Santa María Magdalena, que enjuga el cadáver con su larga cabellera. La imagen de la Virgen de Nazaret obtuvo la Medalla de Plata en la Exposición de Bellas Artes de Madrid. Provisionalmente, el conjunto se halla en la Parroquia de San Pablo junto con la efigie del Cristo Yacente (1963), perteneciente a la misma Cofradía del Entierro y Sepulcro de Cristo, y labrada también por Palma Burgos. Todas ellas han sido restauradas por Legno Restauro (2006-2007).

 

   

 

A la izquierda y en el centro, otras dos señeras creaciones ubetenses de Francisco Palma Burgos: el Cristo de la Noche Oscura (1966) y el Señor en la Columna (1942). El primero, conservado en la Iglesia de María Auxiliadora, es probablemente el mejor Crucificado del autor, que fue además fundador de su cofradía. Fue su última obra para Úbeda y representa a Cristo muerto, bruscamente vencido por el peso de su cuerpo inerte. El tratamiento del cabello y de los paños, así como su atrevida silueta, revelan un conocimiento del oficio que escapa de toda duda. Respecto al segundo, venerado en la Iglesia de San Isidoro, se erige también como una de las mejores creaciones de Palma Burgos, llamando la atención el abatimiento físico y moral que se refleja en su estremecedor rostro. Al igual que el anterior, su mirada es apenas perceptible desde un punto de vista frontal, al mantener la cabeza profundamente baja. El escueto paño de pureza contribuye al lucimiento de la apolínea anatomía, realzada por un excelente trabajo de policromía. Ha sido restaurado en 1999 por Alfonso Ruiz y Mónica Aragón.
A la derecha, Retablo Mayor de la Basílica de San Juan de la Cruz, primer templo en el mundo levantado en honor de quien es hoy co-patrón de Úbeda. De estilo barroco, se atribuye al entallador Agustín Jurado (hacia 1760). Se halla flanqueado por interesantes pinturas de Francisco Palma Burgos, dedicadas a frailes carmelitas. La actual talla del titular que preside el retablo es de Jacinto Higueras Fuentes, y el pequeño Crucificado que corona el ático es anónimo del siglo XIV. Desde el año 1729, aproximadamente, el templo alberga en su coro alto la celda en la que murió el santo en 1591, la cual guarda en urna de plata sus huesos del brazo derecho y la pierna derecha.

 

 

 

 

A los pies del retablo de la Basílica de San Juan de la Cruz, integrada dentro del museo ubetense dedicado al santo desde el año 1978, se halla una magnífica talla de la Asunción (fotografía de la izquierda) labrada en madera policromada y estofada por Manuel Escamilla en el año 1957, siguiendo modelos barrocos propios del Setecientos. También a los pies del retablo, en el centro, se halla la escultura funeraria del santo, representado yacente y con una dulce sonrisa en su rostro, espléndida obra de Palma Burgos.
En el centro y a la derecha, dos soberbias tallas exhibidas por el Museo San Juan de la Cruz. En la imagen central podemos ver una escultura de Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y reformadora del Carmelo, pieza de escuela granadina (siglo XVIII), atribuida con fundamento al maestro José Risueño. Representada escribiendo sus famosas cartas, en el instante inmediatamente anterior a la Transverberación, destaca de esta figura el exquisito trabajo de modelado y policromía que presenta la mascarilla. Se encuentra en el llamado coro alto de San Miguel, antiguo espacio perteneciente al templo conventual de San Miguel que ha sido recuperado para el museo.
A la derecha, pequeña terracota policromada del Cristo de la Caída, obra del célebre escultor granadino José de Mora, otra de las joyas del museo. Se trata de un trabajo preliminar elaborado por el autor como maqueta de una prodigiosa talla en madera que desapareció en el año 1936.

 

   

 

A través de pinturas y esculturas de San Juan de la Cruz, que abarcan desde el siglo XVII hasta el actual, el museo ubetense presenta un rico panorama de la variada iconografía que muestra el santo en sus distintas facetas de escritor, místico, portador de la cruz, etcétera. En este último caso, nos encontramos con un interesantísimo ejemplar de pequeño formato (fotografía de la izquierda). Se trata de una de las obras menos conocidas del onubense Sebastián Santos, inspirada en la antigua imagen del santo que presidía la Basílica de San Juan de la Cruz. Lleva la firma "S. Santos" y procede de la colección de Fray Humberto Valencia de San José.
En el centro, interesante talla del Seiscientos que representa a San Elías, también de tamaño inferior del natural. Se halla dentro de un espacio expositivo que alberga distintas manifestaciones artísticas, como escultura, orfebrería, bordados y eboraria, todo ello al servicio de la liturgia en la Orden del Carmelo.
Por último, a la derecha, mencionar el bellísimo busto de Dolorosa, inspirado en las obras de Pedro de Mena y Medrano, labrado y donado al museo por el cordobés Francisco Romero Zafra (2001), junto con otro letífico que representa a la Virgen con la advocación de Dulce Nombre del Carmen. Ambos están modelados en terracota y telas encoladas y policromadas, y son muy representativos de la sumamente idealizada concepción mariana del autor. Fueron presentados en la II Exposición Nacional de Escultura Religiosa de Espartinas (Sevilla).

 

FUENTES: SÁNCHEZ-MESA, Domingo. "El Arte", en Historia de Andalucía, v. VI, Barcelona,
p. 575; QUESADA CONSUEGRA, Ramón. Patronas del Santo Reino, Jaén, 2001, p. 459; SALAS PINEDA,
Francisco. "Úbeda, Ciudad de Semana Santa", en Cáliz de Paz, nº 4, Málaga, 2008, pp. 230-234.

 

Fotografía del retablo mayor de la Capilla del Salvador de www.ubeda.com
Fotografía del Cristo de la Noche Oscura de Rafael Merelo Guervós

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