EL COFRADE EN SU RINCÓN

Salvador Marín Hueso


 

 

Encerrado en su burbuja, respira vapor de incienso, y silba desgarro de corneta: es el cofrade en su rincón. En él, se cumple la sentencia de John Lennon: la vida es aquello que transcurre mientras se tienen otros planes.

Ser cofrade es una opción de proyecto vital que, a mi parecer, esconde dos posibilidades: la evasión o el ahondamiento. Y uno piensa que el cofrade de nuestros días resulta un ser fundamentalmente evasivo, empleando su identidad como caparazón ante el mundo.

Nos pasamos el día pontificando en torno a rostrillos, procesiones extraordinarias y componendas varias, mientras, afuera, nuestro entorno se transforma a ritmos quizá nunca conocidos. No parece, sin embargo, que nos interesen mucho sus rumbos.

Con frecuencia, se nos oye inquietos (a veces, no sin cierto afán morboso de cataclismo) en torno al lugar que nos reserva el mundo que se avecina. Quizá, más bien debiéramos ocuparnos en decidir quiénes somos y qué queremos. No esperar a que nos den un papel, sino escribirlo nosotros.

Por abandonar la abstracción. Concretando: me pregunto si aspiraremos a funcionar como plataformas pseudo-lúdicas, con mayor o menor espiritualidad llegado el caso, o regresaremos a nuestros orígenes siguiendo una "vocación total", para que nuestras cofradías sean medios de enriquecimiento de la vida en todos sus órdenes, muy en especial en lo referente a nuestro crecimiento personal. Últimamente, detecto preocupantes síntomas de alienación del cofrade, preso de un “mundillo” reduccionista y frívolo, en el que la persona es relegada frente a los objetos, las abstracciones, los fastos. 

No somos empresas, ni peñas, ni cooperativas: somos hermandades. Sin embargo, mucho me temo que el mandamiento del hermano es el último de nuestra práctica, sin que exista conciencia de hasta qué punto hemos distorsionado nuestra condición al relegarlo.

Continúo interrogándome:

¿Dialogaremos con el arte contemporáneo, o seguiremos enroscados en el solipsismo (legítimo, todo sea dicho) de formas y estéticas ya de sobra explotadas?

¿Emplearemos las hermandades como vía de ensanchamiento de nuestra mente, o, como percibo, continuaremos restringiendo inquietudes y empequeñeciendo perspectivas?

¿Seremos capaces de reconciliarnos con el mundo creativo y pensante? ¿O seguiremos sin arropar siquiera nuestras propias charlas, seminarios, conferencias, jornadas, debates?

¿Culto, caridad y formación? ¿O incultura, comodidad y desinformación?

Demasiadas preguntas y demasiado al vuelo, lo sé. Quizá porque esté desorientado o bajo de ánimo. 

Quizá porque sólo veo al cofrade en su rincón.

 

Acceso a El Cabildo

Escrito publicado en El Cabildo

 

Nota: La Hornacina no se responsabiliza ni necesariamente
comparte las opiniones vertidas por sus colaboradores en la Web.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com