HORDAS MARXISTAS Y MODERNOS RESTAURADORES

Anastasia A. Romanov Mejías


 

Desde pequeña, siempre me llamaba la atención cuando en mi casa hablaban de la barbarie cometida por las llamadas "hordas marxistas". Por parte de mi padre, mi abuela aún me contaba su huída de su Rusia natal, dejando atrás casa, tierras, fortuna y el corazón. Y me decía cómo esa gente había destrozado iconos sagrados, monasterios y profanado siglos de arte y devoción del Santo Imperio Ruso. Por parte de mi madre, sevillana, más de lo mismo: incendios en templos de la ciudad como San Julián, Omnium Sanctorum, San Román o San Roque.

Hoy, con algún que otro estudio a cuestas por mi condición de historiadora del arte, puedo lograr comprender (que no justificar ni mucho menos esta barbarie) la situación que llevó a estas personas a rebelarse de ese modo, gentes que vivían en medio de una sociedad sin esperanzas, viendo hijos desnutridos, y que deseaban destruir ese sistema para implantar otro nuevo, con igualdad de derechos y oportunidades para todos. Entrar en templos como el de Santo Domingo de Málaga, es toda una experiencia en la que la desolación ante el patrimonio perdido nos invade. Ver las fotos del antes y después del suceso y comprobar cómo nos robaron de manera cruel tesoros que nuestros antepasados nos legaron nos resulta penoso.

Sin embargo, hay otra barbarie que no puedo llegar a entender de ningún modo, y no es otra que la de las instituciones legales y los modernos restauradores. Es curioso observar como en Andalucía, cuando se cierra una Iglesia para restaurarla, muchas de sus gentes guardan en su corazón la imagen última de la misma, sin saber si van a volver a penetrar en su interior, y en este caso, cómo lo van a encontrar. Si hay algo que he criticado siempre de dichas intervenciones, es el afán de los modernos restauradores y arquitectos por dejar su impronta en el edificio. Parece que se olvidan que su misión es la de conservar para legar al futuro lo que nos llegó del pasado, y no modificar a su antojo y para siempre los espacios del culto sagrado.

Podríamos poner varios ejemplos de iglesias que han sufrido esta barbarie, pero uno de los más significativos de todos es la Iglesia de San Vicente de Sevilla. Aún la recuerdo antes de que se cerrase y poco o nada tiene que ver lo que había con lo que actualmente hay. La Iglesia de San Vicente es un templo mudéjar sevillano, que como todos los demás tiene a sus espaldas una larga historia cargada de modificaciones, restauraciones, adaptaciones a nuevos gustos, etcétera. Tenía un aire mágico y señorial, se entraba por la gran puerta lateral derecha, si te colocabas frente al altar mayor, a tus espaldas quedaba el magnífico coro, entre dos capillas neogóticas, que costaron un cáliz de oro que hoy está en el Museo del Louvre. En la de la derecha se veneraba una réplica de la Mare de Déu dels Desamparats, Patrona de Valencia, y a la izquierda al Nazareno de la Misericordia. Todas la imágenes tenían sus retablos, neoclásicos la mayoría de ellos, la Virgen del Rosario presidía la Capilla Sacramental y la de los Dolores la suya, estando el Señor de las Penas donde hoy se encuentra dicha Dolorosa.

La mayoría de las cosas que he nombrado hoy no se encuentran en su lugar, debido a una caprichosa "restauración" que no respetó la historia del edificio. Se cambió de lugar el coro, obviando que lo típico de las iglesias españolas es dejarlo a los pies de las mismas, para dejar en las cabeceras sitio a los retablos. Cuando se cambió de lugar, no todas las sillas entraban en el presbiterio y con algunas de ellas se realizó la mesa de altar, mientras que el facistol está siempre en cualquier lugar de la Iglesia. Se suprimieron las capillas neogóticas, alegando que restaban espacio a la iglesia y que eran un añadido posterior. Cierto es que la iglesia quedó más amplia al quitarlas, pero no menos cierto es que se atentó contra el arte, ya que el neogótico es un estilo artístico que refleja la sensibilidad propia del XIX, en la que los hombres, imbuidos en el espíritu del romanticismo, volvían sus ojos a la Edad Media.

Por otro lado, la Virgen del Rosario, que como he dicho presidía la Capilla Sacramental, fue retirada de la misma, puesto que, según se decía, no era este su emplazamiento original, sino el del Cristo de la Misericordia, pasando éste al lugar de la imagen mariana. Es verdad que este Nazareno ocupó dicho retablo, pero la Virgen del Rosario fue destinada allí al fusionarse su Hermandad con la Sacramental, ante el deseo de la devotísima feligresía de poder rezar desde más cerca a su Patrona. Si hubiéramos seguido con el juego de las restituciones, esta imagen hubiera pasado a su primitivo lugar, que era presidir la capilla que hoy ocupa la Hermandad de las Penas, pero se la exilió a una vulgar hornacina estucada en rojo y azul, a la mano de cualquier desaprensivo que desee dañarla o robarle

En cuanto a los retablos neoclásicos, como siempre ocurre en estos casos, fueron retirados y guardados en ese famoso almacén donde se dice que también está el monumento de la Catedral (lugar que me recuerda a un libro que leí de pequeña, El Castillo de Irás y no Volverás). En su lugar, se pensó que era más digno tener imágenes como el San Miguel de Pedro Roldán metidos en los huecos que antes ocupaban los retablos, y debajo un ropero al más puro estilo Ikea. Pero no se cansaron: la pila bautismal fue puesta en el lugar donde estaba la Capilla de Jesús de la Misericordia, y para facilitar su acceso a los fieles, se decidió colocarla a un nivel inferior al del suelo de la iglesia, bajando unos escalones. Tan sabia medida hizo que, el día de la consagración del templo, una señora mayor se cayera dañándose el tobillo. Cerca de la pila y arrinconada se puso la Virgen de la Cabeza, obra de Roque Balduque, en el suelo, como si se tratase de cualquier cosa, y la Cruz de mármol que se encontraba en la puerta de la plaza también se llevó a este lugar. Para terminar, y no contentos con lo hecho, la Capilla de las Penas sufrió también alteraciones: la Virgen de los Dolores fue retirada del retablo que presidía la capilla, el cual fue cerrado, y bajo el mismo, sobre un pedestal de mármol estilo panteón de San Fernando, se dispuso al Señor de las Penas, y en otros dos retablos laterales, a la Virgen y San Juan.

El resultado general fue un templo frío, con paredes vacías, imágenes en huecos, y colores estridentes en el ábside. El destrozo fue tal que parece que han pasado por allí las "hordas marxistas" de las que mi familia me hablaba. Peor, en todo caso, ya que se supone que hablamos de profesionales que saben a lo que se enfrentan y que, por tanto, deben velar por la conservación, no por la destrucción y la modificación. No se respetó la historia del inmueble, ya que cada época histórica había ido dejando su legado artístico en el mismo, y el argumento fue el simplón  "en su origen no era así", típico de las restauraciones historicistas del XIX, hoy en día más que desfasado. 

Como he dicho antes, el hombre durante la historia ha sentido la religión de un modo diferente en cada momento, no es lo mismo la religiosidad medieval que la barroca, y ello se refleja en nuestros templos. Cuando vemos retablos, imágenes y capillas de otros estilos distintos a los originales, son precisamente el resultado de lo que acabo de decir, y nadie debe suprimir a su criterio los "añadidos posteriores" ya que son parte de la historia material del edificio. Con el ejemplo de San Vicente, se nos privó del aspecto de la iglesia que habíamos conocido, para darnos una originalidad ficticia que nadie conoció nunca.

¿Qué hizo el Arzobispado de Sevilla para proteger la Iglesia? Poco más que nada, ya que eran conocedores de primera mano del crimen que había de suceder.

¿Qué hizo la Junta de Andalucía? Al ser un bien de interés cultural se debió haber velado mucho más por la conservación integral de la Iglesia, algo que no se hizo.

¿Qué criterios se siguieron para restaurar el edificio aparte del antojo de los restauradores?

¿Por qué se permitió que sucediese ésto?

¿Por qué se permite que hoy en Andalucía sigan ocurriendo destrozos como éste?

Lo peor de todo es la postura de la Iglesia Católica, que hoy en día no sólo permite estas actuaciones, sino también que "grupos neocatecumenales" u otro tipos de extrañas faunas clericales modifiquen a sus gustos y necesidades nuestros templos, quitando retablos e imágenes para sustituirlas por horribles pinturas neobizantinas (soy experta en iconos, créanme cuando les digo que son terribles).

¿Seguiremos dejando que ocurran estos atentados contra el Arte y la Historia?

 

Fotografías de Rafael Márquez para www.rafaes.com 

 

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