CHUCENA

Sergio Cabaco y Jesús Abades. Con información de Martín Sánchez Franco (12/01/2006)


 

 

Traemos ahora a la página un repaso detallado del limitado pero sumamente interesante patrimonio escultórico que atesora la Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella, del municipio onubense de Chucena.

Dada la alta calidad, en general, de las tallas, el estudio de lo que hemos considerado más relevante ocupa más del 80% del total de las esculturas de un templo levantado en las últimas décadas del siglo XVIII y no profanado en los disturbios producidos en 1936 con motivo de la Guerra Civil. Han sido las erróneas decisiones posteriores, con la retirada y destrucción de cuatro de sus retablos y varias restauraciones realizadas con pésimo criterio, las que han mermado una pequeña parte de un tesoro artístico que merece ser descubierto y analizado.

 

   

 

A la izquierda, una vista general del espléndido Retablo Mayor, consagrado a la Virgen de la Estrella, titular de la iglesia y patrona de la localidad. Se trata de una pieza de factura rocalla cuya autoría fue descubierta al aparecer unas inscripciones que rezaban "ESTE RETABLO LO YSO DON JULIÁN JIMÉNEZ" y "EN EL AÑO 1788. SOI DE MARÍA SANTÍSIMA DE LA ESTRELLA" con motivo de su limpieza por el Taller Dueñas, que en 1993 le encomendara la Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de la Estrella. Su autor, Julián Jiménez o Ximénez, fue discípulo y colaborador del afamado escultor sevillano Benito de Hita y Castillo. Por su parte, la talla mariana, de candelero y tamaño algo inferior del natural, es obra sevillana de fines del siglo XVI, muy reformada en el año 1942 por Sebastián Santos, quien hizo cabeza, cabellera, cuello y candelero nuevos, sustituyó los ojos de madera por otros de vidrio y aplicó nueva policromía. La última intervención corrió a cargo del Taller Isbilia (1990). El Niño Jesús que porta en su brazo izquierdo es de época dieciochesca. Sobre la Virgen, en un manifestador, se halla un Crucifijo del siglo XVI.

En el centro, podemos ver el altorrelieve de La Anunciación, uno de los siete que adornan el retablo. Podemos observar la influencia del mencionado Hita en el dinamismo de la composición y en los pretendidos efectos de claroscuro. Los otros relieves de la fábrica son los de la Asunción de la Virgen, la Visitación de María a Isabel, Santo Tomás de Aquino, un santo obispo con signo de martirio -lanza sobre su pecho- aún no identificado, y las sevillanas Santa Justa y Santa Rufina.

A la derecha, imagen de San Pedro Apóstol que, junto con la de San Pablo, flanquea a la Patrona de Chucena en su altar. Es, probablemente, la mejor escultura de bulto redondo de las cuatro que conforman el retablo mayor. Las otras dos son las de San Joaquín y Santa Ana, y se hallan ubicadas en el ático.

 

   

 

A la izquierda, magnífica talla del Dulce Nombre de Jesús, inspirada en el modelo montañesino realizado para la Hermandad Sacramental del Sagrario, de Sevilla. Por su morfología, parece haber sido realizada en el siglo XVIII, aunque no hay que descartar su ejecución durante las últimas décadas de la centuria anterior. Se venera en el Retablo del Sagrario, tallado también en el Setecientos.

En el centro, la Virgen del Rosario, una de las tallas más interesantes de la parroquia que preside un retablo del siglo XVIII. Estilísticamente, la Madonna se halla emparentada con las creaciones del escultor e imaginero Juan Bautista Vázquez El Viejo, pudiendo catalogarse en el último cuarto del XVI. Obra de gran empaque y ademán aristocrático, ha llegado hasta nosotros en un estado de conservación muy aceptable, a excepción de la mascarilla, que fue desafortunadamente retallada en el año 1950 por el sevillano José Geronés Vallés, quien además sustituyó los primitivos ojos labrados en la madera por otros de vidrio.

A la derecha, una arcaica estatuilla en madera policromada que representa a San Pascual Bailón, que también recibía culto en el Retablo del Rosario pero desde el año 2010 se conserva en el antiguo templo parroquial de Alcalá de la Alameda. De factura popular, aunque no exenta de interés, sobre todo en el expresivo rostro.

 

   

 

A la izquierda y en el centro, dos figuras académicas que representan a Santo Domingo y San Francisco de Asís, respectivamente. Son tallas realizadas por un mismo artista para la decoración escultórica del mencionado retablo de la Virgen del Rosario y flanquean a la efigie mariana de cuya advocación fueron fervientes propagadores. Por tanto, hay que fechar su correcta hechura en torno al segundo cuarto del siglo XVIII.

A la derecha, imagen dieciochesca de San José con el Niño en brazos, heredera del prototipo iconográfico establecido por Pedro Roldán que se conserva en la Catedral de Sevilla. Frente a la notable pericia con los volúmenes y el mayor interés que presenta el modelado de los ropajes, las cabezas se muestran mucho más discretas, probablemente por quedar desfiguradas a raíz de un repinte posterior. Hay que tener en cuenta que la parroquia de Chucena era capilla de la Catedral de Sevilla, de provisión por parte del Cabildo catedralicio. Ello pudo ser causa de que éste depositara en ella algunas de sus imágenes.

 

   

 

A la izquierda, imagen de San Antonio de Padua, obra sevillana de amanerada composición que, al igual que el magnífico retablo que lo cobija, recientemente restaurado, puede fecharse a mediados del siglo XVIII. Antes de la última intervención, la hornacina central del santo se hallaba acristalada y cerrada con llave. La pequeña imagen del Niño es revestida con un diminuto faldón para acentuar su naturalismo.

En el centro, pequeña escultura de San Juan Nepomuceno que se halla colocada a la derecha del santo franciscano. Es una agraciada obra dieciochesca de notoria tradición roldanesca. La actitud silente del santo, subrayada al llevarse el índice derecho hacia los labios cerrados, se justifica por su condición de patrono del secreto de confesión y mártir del sigilo sacramental.

A la derecha, imagen de San Sebastián que ornamenta la pared situada junto a la Capilla del Bautismo. Es de tamaño algo inferior al natural y se cataloga como obra de los últimos años del XVI. A pesar de la voluntad de movimiento al representar su martirio, el santo revela un evidente arcaísmo y rigidez en su modelado.

 

   

 

A la izquierda y en el centro, bustos pasionistas del Ecce Homo y la Virgen de la Soledad que se hallan sobre unas repisas situadas a los lados del retablo de la Virgen del Rosario. Ambas son excelentes esculturas del siglo XVIII, probablemente del mismo artífice de la escuela granadina, cuyo dramático realismo recuerda las creaciones de los hermanos Mora y de Torcuato Ruiz del Peral. La Dolorosa figuró en la Exposición Mater Dolorosa, celebrada en Sevilla en 1988, mientras que el Cristo pudo admirarse en Ave Verum Corpus, muestra eucarística que tuvo lugar en Huelva durante finales de 2004.

A la derecha, la arcaizante imagen de San Ginés, que será restaurada en fechas inmediatas dado su delicado estado de conservación. Es obra concebida con gran frontalismo y acentuada verticalidad. Se venera sobre una ménsula colocada junto a la Capilla de Penitencia, donde está el Simpecado de la Hermandad del Rocío.

 

   

 

Por último, comentar los tres titulares de la Cofradía de Pasión que hace estación de penitencia la noche del Jueves Santo y reciben culto en la que, en la distribución original y tradicional del templo parroquial, fuera Capilla del Bautismo. A la izquierda, el Cristo de Burgos, libremente inspirado en el original de la capital castellana. Se trata de una magnífica talla que ha sido recientemente relacionada con Pedro Duque Cornejo y Roldán (mediados del siglo XVIII) por el historiador sevillano José Roda Peña. Presenta la particularidad de tener un largo faldellín de formas acampanadas y finamente esculpido en la madera, con unas grecas pintadas en su parte inferior que lo asemejan a una labor de tela y las rodillas y la parte superior de las piernas perfectamente talladas. Una ejemplar labor de imaginería que casi estuvo a punto de ser destrozada en los años 70 del siglo XX por el escultor Antonio León Ortega, quien recortó el perizoma para dejar al descubierto las piernas. Afortunadamente, en 1988 Juan Abascal lo reconstruyó hasta devolverle su impronta original.

En el centro, la imagen de la Virgen de los Dolores. Originalmente, se trataba de una Inmaculada de vestir, de finales del siglo XVI, que perdió todos sus rasgos primitivos con el fin de transformarla en Dolorosa. Para ello, fue lamentablemente retocada por los artistas José Geronés Vallés, Juan Martínez Cerrillo y, sobre todo, Antonio León Ortega, a quien mayormente se debe su fisonomía actual.

A la derecha, efigie de Santa María Magdalena, también de candelero para ser vestida. Tal y como comentó a este medio el sacristán de la parroquia y antiguo hermano mayor de la cofradía, estamos ante la antigua Dolorosa titular de la corporación, labrada en cartón piedra, de los primeros años 50 del siglo XX, y hoy en día recuperada al culto con una nueva iconografía. La escasa consistencia del material con que fue modelada se hace evidente en las pequeñas grietas y desajustes que presenta la mascarilla de la imagen.

La obra realizada en el templo parroquial de Chucena en los primeros años 70 del siglo XX dejó a ésta plagada de ménsulas con las imágenes que anteriormente habían estado situadas en los retablos del Cristo de Burgos (en el espacio en que actualmente se sitúa a San José, en el lado del Evangelio e inmediato a puerta lateral del templo hacia el altar mayor); de la Inmaculada (en el lado de la Epístola, simétrico y enfrente al del Cristo de Burgos), que, a diferencia de los demás, sólo tenía una imagen, la de su titular, María Inmaculada, y era de factura neogótica popular, probablemente del siglo XX; del Ecce Homo (en el lugar, en el lado del Evangelio y junto al altar mayor o presbiterio, en que se ha abierto la puerta de acceso a la sacristía) y de San José (simétrico al del Ecce Homo y suprimido en los 70 para la apertura de acceso al salón parroquial, que se había construido en los 50, y, desde éste, a la calle). Con esta obra y con las nuevas disposiciones sobre la Liturgia Bautismal, consecuentes al Concilio Vaticano II, también se trasladó la pila bautismal a la sacristía. Por ello su capilla ha pasado a ser utilizada por la Hermandad del Santísimo Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores. 

 

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