LOS SUBMILEURISTAS

Curro Cañete Leyva


 

 

En los últimos tiempos hay una palabra nueva para llamar a los jóvenes que sufren una situación de precariedad laboral: mileuristas. Jóvenes entre 25 y 30 años, la generación más preparada, con más estudios, con más idiomas, que ganan en torno a los mil euros mensuales. Sin embargo he de decir que la mayoría de mis 900 mejores amig@s, que diría Terenci Moix, no encajan en dicho concepto. Son submileuristas.

Se han escrito artículos y reportajes sobre los mileuristas (hasta yo mismo he caído en el error), incluso libros (verbigracia el de Espido Freire), pero nadie, nadie, habla de los submileuristas, o sea, aquellos que ya les gustaría tener mil euros al mes puesto que, con los 600, 700 u 800 o 900 que ganan, suerte tienen si les da para pagar el alquiler de la habitación y para la comida.

Quizá no todo el mundo sabe (yo sí) que en la segunda agencia de noticias del país, o en la radio del grupo mediático que más dinero tiene en nuestro país (sí, sí, el mismo que le paga al rubio de la duquesita un pastón por programa), un recién contratado (al que todo el mundo considera afortunadísimo) en la capital se queda bien lejos de los deseados mil euros por jornadas de hasta 10 horas diarias. Y es que el SMI está fijado en unos 550 euros mensuales, por ilógico que resulte. Porque, ¿existe alguien que piense que es posible vivir dignamente con tal cantidad? Yo creo que no. Por lo que los que tienen la “suerte” de poder vivir en casa de sus padres aplazan la salida hasta casi llegados los cuarenta (lo que hace que muchos tengan problemas de frustración y, por extensión, de drogadicción) y los que tienen la "desgracia" de vivir independientes se ven condenados a compartir piso cual estudiantes eternos, y a trabajar en una barra los fines de semana, por supuesto, porque ya se sabe que la vida en la capital es muy cara.

Olvídense de comprar una casa, a no ser que tengas pareja, decidas irte a vivir con ella a Parla (asumiendo que tardarás mínimo hora y media el resto de tus días en llegar a tu trabajo, o al rastro, o a un museo, o a tomar una caña con tus amigos de la ciudad) y no te importe hipotecarte por ¡40 años! Quien elige esta opción es cierto que a los (como mínimo) 70 años tendrán casa propia que dejar a sus herederos, pero también lo es que acaban aislados del mundo, aburridísimos y maldiciendo en chino por el asco de vida que llevan.

 

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